José Peñín
Viernes 31 de Enero de 2025
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¿Cuál sería el precio máximo a pagar por el mejor vino? La gran pregunta sobre lo máximo que debemos pagar por el mejor vino es una de las que más se oye por ahí. ¿Es caro un Pingus a 1.300 € la botella cuando tiene apenas 2 puntos más que el desconocido Fuente de los Huertos a 20 € que cito más abajo? Pues no, a pesar de que las pequeñas diferencias y los costes de elaboración entre ambas, aunque muy exquisitas, no inciden tanto en el precio. Es el "valor social de marca" lo que diferencia a ambas marcas. En el Pingus es el precio final de una "subasta" de un vino limitado a tan solo 4.000 botellas, que es la producción máxima de su excepcional parcela, por la que "pujan" muchos compradores. Sin olvidar la especulación de los intermediarios. En el caso particular de esta marca, sus primeros pasos fueron a través de un importador, Jean-Luc Thunevin, "negociant" de Saint Emilion, quien iba subiendo el precio poco a poco, agotando las existencias hasta llegar a esta cifra en donde se equilibran producción y demanda, instalándose en el catálogo de esta bodega por su notoriedad y prestigio de marca. Es lo mismo que ocurre en la diferencia de un Rolex de acero a 6.000 euros y un Seiko del mismo metal a 200, o en el traje de algodón de Prada de 3.000 euros y el de Cortefiel del mismo tejido a 300. Mas o menos igual que el valor accionarial de una empresa cuyo precio en Bolsa puede ser superior al valor de ese negocio.
Todos sabemos que, ante la mayor demanda de un producto, el camino es aumentar la producción hasta que los límites de una oferta obliguen a aumentar el precio. Pero si nos vamos a los grandes vinos, el asunto es distinto, tal y como he citado más arriba. Si ya nos parecen inalcanzables los precios del Pingus, Faraona o L'Ermita con producciones mínimas, estas cifras no llegan a la suela del zapato frente a los más de 3.000 euros del Chateau Margaux con 250.000 botellas anuales o los 10.000 de Petrus con 80.000 botellas. El experto pudiente que compre cualquiera de las marcas citadas no lo hace por la gran calidad, que se sobreentiende, sino por su valor social. Un valor social firmado por las grandes casas de subastas, por los grandes coleccionistas de vinos (también de etiquetas) y, sobre todo, como un ejemplo de poderío y casta. El ejemplo de prestigio y producción lo tenemos con Vega Sicilia. Esta marca tiene tanta celebridad y prestigio como la de sus homónimos españoles citados, sin embargo el precio de una botella del el Único es de 420 €, casi cuatro veces más barato ya que la producción de este vino es de 80.000 botellas.
Para mí un vino caro es aquel que se enfrenta con sus 10 euros a otro de la misma puntuación a 8 €, porque ambos, desprovistos del "valor social de marca" se hallan en el mismo nivel por sus características. Tampoco vale la opinión generalizada de que si es caro es mejor. Yo mismo, como anfitrión de una cena que, por mis conocimientos de todos los segmentos de vinos y precios podría elegir el mejor con el precio más bajo, obtendría la admiración y gratitud de los comensales si pusiera en la mesa (algo improbable para mi bolsillo) un Pingus, por ejemplo. Por el sacrificio de descorchar una botella tan cara y por su prestigio, entenderían como el mayor homenaje que les podía otorgar.
Los vinos reseñados están desprovistos de prestigio y notoriedad, pero con una calidad excelsa. Si de lo que se trata es de elegir el mejor vino sin valor social, el precio máximo de una botella sería de 30 euros. Los vinos seleccionados más abajo son el resultado de la oferta en donde se suman unos mayores costes de producción con unos dividendos plausibles como único resorte comercial para marcas desconocidas. Si a partir de este momento la demanda aumenta, entendiéndose que puedan existir una limitada dimensión de las instalaciones o de la parcela mágica, lo más lógico es que el precio también suba.
He aquí las razones de cada bodega para imponer el precio superior a los 30 euros a su mejor vino, pero sin el valor social de marca.
En la franja 95-100 de todas las Guías mundiales se hallan los mejores vinos del planeta. La diferencia entre un 95 y un 100 son los matices que, generalmente, pueden ser detectables por un catador y menos por un consumidor, lo cual no les resta el más mínimo placer al beberlos. He cruzado la mayor puntuación con el menor precio y me salen 6 marcas, a cuál más desconocida.
Naturalmente, la selección la he hecho del mayor banco de datos de puntuaciones de España, que es la Guía Peñin. Son 6 únicos vinos de 96 puntos en adelante sobre casi 10.000 vinos catados por su prudente equipo. Si queréis saber más y adquirirlos no tenéis más que pinchar la marca y la cosecha en la socorrida barra de Google.
La elegancia, el volumen, la persistencia en boca, la expresión de una albariño con una crianza con lías durante 6 años, fundida maravillosamente con la fruta y el precio, es la mejor oferta del mundo.
Los vinos del territorio de Gredos donde se localiza esta D.O. son generalmente caros, pero hay más vinos más caros, incluso con menor puntuación. Este tinto responde a los extraordinarios rasgos de esos parajes: sus toques silvestres, las notas balsámicas y hierbas de monte. Complejo, cuyo terroir se masca.
Este vino, también de los parajes de Gredos, pertenece a una D.O. abulense que aprovecha todos los valores de esos paisajes silvestres poco trabajados del granito y de la pizarra. Un tinto que aún sostiene su soplo frutal con una cierta punta mineral, además de la complejidad de una garnacha que parece que se viste de seda.
Otra garnacha que se luce en el confín mediterráneo. Los toques terrosos, fruta madura, pero con expresión varietal que realza un suelo calizo, es el mejor distintivo de Montsant y éste es el mejor ejemplo.
Los tentáculos sensoriales del sabio Jorge Ordoñez alcanza los suelos gallegos del granito inevitable. Frescura, salinidad, en donde se entrecruzan lo floral, la fruta, el excelente trabajo con las lías finas que dotan el volumen suficiente y el matiz pedregoso, la albariño la luce como ninguna.
Juan Gil, de nombre poco trascendental, se compensa con toda una serie de vinos excepcionales. Una sabia mezcla del 60% de la monastrell que le dota de la suavidad cálida con el nervio y austeridad de la cabernet sauvignon y la fruta de la syrah. Una difícil construcción elegante de un jumilla.
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