Entre sabores y tradiciones: una noche mística en el Restaurante Armenia

Un ícono cultural y culinario que celebra 40 años de historia

Escrito por

Martes 26 de Noviembre de 2024

Compártelo

Leído › 3172 veces

Detrás de una discreta fachada que alberga la Asociación Cultural Armenia, se esconde uno de los secretos mejor guardados de la gastronomía porteña: el Restaurante Armenia, un ícono cultural y culinario que celebra 40 años de historia. Esa noche, junto a un grupo de amigas, me sumergí en una experiencia que no solo deleitó mi paladar, sino que también me conectó con las profundas raíces de una tradición milenaria.

Un pedazo de Armenia en Buenos Aires

Desde el primer momento en que atravesamos la puerta, el aroma de las especias orientales y la calidez del lugar nos abrazaron. Fundado en 1984, este restaurante nació como un espacio de encuentro para los socios de la Asociación Cultural Armenia, pero rápidamente se convirtió en un referente para todos los amantes de la cocina armenia, incluidos aquellos que, como yo, llegamos buscando sabores auténticos y una pizca de historia.

El salón, con su decoración sencilla pero acogedora, es testigo de innumerables eventos históricos. En sus mesas han compartido momentos figuras destacadas de la política, la cultura y la diplomacia. Esa noche, sin embargo, el protagonismo lo teníamos nosotras, las mujeres, dispuestas a vivir una velada única.

Sabores que cuentan historias

La cena comenzó con una selección de entradas tradicionales que parecían un viaje sensorial a las montañas del Cáucaso: hummus cremoso, hojas de parra rellenas, bastermá, tabbule fresco y el inconfundible queso armenio. Cada bocado tenía un equilibrio perfecto entre sabores y texturas, como si cada plato contara una historia transmitida de generación en generación.

Entre risas y charlas, llegaron los principales calientes. Probamos el Shish Kebab, un brochette de carne macerada con especias, las empanadas armenias, arroz pilaf, Kufta, albóndigas abundantes y sabrosas, Dolma, hecho de carne picada y arroz envuelto en una hoja grande de parras, entre otras delicias. Según nos contó nuestro anfitrión, Eduardo Costanian, representan la esencia de la cocina armenia: sabores simples pero profundamente arraigados a la tierra. Para acompañar, un vino tinto, Malbec, cuidadosamente seleccionado de su cava, porque aquí hasta el maridaje es un arte.

El dulce final y el misterio del café

El broche de oro de la noche llegó con los postres: baklava bañado en almíbar casero y lojmá, buñuelos que parecían pequeños abrazos de masa y miel. Pero lo más intrigante fue el momento del tradicional café armenio. Su aroma intenso y su presentación en delicadas tazas invitan a la pausa, a la conexión. Y, como dicta la tradición, nos animamos a la lectura de la borra.

Entre risas y curiosidad, intentamos descifrar los mensajes ocultos en los residuos del café. La lectura es una costumbre profundamente enraizada en la cultura armenia, una manera de mantener vivas las historias, los secretos y las esperanzas.

Un legado que trasciende fronteras

Pablo Kendikián, co-propietario del restaurante, nos contó cómo su equipo viaja constantemente a Armenia para buscar inspiración y asegurar la autenticidad de cada plato. En sus palabras, la cocina armenia no es solo comida, es identidad, memoria y resistencia. "Mantener esta tradición viva en el corazón de Buenos Aires es nuestro mayor orgullo", nos dijo con emoción.

El Restaurante Armenia no es solo un lugar para comer. Es un puente entre culturas, un testigo de historias compartidas y un faro de la riqueza culinaria de un pueblo que ha sabido preservar su esencia a pesar de los desafíos. Celebrar sus 40 años es celebrar también la diversidad y el intercambio cultural que enriquece nuestra ciudad.

Esa noche, entre platos deliciosos, buenos vinos y compañerismo, me di cuenta de que, más allá de la comida, lo que hace especial a este lugar es la experiencia: un viaje a Armenia sin salir de Buenos Aires, un homenaje a la tradición y una invitación a explorar el mundo desde una mesa compartida.

Así que, si buscan una excusa para descubrir algo nuevo, les recomiendo darse el gusto. Quién sabe, tal vez su próxima aventura comience con un café armenio y una lectura de borra.

Un artículo de Jocelyn Dominguez
¿Te gustó el artículo? Compártelo

Leído › 3172 veces