Martes 12 de Febrero de 2019
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Aunque hay ciencias en las que todos estamos doctorados por la universidad de la vida lo cierto es que no lo sabemos todo; aunque presumamos de todo lo contrario.
Una de las cosas de las que casi todo empresario sabe es de publicidad. Aunque a veces no haya leído ni un libro de publicidad para principiantes y de esto no se salvan ni los empresarios del mundo del mundo del vino.
Hoy cualquier hijo de vecino se puede permitir un master y automáticamente se convierte en un "rey del mambo" más.
Pero la cruda realidad para la mayor parte de las empresas es muy otra. Hoy por cualquier lado aparece la competencia (la buena, la mala y la de más allá) y las cosas se ponen cada día más difícil.
En este escenario de la comercialización del vino, tan real como la vida misma, es necesario actuar: "Enseñar al que no sabe".
Y afortunadamente está casi todo por hacer porque hemos pasado en poco tiempo de
la bota y el porrón a la sofisticación del vino. Y a pagar por un vino lo que antes se pagaba por un coñac o un whisky gran reserva.este contexto es en el que nos planteamos "enseñar al que no sabe" sin decírselo ni hacérselo notar. Esto es lo que hace nuestra "Tarjeta-termómetro para vinos". Además ayuda a que el consumidor aprenda a sacar de cada vino todo su aroma y su sabor optimizando el producto.
Toda esta publicidad es "casi gratis" o "más que gratis" porque cuando un cliente está satisfecho se convierte en el mejor vendedor de nuestro producto. Y todos sabemos lo que cuesta un buen vendedor.
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