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Entender la calidad del vino es adentrarse en un campo de estudio tanto complejo como fascinante. Esta no solo se asienta en la composición física de la bebida, sino que también se nutre de una serie de percepciones que van más allá de lo tangible. Al hablar de 'flavor', nos referimos a esa característica multidimensional que permite que un vino adquiera identidad propia y se diferencie de otros.
Antes de profundizar en el 'flavor', resulta fundamental entender que la apreciación del vino no empieza en el paladar, sino mucho antes. Elementos como la región de origen, la añada, el diseño de la etiqueta, la reputación del enólogo o incluso el peso de la botella, influyen en la percepción que el consumidor tiene del vino. Estas percepciones extrínsecas, aunque ajenas a la composición física de la bebida, juegan un papel fundamental en la experiencia del consumidor y su apreciación de la calidad.
En contraste con los elementos externos, encontramos las percepciones intrínsecas: aquellas íntimamente ligadas al producto y que permanecen inalterables una vez el vino ha sido embotellado. Aquí entran en juego las propiedades organolépticas como el aroma, el sabor, el color y la textura o sensación en la boca. Estos aspectos son los que componen el núcleo del 'flavor' del vino y son los responsables de la impresión duradera que deja en quienes lo degustan.
El 'flavor' es un fenómeno que resulta de la interacción de las sensaciones percibidas en las cavidades bucal y nasal. No se trata solo de lo que se degusta, sino también de lo que se huele y se siente. La experiencia del aroma, en combinación con el gusto y las sensaciones táctiles, conforma una impresión global que es mucho más que la suma de sus partes.
Si bien es cierto que la bibliografía vitivinícola ha dedicado una atención considerable al estudio de los compuestos volátiles responsables del aroma del vino, el papel de las moléculas no volátiles y su impacto en el sabor y las sensaciones táctiles ha sido menos explorado. Sin embargo, la importancia de estas últimas en la conformación del 'flavor' es indiscutible.
Estudios han resaltado la necesidad de comprender mejor cómo la composición no volátil del vino afecta la percepción del 'flavor'. Uno de los trabajos más destacados en este sentido es el de Breslin, quien en su investigación "Human gustation and flavour", publicada en el Flavour and Fragrance Journal en 2001, pone de manifiesto que los compuestos no volátiles tienen un peso significativo en la base psicológica y sensorial del 'flavor'. La investigación sugiere que el conocimiento profundo de estas moléculas es esencial para entender completamente la experiencia sensorial que ofrece el vino.
La apreciación del 'flavor' del vino es un proceso que va más allá de la simple degustación. Constituye una experiencia sensorial amplia en la que intervienen tanto factores físicos intrínsecos al vino como percepciones extrínsecas que influyen en la psicología del consumidor. La enología contemporánea continúa explorando estas dimensiones con el fin de enriquecer nuestra comprensión y disfrute de esta bebida milenaria.
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