Martes 30 de Septiembre de 2025
La relación de la generación Z con el vino está cambiando los hábitos de consumo en Estados Unidos y otros países occidentales. Según datos de la consultora IWSR, más de la mitad de los jóvenes estadounidenses afirma no haber consumido alcohol en los últimos seis meses. Sin embargo, esto no significa que hayan dejado de lado el vino, sino que lo consumen de una forma diferente a la de generaciones anteriores.
Lily Taggart, chef en Nueva York de 21 años, explica que los jóvenes buscan vinos con menos graduación alcohólica y más sabor. Para ella, es importante poder socializar durante varias horas sin perder el control ni olvidar las conversaciones. Esta tendencia se refleja en la preferencia por vinos naturales, sostenibles y estilos innovadores como los tintos servidos fríos o los vinos naranjas.
Steve Riboli, presidente y consejero delegado de la marca Stella Rosa, señala que este grupo prefiere bebidas fáciles de tomar en reuniones sociales largas. Por ello, su empresa ha ampliado la gama con sabores como cereza negra, fresa, piña con chile o sandía con chile. Además, han lanzado Spritz Del Conte, una línea de cócteles listos para consumir, tras observar el interés de estos consumidores por las bebidas tipo cóctel.
El precio y la accesibilidad también influyen en las decisiones de compra. Kristin Olszewski, fundadora del sello Nomadica y ex sumiller en restaurantes con estrella Michelin, indica que muchos jóvenes consideran el mundo del vino tradicional como elitista y caro. La terminología técnica y la cultura del mantel blanco pueden resultar inaccesibles para quienes se inician en este ámbito. Por eso, locales como Sauced en Brooklyn han ganado popularidad entre la generación Z. En este bar no hay carta: los clientes describen el ambiente o los sabores que buscan y reciben recomendaciones personalizadas sin necesidad de conocimientos previos sobre vino.
Mira Hobbs, fundadora del club social On Cloud Wine en Nueva York, afirma que estos espacios hacen que el vino resulte intuitivo y fácil de disfrutar. Clubes similares como Chardonngay o Wine for Me están surgiendo en distintas zonas urbanas para fomentar una cultura del vino más cercana y social.
Nomadica apuesta por formatos alternativos como latas o cajas y ofrece vinos clásicos junto a opciones como un rosado con yuzu o un vino naranja. Todos sus productos son bajos en azúcar y calorías. Además, incluyen un código QR en el envase que dirige a una lista musical pensada para acompañar la experiencia. Olszewski considera que existe un interés real por aprender sobre vino entre los jóvenes, pero rechazan actitudes paternalistas o excluyentes.
La salud es otro factor relevante. Hoxie Spritzer es una bebida a base de vino con baja graduación alcohólica y sin azúcares añadidos. Su fundador, Josh Rosenstein, buscaba crear un producto fácil de beber durante reuniones sociales sin afectar al bienestar físico al día siguiente. Hoxie combina sabores familiares como el pomelo con ingredientes menos habituales como la flor de saúco.
El sector vinícola tradicional observa estos cambios e intenta adaptarse a las nuevas demandas. Los productores buscan fórmulas para acercar el vino a consumidores jóvenes mediante precios asequibles, envases prácticos y propuestas innovadoras tanto en sabor como en presentación.
Lily Taggart resume este cambio generacional señalando que antes asociaba el consumo de vino a personas mayores o con alto poder adquisitivo. Ahora identifica al consumidor joven con alguien urbano e interesado por nuevas experiencias sociales y gastronómicas. La generación Z está impulsando una transformación en la forma de entender y disfrutar el vino, alejándose del formalismo clásico y priorizando la autenticidad y la conexión personal.