El aeropuerto de Florencia tendrá un viñedo de 8 hectáreas en la azotea

El proyecto vitivinícola que transformará el Aeropuerto Amerigo Vespucci y rinde homenaje a la Toscana

Miércoles 14 de Febrero de 2024

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La reciente iniciativa de incorporar un viñedo en la azotea del nuevo terminal del Aeropuerto Amerigo Vespucci en Florencia marca un punto de inflexión en la concepción de los espacios aeroportuarios, combinando la funcionalidad con la preservación y promoción de las tradiciones vitivinícolas toscanas. Este proyecto, no solo destaca por su innovación arquitectónica, sino también por su potencial para fusionar la industria del vino con el sector turístico y aeroportuario, creando un nuevo punto de referencia para la sostenibilidad y la cultura local.

El diseño, a cargo de la firma neoyorquina Rafael Viñoly Architects, propone una estructura de aproximadamente 50.000 metros cuadrados que se integrará al resto del aeropuerto mediante un ferrocarril ligero. Lo más notable de este diseño es la incorporación de un viñedo de casi 8 hectáreas en la azotea, un concepto pionero que replantea el uso de los espacios aéreos en zonas urbanas y aeroportuarias.

Se prevé que el viñedo cuente con 38 filas de vides, aunque aún no se ha especificado qué variedades se plantarán. Es de suponer que se optará por cepas emblemáticas de la Toscana, como el Sangiovese y el Trebbiano Toscano, variedades que son pilares de la identidad vinícola de la región. La elección de las cepas será determinante para el perfil del vino que se producirá, buscando posiblemente reflejar la calidad y tradición de los vinos toscanos.

La estructura del viñedo, con sus líneas de hormigón prefabricado que contienen el suelo y el sistema de riego, soportadas por columnas que asemejan ramas, no solo es funcional sino que también ha sido cuidadosamente pensada para mantener la flexibilidad en el diseño interno del terminal. Entre las hileras de vides, se instalarán tragaluces para iluminar el terminal situado debajo, fusionando de manera eficaz la naturaleza con la arquitectura.

Según se ha anunciado, el cuidado y cosecha del viñedo estarán a cargo de uno de los viticultores más reconocidos de la región, aunque su identidad aún no ha sido revelada. El vino resultante será elaborado y envejecido en bodegas especializadas ubicadas bajo la superficie, justo donde el terreno comienza a elevarse hacia la azotea del terminal. Aunque aún no se ha definido dónde se comercializará el vino, este aspecto del proyecto genera gran expectativa sobre cómo se integrará el producto al mercado, tanto local como internacional.

La construcción del terminal y sus características adicionales está prevista para finalizar en 2035. Este horizonte temporal indica la magnitud y la ambición del proyecto, que busca no solo transformar la infraestructura aeroportuaria sino también enriquecer el patrimonio vitivinícola de la Toscana.

Sin embargo, el proyecto no está exento de escepticismo, especialmente en lo que respecta a la viabilidad de cultivar vides en un entorno tan inusual y potencialmente contaminante como es la azotea de un aeropuerto. La preocupación sobre los efectos de las emisiones de los aviones y otros factores ambientales en la calidad del vino es notable, aunque se argumenta que la proximidad a fuentes de contaminación no ha impedido el cultivo exitoso de viñedos en otras áreas afectadas por el tráfico rodado o las rutas aéreas.

Otro desafío es la logística de la cosecha, especialmente si coincide con periodos de alto tráfico de pasajeros. La gestión del espacio y la coordinación entre las operaciones aeroportuarias y vitivinícolas requerirán de una planificación meticulosa para evitar conflictos y garantizar la calidad del producto final.

Este proyecto representa una fusión única de tradición e innovación, potencialmente estableciendo un nuevo paradigma en el diseño de espacios aeroportuarios y en la promoción de la cultura vitivinícola. Al integrar un viñedo en la azotea del Aeropuerto Amerigo Vespucci, Florencia no solo reafirma su compromiso con la sostenibilidad y la preservación de su rica herencia cultural, sino que también invita a repensar cómo los espacios funcionales pueden contribuir al legado y la economía locales de formas creativas e inesperadas.

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