Mariana Gil Juncal
Jueves 07 de Enero de 2021
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María Luz Marín, es fundadora, dueña y enóloga de Viña Casa Marín, una de las bodegas más premiadas de Chile que se propuso desde sus comienzos elaborar "los mejores vinos de clima frío del mundo, gracias a las características únicas de su privilegiado terroir".
"Desde el momento en que decidí plantar y armar mi propio proyecto sabía dónde iba a hacerlo, sería en Lo Abarca, a 100 km de Santiago de Chile, porque mis raíces estaban allí, en ese pueblo. Mi padre tenía un terreno y pasábamos muchas vacaciones, así que le tomé mucho cariño a ese lugar. Año tras año me fijaba en los distintos cultivos que se generaban en la zona, que eran de altísima calidad ya sea lechugas, hortalizas, etc. Y me fui entusiasmando cada vez más y más con ese terroir. Las condiciones eran muy hostiles pero yo sabía que la vid iba a darse perfectamente cuando recordé a un gran profesor que tuve en la carrera de enología qué nos decía: ´La vid es una de las plantas más nobles del planeta´, entonces aposté por eso", cuenta Marín, quien al principio fue tratada de "loca" por haber elegido ese lugar "super frío y al lado del mar".
El sueño aventurero de tener la viña en el lugar exacto donde sentía que estaban sus raíces "fue una apuesta bastante difícil y riesgosa" que, además de enfrentarlo sola tuvo desafíos naturales como la adversidad del clima extremo, la falta de agua y su condición de mujer emprendedora en una época en la que la profesión estaba ampliamente dominada por los hombres. A pesar de todas estas dificultades, y alimentada por ellas, se convirtió en el año 2000 en la única mujer en ser fundadora, dueña y enóloga de una viña en Sudamérica, logrando con ello materializar el sueño de que sus vinos hayan sido reconocidos y premiados a nivel internacional. Hoy, su hijo Felipe Marín, es el enólogo de Viña Casa Marín, quien sigue el legado que su madre empezó a construir hace varios años atrás.
Lo especial del viñedo, situado en Lo Abarca, una de las subdivisiones del valle de San Antonio, es para Marín la cercanía al océano Pacífico. "Estamos a tan sólo 4 km del mar, por eso la niebla es recurrente tanto en verano como en invierno. Es un área de mucho viento, mucha humedad y donde las temperaturas pueden llegar a bajar considerablemente durante la época de crecimiento y maduración de las uvas. Por otro lado, las pendientes son bastantes pronunciadas y el clima frío dificulta el trabajo de las vides. Las cosechas no son abundantes, pero las plantas que aquí crecen son fuertes, de uvas sanas y con una mayor concentración de sabor y mineralidad con las que se logra producir distinguidos vinos con personalidad y carácter propio", describe.
Viñedo Casa Marín
Los vinos de Viña Casa Marín se destacan por una altísima calidad, con una elaboración muy delicada y todos siguen la premisa del "single vineyard", lo que significa que cada cuartel se cosecha y vinifica por separado. Así se mantienen las características de cada sector dando origen a vinos con personalidades marcadas y diferentes que aportan grandes complejidades a las mezclas finales. Los vinos blancos son de mucha frescura, rica acidez natural y aromas distintivos; en tanto que los tintos son elegantes, finos y complejos. Los varietales que plantan y elaboran son Pinot Noir, Sauvignon Blanc, Syrah, Riesling, Gewürztraminer y Sauvignon Gris.
La línea Cartagena, la más vendida de la bodega, es reconocida en Chile y en el mundo por su excelente relación precio calidad. Además, absolutamente todos los vinos han recibido a partir de 90 puntos por los críticos especializados Robert Parker y James Suckling. Imperdibles son el Cartagena Sauvignon Blanc 2019ideal para acompañar ensaladas frescas, queso de cabra y todo tipo de mariscos y pescados. Puntajes: La Cav 93 pts y Wine Advocate 91 pts; y el Cartagena Pinot Noir 2018, que presenta un caracter afrutado y fresco, tanto que se puede considerar un gran tinto de verano perfecto para descorchar junto a pastas o pizzas, o por qué no junto a platos protagonizados con carnes blancas como pollo o cerdo. Puntajes: Wine Advocate 92+ pts, Decanter 92 pts y Tim Atkin 90 pts.
A orillas de lo impensado, Bodega Trapiche Costa y Pampa, se sitúa a tan solo 6 kilómetros del mar en Chapadmalal, provincia de Buenos Aires, Argentina. En una zona totalmente alejada de las reconocidas regiones vitivinícolas como el Valle de Uco o los Valles Calchaquíes. Allí las suaves lomadas dicen presente junto al particular clima costero y juntos sellan el estilo tan particular de la única bodega de vinos nacional con influencia oceánica.
Ezequiel Ortego, enólogo de la Bodega Trapiche Costa y Pampa, dejó su Mendoza natal donde se estaba especializando en la elaboración de Malbec -en el más clásico de los terruños argentinos- para trasladarse a la única zona costera con viña del país. "Es un terroir que tiene primaveras de bajas temperaturas que hace que tarde en florecer la vid y tengamos riesgos de heladas hasta entrado el mes de noviembre. Las noches son frías en verano con una buena cantidad de precipitaciones durante todo el ciclo vegetativo, lo que nos permite tener un viñedo a secano, es decir, que no se riega, y todo el agua que recibe las plantas es de lluvia" explica.
A diferencia del clima de montaña, Chapadmalal por su clima frío, intenso régimen pluvial y una menor amplitud térmica ofrece vinos más frescos y delicados, de gran complejidad aromática y buen volumen. "Los vinos marítimos que hacemos son frescos, de buena acidez y tienen una baja graduación alcohólica, lo que los hace muy fáciles de tomar. Además, tienen una buena intensidad aromática, con predominancia de aromas cítricos y a frutas tropicales (en los vinos blancos)", detalla orgulloso el enólogo y agrega que son vinos que acompañan muy bien la gastronomía marítima. ¿Sus favoritos? Los peces y langostinos de la zona.
La bodega cuenta actualmente con 26 hectáreas de viñedos divididos entre 11 variedades diferentes de uva. Algunas son ensayos (recientemente implementaron 1 hectárea de Mencía, variedad tinta originaria de Galicia, España, y también Pinot Blanc, variedad blanca de la región francesa de Alsacia) y otras se utilizan para sostener el grueso de la producción. La estrella de las tintas, es el Pinot Noir, como en Chile, ya que tras las primeras experiencias frustradas con la insignia argentina, el Malbec, se dieron cuenta que cerca del mar se dan muy bien los blancos y las tintas suaves. Pero el Malbec, no.
Así que en una región donde no reina la afamada Malbec, uno de desafíos más grandes de elaborar vinos cerca del mar (y tan alejados de las regiones productoras del país) hacen que la división del tiempo del trabajo sea totalmente distinta. De hecho, Ortego dedica 70% de su día a controlar la finca y el 30% restante a la elaboración del vino. "Desde el área vitícola los desafíos más importantes fueron la adaptación al clima húmedo y frío de Chapadmalal al que no estábamos acostumbrados en los otros terruños de Argentina. Y también hubo un gran desafío humano: empezar a capacitar a la gente que iba a trabajar en nuestra finca en las labores de la vitivinicultura. No había gente capacitada en la zona y hoy puedo decir con orgullo que el equipo que tenemos en Chapadmalal está a la par de cualquiera de las grandes zonas vitivinícolas de Argentina".
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