Alberto Sanz Blanco
Lunes 03 de Noviembre de 2025
En pleno corazón de Chueca, entre luces tenues y una atmósfera que parece sacada de un cuento, aparece Serendipia La Caza Endulzada: un espacio donde el hallazgo fortuito se convierte en destino. Su propuesta juega, precisamente, con esa idea de encontrar sin buscar, de dejarse llevar por los aromas, las texturas y la fantasía que impregna cada rincón. Aquí, la "serendipia" deja de ser casualidad para transformarse en una invitación a descubrir placeres dulces y salados con una dosis de magia y teatralidad.
El local despliega un universo sensorial donde lo onírico se encuentra con lo vegetal. Al cruzar la puerta, el visitante entra en un bosque encantado iluminado por guirnaldas, neones y lámparas de cristal, cuyos reflejos dorados acarician paredes cubiertas de flores, hojas y espejos. Cada rincón guarda un detalle o una referencia oculta, desde relojes suspendidos hasta objetos con apariencia casi viva. El espacio se organiza en dos plantas con identidades distintas: la superior recrea la clásica novela de "Alicia en el País de las Maravillas", con colores imposibles y alusiones a la literatura fantástica; la inferior sorprende aún más, gracias a juegos de espejos que generan ilusiones ópticas y un rincón reservado a la tarotista los jueves, que añade misticismo a la experiencia. En definitiva, invita a perderse —y encontrarse— entre fantasía y placer gastronómico.
Reflejo inmediato de la atmósfera del local, la carta aparece como un tabloide cuya portada destaca las novedades e incluye un código QR para acceder al menú completo. Además, se entregan cartas con preguntas —divertidas, profundas o cargadas de misterio— pensadas para romper el hilo de la conversación o generar complicidad entre los comensales. Iria acompaña la experiencia explicando cada detalle con precisión, sin invadir el espacio del visitante y siempre con una sonrisa discreta.
La propuesta gastronómica invita a un recorrido de descubrimiento y sorpresa. Cada plato combina creatividad con reinterpretaciones de sabores latinos y toques inesperados que permiten que los ingredientes brillen con naturalidad. Las elaboraciones son sencillas, pero bien ejecutadas. Pequeños guiños transforman cada elección en un hallazgo y cada bocado estimula el paladar y despierta la curiosidad del comensal.
Los entrantes funcionan como pequeños hechizos para compartir. Durante nuestra visita, sobresalieron especialmente las Empanaditas de pollo y ternera, rellenas de sabor venezolano. La fritura resulta impecable: consistente, nada aceitosa, y la masa mantiene un crujido perfecto que acompaña al relleno. Aunque el de pollo podría ser más jugoso, viene con una salsa que aporta frescura y realza el sabor. Los amantes del queso disfrutarán con los Tequeños, las Croquetas o la Ensalada, estas dos últimas con queso de cabra.
El encanto continúa con los hechizos salados, mediante una trilogía de propuestas servidas sobre gofres, donde el toque dulce del bocado se entrelaza con sabores más potentes y crujientes. Entre ellos destaca el Gofre con pollo crujiente, salsa barbacoa y topping de cebolla frita. El rebozado del pollo está lleno de sabor y bien ejecutado, aunque la base del gofre podría resultar más tersa para lograr un conjunto más equilibrado. Los dos restantes incorporan burrata, crema de calabaza o queso de cabra y pistacho.
Como opciones más contundentes, apostamos por las Fajitas, con tiras de ternera y de pollo muy jugosas, salteadas con pimientos asados y acompañadas de aguacate, pico de gallo y queso fresco de la casa. Estos aportan frescura equilibrando la intensidad de las carnes. Como aportación, podrían servirse en cuencos separados para no mezclar sabores y permitir al comensal decidir su combinación. En esta sección otros platos interesantes pueden ser el Arroz con gambas y las Costillas de cerdo cocinadas a fuego lento.
Casi por arte de magia acabamos en los postres, donde de nuevo se despliega una amplia variedad. Destacan las French toast, presentadas con diferentes complementos y toppings —tiramisú, maracuyá o pistacho—. Aunque el nombre remite a la versión clásica, la base adopta una textura muy jugosa, más cercana al estilo americano. En este caso, el pan absorbe ligeramente en exceso la mezcla, lo que resta algo de firmeza al conjunto. También encontramos variedad en tartas como la de queso, zanahoria o red velvet.
Pero la experiencia no termina aquí. Si algo distingue a este restaurante son sus cócteles, rebautizados como pociones, disponibles con y sin alcohol. Cada creación parte de un destilado base al que se suman diferentes ingredientes y matices y cuyos nombres continúan el hilo conductor de lo fantástico. Conviene visitar su página web para descubrir y entender la filosofía e historia que hay detrás de cada uno. En algunos casos, como El Recuerdo, cada uno puede prepararlo a su gusto, lo que añade un componente lúdico y participativo a la experiencia.
Para los amantes del brunch, Serendipia ofrece también múltiples propuestas temáticas, como la edición especial de Halloween. Incluye croissant con queso crema, queso de cabra, tomate cherry asado, setas y jamón; tostas de huevo cocido con aguacate; french toast de tiramisú y donut de chocolate con pistacho. Todo ello acompañado de una poción mágica a elección del comensal y presentado con la misma estética que impregna el lugar.
Serendipia es uno de esos lugares donde el juego, la fantasía y la gastronomía son todo uno. Una propuesta diferencial dentro de la oferta madrileña, capaz de divertir y despertar la curiosidad. Su encanto reside precisamente en eso: en descubrir sin prisa, en dejarse sorprender y encontrar, casi por azar, ese pequeño instante de magia que da sentido a su nombre.