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La región de Provenza, situada en el sureste de Francia, cuenta con una tradición vitivinícola que se remonta a más de 2.600 años. Los primeros viñedos surgieron en torno al año 600 a.C., cuando colonos griegos procedentes de Focea se establecieron en la zona de Marsella. Estos pioneros sentaron las bases del cultivo de la vid en Francia. Más tarde, hacia el año 200 a.C., los romanos llegaron a la región y mejoraron las técnicas de producción. Llamaron a este territorio Provincia Romana, origen del nombre actual de Provenza. La expansión romana permitió que el cultivo de la vid se extendiera a otras regiones francesas como Borgoña, Beaujolais, el Valle del Ródano, Gascuña y Burdeos.
Un hecho relevante ocurrió alrededor del año 100 a.C., cuando los productores de Massilia (la actual Marsella) comenzaron a aplicar una maceración breve antes de la fermentación. Este método dio lugar a vinos pálidos, similares al color de los pétalos de rosa, considerados los antecesores del rosado actual. Estos vinos ligeros pronto se hicieron populares entre la aristocracia local.
Provenza ha orientado su producción hacia el rosado por varias razones. El clima mediterráneo, con inviernos suaves y veranos calurosos y secos, favorece la elaboración de vinos frescos y afrutados. El viento Mistral, frío y seco, ayuda a mantener las uvas sanas al secarlas tras las lluvias y refrescar los viñedos durante los días más cálidos. Sin embargo, este viento puede dañar las vides si sopla con demasiada fuerza, por lo que muchos viñedos se sitúan en laderas orientadas al sur para protegerse.
El auge del turismo tras la Segunda Guerra Mundial también influyó en la popularidad del rosado provenzal. Durante las décadas de 1960 y 1970, muchos visitantes descubrieron estos vinos frescos y ligeros, ideales para acompañar la gastronomía local y el estilo de vida mediterráneo. A partir de entonces, los productores apostaron por mejorar la calidad mediante nuevas tecnologías como el prensado suave y el control de temperatura durante la vinificación. En los años noventa y dos mil, el sector impulsó una imagen moderna y exclusiva del rosado provenzal.
Actualmente, Provenza lidera la producción mundial de rosados premium. La región produce unos 166 millones de botellas al año, de las cuales el 91% corresponde a rosados (alrededor de 151 millones). Esto representa entre el 40% y el 45% del total francés y un 5% del volumen mundial. Las exportaciones han crecido un 500% en los últimos quince años y superan los 55 millones de botellas anuales. Estados Unidos es el principal destino (37% del total), seguido por Reino Unido y Países Bajos.
El área vitícola abarca desde la frontera italiana hasta el Ródano y llega al norte hasta Briançon, cerca de los Alpes. El clima mediterráneo aporta más de 3.000 horas de sol al año, lo que duplica lo necesario para madurar completamente las uvas. Sin embargo, este exceso puede provocar sobremaduración si no se controla adecuadamente.
La diversidad geológica es otro factor importante. Los suelos varían desde calizas y esquistos en zonas costeras como Cassis hasta terrenos ricos en cuarzo o arcilla arenosa tierra adentro. Esta variedad permite cultivar diferentes tipos de uva y elaborar vinos con perfiles muy distintos.
Las principales variedades empleadas son garnacha, mourvèdre y rolle (conocida internacionalmente como vermentino). El rosado representa el 89% del total producido; el blanco supone un 6% y el tinto un 5%. Los aromas típicos incluyen frutos rojos como frambuesa o fresa, grosella negra o mora, hierbas provenzales como laurel o tomillo e incluso notas vegetales o minerales derivadas del suelo calcáreo.
Provenza está dividida en nueve subregiones reconocidas como denominaciones independientes: Côtes de Provence (la mayor), Coteaux d’Aix-en-Provence, Coteaux Varois en Provence, Les Baux-de-Provence (con producción ecológica), Pierrevert (influencia alpina), Bandol (clima marítimo), Cassis (famosa por sus blancos), Bellet (cercana a Niza) y Palette (cerca de Aix-en-Provence).
El éxito comercial del rosado provenzal se debe tanto a su calidad como a su imagen asociada al estilo de vida mediterráneo. Estos vinos resultan versátiles para maridar con platos locales como pescados, mariscos o verduras asadas. Además, existe una amplia gama que va desde opciones sencillas para consumo diario hasta cuvées complejas aptas para guarda.
La combinación entre tradición histórica, condiciones naturales favorables e innovación tecnológica ha consolidado a Provenza como referente internacional en la producción de rosados finos. El turismo del vino también ha contribuido al desarrollo económico regional al atraer visitantes interesados en conocer bodegas y paisajes vitícolas únicos.
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