Alberto Sanz Blanco
Martes 08 de Julio de 2025
Hablar de brunch en Madrid es hablar, casi inevitablemente, de Nolita. Con un local ya consolidado en la calle Conde de Peñalver —referente indiscutible para los amantes del desayuno tardío—, su nombre se ha ido ganando a pulso un hueco entre los imprescindibles de la capital. Ahora, ese éxito se expande con una nueva apertura en Fernández de la Hoz, que con apenas un mes de rodaje ya apunta maneras. Un segundo espacio que conserva la esencia del original, pero con energía renovada y ganas de conquistar Chamberí a base de café de especialidad, estética cuidada y platos que combinan indulgencia, color y sabor.
La fusión de breakfast y lunch ha dejado de ser una moda pasajera para convertirse en una auténtica institución en Madrid, una ciudad donde el turismo internacional convive con un ritmo de vida frenético y donde cada vez hay más necesidad de espacios que inviten a parar y disfrutar sin prisas. Lo que antes se reservaba casi en exclusiva para los fines de semana, hoy se extiende también a los días laborables, consolidando una tendencia que responde tanto al estilo de vida flexible de muchos madrileños como a la demanda constante de los visitantes. En ese contexto, propuestas como la de Nolita brillan con luz propia: versátiles, disponibles durante todo el día y todos los días de la semana, y bien ejecutadas que entiende las nuevas formas de socializar en torno a la mesa.
Antes de valorar el aspecto gastronómico, merece la pena detenerse en el ambiente. El nuevo Nolita en Fernández de la Hoz sorprende por su amplitud y luminosidad, distribuidas en dos plantas que comparten una estética cuidada y contemporánea. El nombre, heredado del célebre barrio neoyorquino —North of Little Italy—, no es casual: ya desde el primer vistazo se percibe una clara influencia norteamericana, tanto en el diseño como en el concepto. Líneas elegantes, materiales nobles y un estilo urbano que encuentra en el cemento visto uno de sus rasgos más característicos. Un espacio que invita tanto a las conversaciones pausadas como a las fotos improvisadas, tan propias del ritual brunchero. Otra seña distintiva de la marca es la atención cercana y profesional del personal. En nuestro caso, Nina nos recibió con una sonrisa amable y Anely ofreció un servicio atento y seguro, demostrando un gran conocimiento de la carta. Este cuidado refleja la dedicación de la casa no solo en lo que sirve, sino también en cómo se hace.
La carta es sorprendentemente amplia y está pensada para satisfacer tanto a los paladares más golosos como a quienes buscan opciones más saladas o contundentes. Hay equilibrio, variedad y, sobre todo, coherencia: el conjunto comparte una presentación cuidada al detalle, muy por encima de la media habitual en este tipo de formatos. Un detalle curioso es que, en la terraza, la carta se presenta como un cubo metálico que hace de soporte y decoración, aportando un toque distintivo desde el primer momento.
Entre los más destacadas, los huevos ocupan un lugar central y se ofrecen en varias versiones, todas con una base común: una salsa holandesa sedosa, aguacate fresco y una cocción precisa del huevo. Se sirven sobre pan bagel, algo no muy habitual pero que aquí funciona a la perfección, aportando textura y cuerpo al conjunto. Los Eggs Benedict de jamón ibérico introducen un punto más castizo, con un producto de calidad y bien integrado; los de salmón noruego con queso crema resultan más suaves, mientras que la versión clásica con bacon es una apuesta segura para los amantes del sabor ahumado. Por su parte, los huevos revueltos con bacon y tostada de masa madre suponen una opción más sencilla, pero no por ello menos reconfortante, ideal para los que prefieren no complicarse sin renunciar al disfrute.
Otra aproximación al brunch clásico llega con las tostas, siempre sobre pan de masa madre bien horneado, con la miga justa para absorber sin empapar. Desde la sencilla de aceite de oliva y tomate hasta la de jamón ibérico todas se adaptan a distintos antojos. La tostada de aguacate con canónigos y parmesano equilibra cremosidad y frescura, mientras que la de mantequilla y mermelada evoca los desayunos tradicionales con un toque artesanal. Si se busca algo más contundente, los brioches son una opción destacada, con combinaciones originales y siempre acompañados de chips de boniato que suman textura y dulzor. El brioche coreano, con huevo revuelto, jamón de york, queso y mayonesa trufada, es reconfortante; el de pastrami aporta un perfil especiado con mostaza y miel; y el de cochinita pibil, con cebolla encurtida, ofrece un toque más viajero.
Pero Nolita va más allá de lo habitual y también ofrece alternativas contundentes y de calidad para paladares que demandan algo más sustancioso. La estrella en este apartado es, sin duda, la Nolita Burger, que destaca por una carne en su punto exacto, jugosa y llena de sabor, perfectamente equilibrada con la mayonesa trufada, el bacon crujiente y el queso cheddar fundido, acompañada de chips de boniato. Además, cuenta con opción plant-based, una alternativa vegetal sin renunciar a la experiencia. Completan la oferta la focaccia Nolita, con burrata, pesto, mortadela italiana, aceite de oliva y tomate seco; la pechuga de pollo de corral marinada con hierbas, acompañada de hummus, boniato y ensalada; y dos ensaladas frescas: burrata con rúcula y pesto, y la clásica César con pollo, parmesano y croutons.
¿Qué sería un brunch sin su parte dulce? En Nolita no se olvidan de cerrar con una nota golosa, y lo hacen con una selección que entra por los ojos y cumple en sabores. El gofre belga con Nutella y helado de vainilla es una opción sencilla pero efectiva, mientras que las French Toast de brioche, acompañadas de sirope de arce y fruta fresca, aportan suavidad y dulzor sin excesos. Especial mención merece la Monster French Toast, una versión XL rellena de Nutella o pistacho, con helado de vainilla, fruta, sirope de arce y trozos de galleta Lotus: una bomba visual y calórica que resulta irresistible, aunque no le vendría mal un poco más de relleno para equilibrar el conjunto. También hay pancakes, servidos en torre de cuatro unidades, con sirope a elegir —Nutella, pistacho o arce—, nata y fruta, ideales para compartir y terminar con un final rotundo.
El apartado de bollería y repostería mantiene el nivel, con un horneado exquisito que deja claro el cuidado por el detalle y el sabor de auténtica bakery. Hay croissants de distintos tipos —clásico, rellenos de pistacho o Nutella, a la plancha o con jamón y queso—, todos con buena textura y un laminado digno de mención. A esto se suman piezas como el cinnamon roll, el muffin de pistacho, las cookies, el bizcocho casero o el yogur con granola y frutos rojos, además de la imprescindible tarta de queso.
Otra de las señas de identidad es su propuesta líquida, especialmente en lo que respecta al café, tratado aquí con mimo, variedad y un enfoque claramente diferencial. Bajo el sello Coffee Club, la carta reserva un espacio destacado para los amantes del buen café, con dos perfiles bien definidos: uno elaborado con 100 % arábica de Colombia, ideal para quienes buscan intensidad y equilibrio, y otro de especialidad procedente de Brasil, con un perfil más suave, aromático y redondo. La variedad es amplísima, con clásicos como el americano, latte, cappuccino o flat white, y otras más creativas como el vainilla latte, lotus coffee, oreo coffee o el mocha blanco, disponibles tanto en caliente como en su versión iced. El Big Latte Nolita merece mención aparte: cremoso, generoso y servido en vaso grande, se ha convertido en una de las elecciones favoritas dqe la casa. Entre las opciones sin cafeína destacan los zumos naturales y smoothies, con una gran variedad de frutas y combinaciones muy refrescantes, especialmente pensadas para los meses de verano. En definitiva, una carta líquida pensada no solo para acompañar, sino para protagonizar este rito matutino desde la primera taza —o sorbo.
Con su nueva apertura en Fernández de la Hoz, la marca amplía territorio sin perder esencia: un brunch pensado al milímetro, con sabor, estilo y una carta que lo abarca (casi) todo. En una ciudad donde cada semana abre un nuevo local, ellos no compiten por ser tendencia, sino por perdurar. Y lo consiguen. Lo hacen con platos bien ejecutados, un ambiente que invita a quedarse y un equipo que sabe cómo hacer sentir al cliente como en casa. Porque cuando se toma en serio, se nota. Y en Nolita, se nota mucho.