Los vinos del tiempo: en su mejor momento

José Peñín

Viernes 21 de Noviembre de 2025

El tiempo redefine grandes vinos españoles

El vino es una explosión molecular con vida propia. El tiempo en botella va imprimiendo en esas moléculas las diferentes expresiones año tras año. Lo he contado en varias ocasiones: el vino no muere de viejo, sino que lo asesina el tapón sin fecha exacta. Y así los chicos de la Asociación Síndicos del Gusto (la siempre activa Carmen Fuentes, el ojo fotográfico de Federico Pollés y el refinado mensaje periodístico de Federico Oldenburg) idearon la fórmula de abandonar por una jornada los vinos de la novedad (son los mismos que organizan Los Vinos Radicales) para centrarse en una muestra tan original como descorchar vinos en el momento culmen de su sabor que son los nacidos en los últimos 40 años.

Fue el pasado día 17 de noviembre cuando 18 bodegas con pedigrí hicieron probar sus vinos añejos cuando alcanzan la plenitud de su vida que, como el ser humano, se produce en su madurez. En mi experiencia de catar vinos viejos y viejísimos, he comprobado que cuando un vino da todo de sí es a partir de los 10 años los blancos y 20 años los tintos. Me refiero que, en ese límite, el vino comienza a adquirir los valores del tiempo como son las notas reductivas, especiadas, taninos redondos, evocaciones de cuero, cajón de mueble viejo y frutos secos sin perder los brillos de la juventud. Mas viejos que este periodo no son mejores, sino diferentes, cuando se imponen los matices de su largo reposo anaeróbico. Se dice que cuando un vino de 50 u 80 años -por señalar un tiempo de vejez- es sublime, es porque se parece a un vino de 20 o 30 años, o sea que la elegancia de ese tiempo se entrecruza con algún rescoldo de su juventud.

Mi paseo por el tiempo

Copa en mano, empujando involuntariamente la barrera humana de cada mesa, me puse a recorrer las bodegas de este encuentro de gente más o menos joven ansiosa de encontrarse con la vejez enológica.

Alenza 1996 me pareció una suma de elegancia añeja y fruta madura todavía presente, Gaudium 1994 asomaba una complejidad y expresión de un vino de 10 años. Uno de los vinos que mejor envejeció fue Montecillo Gran Reserva 1982 con toda la belleza que pueda uno encontrar en un vino de 43 años, sedoso, con una acidez que era un soplo de frescura entre tanto recuerdo a cuero, tabaco e incienso; no esperaba tanto de esta bodega.

La Colección Histórica del tinto Conde de los Andes 2001 nos recordaba a una de las mejores cosechas del actual siglo. También el blanco Conde de los Andes 1983 con esos rasgos entre hidrocarburo y frutos secos de los grandes blancos cuando envejecen. Marqués de Riscal, líder mundial de vinos viejísimos, me encantó papilarmente con su Barón de Chirel 2001 como corresponde a una gran cosecha, así como también el recuerdo terciario de un lejano Marqués de Riscal 1956.

Con Rioja Alta 904 cosecha 2005 percibí un clásico en la modernidad. Recaredo con su Homenatge a Jose Mata Capellades 2004 es la mejor representación de lo refinado que es un espumoso catalán cuando envejece. Mantener la frescura y elegancia con tantos años en botella es una hazaña y para nosotros un lujo. Jean León Vinya La Scala Cabernet Sauvignon gran reserva 1990 impone su dimensión con su resistencia al tiempo, la elegancia y su pionerismo en la elaboración de los primeros cabernets españoles. Abadía Retuerta con Cuvee Palomar 1997 y Cuvee Campanario de la misma añada, aún se sostiene en su color todavía algo oscuro y aquella expresión de fruta madura que nos sedujo hace más de 25 años.

El tiempo le han añadido elegancia y finura. Para terminar, probar al rey de los vinos del tiempo como son los de Jerez con Valdespino con su Amontillado Coliseo VORS. Aromas aldehídicos, perfume envolvente y una persistencia en boca que mantuve hasta que abandoné el recinto. Todo un viaje al pasado sensorial. Ya estoy ávido de acudir el próximo año.

José Peñín
Posiblemente el periodista y escritor de vinos más prolífico en habla hispana.

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