La Carmenere en Hungría vía Andes Wines

Esta región de ricas tradiciones de vitivinicultura cuenta con una superficie de viñedos de 2.200 hectáreas cuya gran mayoría se encuentra en laderas de valles

Escrito porMax Morales

Miércoles 18 de Septiembre de 2024

Compártelo

Leído › 1055 veces

Una de las características destacadas de la viticultura contemporánea es el aumento de la superficie de plantaciones de variedades que tradicionalmente se consideran nativas o renacidas de un solo lugar en el cual se ha logrado que dieran vinos excepcionales. Debido a sus cualidades, los vinos hechos de éstas se han venido convirtiendo en un éxito en el mercado local y – en el caso de unas cuantas -también internacionalmente. Dado que hay varios productores en el mundo en constante búsqueda por experimentar uvas nuevas, no es ninguna sorpresa entonces que en la actualidad es cada vez mayor el número de viñedos en países en los que crece vid nueva de origen foráneo perteneciente a esta clase.

La Carmenere es, sin duda, una que ha ido desarrollándose hasta situarse por delante de varias otras, obteniendo una mayor difusión fuera de Chile donde fue redescubierta de forma accidental en 1994 lo que marcó un antes y un después en el sector vitivinícola nacional. Ha sido en 1997 cuando esta „nueva" variedad aparece declarada por primera vez en el respectivo catastro nacional con 330 hectáreas plantadas, representando no más que un 0,52% de la superficie total de viñedo en el país (y un 0,85% de la de las tintas). En 2020 la misma se ha cifrado en 10.836 hectáreas equivalentes al 7,9% de la total (y un 10,7% de la de las tintas). Lo cual indica que en el país definido por su gran poeta (Pablo Neruda) como „un largo pétalo de mar, y vino y nieve" esta uva es, dentro de las principales, que proporcionalmente más ha crecido en superficie durante un poco más de dos décadas. (Para hoy día llegó a ser figurada en tercer lugar de importancia entre las tintas.)

El vino elaborado a partir de ésta se considera como el más emblemático chileno (su producción total en 2021: 893.000 hectolitros) y merece con toda razón los elogios de consumidores que viene recibiendo en todas partes del mundo. El gran interés de los aficionados al vino por el Carmenere no dejó indiferentes a algunos productores curiosos en el extranjero quienes tienen en la sangre la pasión por el viñedo y se inspiran por experimentar con la adaptación y desarrollo de nuevas variedades con el objetivo de poder ofrecer una singularidad distintiva.

En el mundo, en las últimas dos décadas se viene aumentando el número de países en los cuales se la cultiva, aunque el avance sea mínimo. Según datos estadísticos recogidos de fuentes oficiales, los siguientes países cuentan ya con una superficie de viñedo total – mayor de 1 hectárea de extensión – plantada con ésta: Argentina (48,8 h), Brasil ( 8,5 h), Estados Unidos (39,0 h), Canadá (9,1 h), Sudáfrica (12,4 h), Australia ( 30,0 h), Moldavia (10,0 h ), Hungría (1,1 h).*

En Francia e Italia ésta se considera como uva tradicional que, como en Chile, durante mucho tiempo fue confundida con la Merlot y la Cabernet Franc, respectivamente, y debido a la similitud pudo preservarse durante largos decenios en algunas de sus regiones (Burdeos / Véneto, Lombardía, Apulia, Sicilia). En cuanto a la superficie en estos dos países, no se consigue cifras confiables, pero según estimaciones informales pueden ser 80 y 1.100 hectáreas, respectivamente. En China se cultiva la Cabernet Gernischt en cuyo caso los análisis genéticos concluyeron que ésta es idéntica a la Carmenere (superficie plantada total en 2016: 16.694 h).

En Hungría, el inicio de la historia de la Carmenere se data a 2007 cuando el ambicioso dueño de la MOLNÁR PINCE ha plantado 0,30 hectárea (número de cepas: 2.000) en el mejor pago (Kopár) de Villány que es célebre por sus vinos tintos más cotizados en las últimas décadas. Esta bodega ha sido fundada en 1995 y actualmente cuenta con una superficie de viñedo de 8 hectáreas (producción anual de vino: 500 hectolitros).

La región se sitúa en la parte sur del país, a unos kilómetros de la frontera con Croacia, y tiene un clima sub mediterráneo. El suelo donde crecen las vides es arcilloso (con pizarra y loess) que ha sido aprovechado para la vitivinicultura por los romanos y los húngaros que llegaron a la Cuenca de los Cárpatos en el siglo IX pronto empezaron a dedicarse a ésta. La región debidamente delimitada por la ley abarca en la actualidad unas 2.400 hectáreas y en 82% de la total se cultiva uvas tintas. Dadas las condiciones locales, el ciclo vegetativo de la uva es más corto y la maduración temprana presta a éstos un carácter bien redondo y de buena expresión tánica.

El primer Carmenere húngaro ha sido embotellado en 2009 y el excelente desarrollo de la planta, así como la buena acogida del vino han animado a su productor (Lajos Molnár) a plantar 0,49 hectárea adicional en un otro pago (Remete). Posteriormente, el vino de dos añadas más (2011, 2017) ha sido embotellado como monovarietal y en el caso de las otras, se lo ha usado para la creación de mezclas. Con respecto a la vinificación, después de las cosechas a finales de octubre se realizó fermentación espontánea con levadura salvaje y el sombrero se trabajó en forma manual sin ser prensado. La fermentación duró 10 días y se completó con la maceración de los hollejos durante 2 semanas más. La crianza se llevó a cabo en barricas usadas de roble húngaro de 500 litros durante 14 meses.

La añada de 2017 de su Carmenere (alcohol: 14,0%, acidez: 4,9 g/l, azúcar: 1,5 g/l, pH: 3,69) es un ejemplo expresivo que revela tipicidad varietal y muestra potencial de evolución en botella a lo largo de los años (cantidad: 1.300 botellas). De un color rojo rubí oscuro con tonos violeta, en nariz expresa notas de frutas negras y también de especias, en boca se abre intensamente presentando aromas de frambuesa y arándano así como ligeros toques de café y tabaco. Tiene una estructura equilibrada con taninos aterciopelados, el cuerpo es firme y da un limpio final prolongado.

En 2018 esta bodega ha vendido el terreno segundamente plantado con la Carmenere a una de la misma región que realizó la vendimia y el vino elaborado de la cosecha de este mismo año se lo embotelló con su propia etiqueta. Se trata de la MAUL ZSOLT PINCÉSZET cuyo proyecto actual nació en 2011 y anualmente produce unas 75 mil botellas de vino a base de 8 variedades (6 tintas, 2 blancas) procedentes de sus viñedos propios y también de parcelas de pequeños viticultores de la zona (extensión total: 20 hectáreas).

En el caso de su vino Lilla de la añada de 2019 (100% Carmenere / alcohol: 14,8%, acidez: 7,1 g/l, azúcar: 2,5 g/l, pH: 3,70) se realizó prensado neumático y la fermentación del mosto controlada con levadura seleccionada se llevó a cabo a temperatura de 28°C con remontaje automático durante 8 días. Posteriormente, el vino pasó 6 meses en tanque de acero inoxidable y luego fue sometido a una crianza de 24 meses en barricas de roble húngaro nuevas de 225 litros. Esto de atractivo color púrpura con matices violáceos en nariz presenta aromas intensas de especias dulces y frutas maduras del bosque. En boca hay una coherencia con los aromas de la nariz que se complementan con los de café y chocolate. Es amplio y de harmoniosa estructura con taninos envolventes, el final largo es aterciopelado que habla de elegancia y persistencia.

En Szekszárd fue la VIDA BORBIRTOK que ha empezado a experimentar con la Carmenere en 2013 en una superficie de 0,50 hectárea en la cual ha plantado 5.300 cepas y se ha aplicado la poda de vid en vaso (que posteriormente ha sido cambiada a la de cordon). Desde aquel entonces, en promedio se ha logrado 1,6 kilos de rindes de éstas.

Esta región de ricas tradiciones de vitivinicultura cuenta con una superficie de viñedos de 2.200 hectáreas cuya gran mayoría se encuentra en laderas de valles donde el suelo predominantemente es de loes y por lo general pobre en cal. El clima se caracteriza por veranos secos largos e inviernos templados cortos. El periodo de vegetación es largo y la pérdida de brotes a causa de malas condiciones de tiempo es pequeña. La historia moderna de sus vinos ha iniciado después de la ocupación otomana del país a los finales del siglo XVI con el cultivo de la variedad Kadarka que durante los próximos siglos ha venido dominando en la región formando parte del ensamblaje Bikavér (Sangre de Toro) que sigue siendo el más emblemático proveniente de ahí.

Este célebre productor (Péter Vida) ha fundado la bodega en 1995 y en la actualidad la superficie total de sus plantaciones es de unas 23 hectáreas que son plantadas de 9 variedades tintas a cuya base se produce 6 vinos monovarietales y 7 de ensamblaje. La producción total anualmente ronda las 120.000 botellas. En materia de la filosofía de hacer vinos, el respeto a la naturaleza es un fuerte compromiso de él y tiene claro que hay que trabajar con el objetivo de crearlos con alma.

El único vino monovarietal embotellado de esta variedad es de la añada de 2017 (alcohol: 13,0%, acidez: 5,3 g/l, azúcar: 0,7 g/l, pH: 3,45). A la vista esto presenta un color profundo de rojo carmín, en nariz expresa un bouquet de frutas frescas negras y tonos especiados propios de la variedad, en boca es de cuerpo generoso con taninos suaves que se combinan bien con las notas otorgadas por la madera (permanencia en barricas de roble húngaro usadas de 300 y 1.200 litros: 12 meses).

Los de las añadas posteriores han sido y serán utilizadas en diferentes mezclas (Büvölet, Lösz, La Vida) en los cuales su proporción es minoritaria (máx..: 5%).

La vendimia pasada se desarrolló con normalidad (ºBrix: 22,0 , AT: 3,16 g/L) el 4 de octubre, sin embargo, se recogió solo 1.600 kg de uva, un 65% menos que en la anterior debido a las adversidades extremas del tiempo y el clima (helada, granizo, sequía). En cuanto a la vinificación, sin aplicar maceración en frío la fermentación controlada con levadura convencional se llevó a cabo durante 7 días (en 2 barricas de roble – húngaro y francés – usadas y en 1 tanque) y al pasar este tiempo, se efectuó de inmediato un prensado. Finalmente, toda la cantidad fue depositada en barricas de roble usadas de 220, 300 y 500 litros. Aquello que reposa en el de 220 litros será embotellado con etiqueta Selección Barrica.

Vale la pena referirse a que en este país centroeuropeo tradicionalmente predominan las variedades blancas que representan las dos terceras partes de aquellas que son registradas en el catálogo nacional. Con respecto a las tintas, solo cinco de las diez mundialmente más populares tienen una superficie mayor de 100 hectáreas plantadas a nivel nacional. En la actualidad, las 22 regiones cuentan con un total de 57.600 hectáreas de plantaciones de uva para vinificar en las cuales se cultiva una gran diversidad de variedades (123 blancas y 59 tintas).

* Fuentes: Brasil de Vinhos, Wine Australia, ONVV/Moldova, Wine Institute/California, Washington Wine Institute, INV/Argentina, Wine Growers Canada, Wines of South Africa, HNT/Hungría

Escrito por Dr. József KosárkaⒸ

[email protected]

Un artículo de Max Morales
¿Te gustó el artículo? Compártelo

Leído › 1055 veces