Jueves 24 de Julio de 2025
Leído › 3780 veces

El sector vitivinícola de la cuenca mediterránea atraviesa un momento de cambio ante el avance del cambio climático, según recoge un informe reciente del consorcio europeo Climed-Fruit. Este proyecto, financiado por la Unión Europea, reúne desde 2020 a centros de investigación, universidades, cooperativas agrícolas, bodegas y administraciones de España, Francia e Italia. Su objetivo es buscar soluciones para que cultivos leñosos perennes como la vid, el olivo, el almendro o el cerezo puedan adaptarse y resistir condiciones ambientales cada vez más extremas.
El estudio, titulado "Adaptation to climate change and mitigation for perennial crops in Mediterranean area", parte de una realidad: la región mediterránea experimenta un calentamiento más rápido que otras zonas del planeta, sufre sequías recurrentes y erosión del suelo. Estos factores ponen en riesgo tanto la producción como la calidad del vino. Los trabajos coordinados por Climed-Fruit se centran en la gestión del suelo y el almacenamiento de carbono, la mejora de la resistencia ante olas de calor y sequías, y la adopción de sistemas agrícolas sostenibles que permitan al viñedo sobrevivir en condiciones más áridas y variables.
El informe señala que la agricultura mediterránea aporta cerca del 30 % de las emisiones totales de gases de efecto invernadero de origen humano en la región. Revertir la degradación del suelo se ha convertido en una prioridad europea, como establece el Pacto sobre el Suelo aprobado por la Comisión Europea en 2021. Para ello, los investigadores proponen una combinación de técnicas adaptadas al clima y al territorio, avaladas por experiencias piloto en viñedos y huertos reales.
Entre las prácticas recomendadas figura la aplicación de compost y otros abonos orgánicos obtenidos a partir de restos de poda y residuos vegetales. Ensayos realizados en viñedos valencianos y del sur de Francia han demostrado que el uso regular de compost permite reducir hasta un 70 % los insumos externos y mantener la calidad de la uva incluso en campañas marcadas por la sequía. El compost y su derivado, el té de compost, mejoran la estructura del suelo, aumentan la actividad biológica y ayudan a las plantas a soportar estrés hídrico al favorecer la retención de agua en periodos críticos. En variedades como Crimson Seedless y Sofia, estas enmiendas han incrementado la concentración de azúcares y mejorado el estado hídrico de las cepas.
Otra técnica analizada es el mulching, que consiste en cubrir el suelo con materiales orgánicos como virutas de madera, restos triturados de poda o corteza de árbol. El proyecto VITIMULCH ha probado durante tres años diferentes tipos de mulching bajo las hileras de vid en viñedos franceses. Los resultados muestran un aumento del 2,5 % en materia orgánica del suelo, mayor presencia de lombrices y organismos beneficiosos y una mejor conservación de humedad durante los veranos secos. Además, esta técnica protege frente a la erosión y reduce el uso de herbicidas.
El aprovechamiento integral de los restos de poda es otro punto clave. Climed-Fruit recomienda triturar estos materiales y repartirlos entre las hileras del viñedo en lugar de quemarlos o retirarlos. Así se crea una capa protectora que reduce la evaporación, aporta carbono al suelo y ofrece refugio a fauna auxiliar. Cuando se combina con mulching, el incremento de carbono orgánico puede alcanzar hasta un 73 % en el suelo.
La gestión sostenible también incluye los residuos generados en las bodegas. El proyecto WETWINE ha desarrollado tecnologías para transformar los lodos resultantes del tratamiento de aguas residuales en abonos orgánicos seguros para su uso agrícola. Mediante digestión anaerobia y tratamiento en humedales artificiales, estos residuos pueden reincorporarse al ciclo agrícola, cerrando el círculo de nutrientes y reduciendo la dependencia de fertilizantes comerciales.
El biocarbón es otra solución estudiada por Climed-Fruit. Se obtiene mediante pirólisis de restos vegetales y su aplicación periódica aumenta el contenido de materia orgánica en el suelo y mejora su capacidad para retener agua durante los meses secos. La Unión Europea ya ha autorizado su uso en agricultura ecológica.
La reducción del laboreo y el manejo adecuado de cubiertas vegetales forman parte también del conjunto recomendado por Climed-Fruit. La cobertura vegetal permanente limita la erosión, mejora la estructura del suelo y almacena carbono. Ensayos realizados en Languedoc, Valencia y Toscana han mostrado que introducir tréboles autosiembra o mezclas controladas favorece el equilibrio entre crecimiento vegetal y competencia por recursos hídricos o nutrientes. El pastoreo con ovejas durante el invierno se recupera como herramienta eficiente para mantener estas cubiertas sin recurrir a herbicidas.
Ante temperaturas extremas cada vez más frecuentes, Climed-Fruit recomienda instalar mallas de sombreo sobre las viñas. Esta técnica ya se utiliza en algunos viñedos españoles e italianos para reducir quemaduras solares, retrasar hasta cinco días la maduración de la uva y mejorar parámetros como acidez o acumulación aromática. Ensayos realizados en viñedos destinados a vino espumoso en Italia han mostrado que elegir bien color y grado de sombreo permite modular la maduración durante semanas críticas.
La aplicación foliar de caolín también figura entre las recomendaciones validadas por Climed-Fruit. Este mineral blanco refleja parte de la radiación solar, reduce temperatura foliar y protege frente al estrés térmico. En viñedos valencianos con variedad Marselan se ha comprobado que mejora color y perfil aromático del vino además de conservar mejor los racimos durante episodios calurosos.
La agroforestería mediante setos perimetrales o arbustos entre hileras aparece como herramienta adicional para almacenar carbono y conservar suelo. Experiencias piloto indican que estos setos pueden fijar más de 600 kilogramos equivalentes CO₂ por hectárea al año además de aumentar biodiversidad local.
Climed-Fruit concluye que adaptar el viñedo mediterráneo al cambio climático requiere transferir estas prácticas a gran escala. Para facilitarlo ha desarrollado herramientas digitales que permiten a viticultores evaluar impacto sobre carbono del suelo o productividad futura según distintas estrategias aplicadas. La colaboración entre cooperativas agrícolas, bodegas y administraciones públicas será clave para acelerar esta transición hacia una viticultura capaz de resistir condiciones climáticas más exigentes sin perder su papel central en economía ni paisaje mediterráneo.
Leído › 3780 veces