Antonio Viñal
Lunes 08 de Septiembre de 2025
La entrada en vigor de la nueva normativa sobre la Política Agrícola Común (PAC) ha traído consigo, entre otras cosas, la conversión del Programa de Apoyo al Sector Vitivinícola Español (PASVE) (Real Decreto 1363/2018, de 2 de noviembre) en la Intervención Sectorial Vitivinícola (ISV) (Real Decreto 905/2022, de 25 de octubre), y con ella la puesta en marcha de unos cambios en materia de estrategias, objetivos y resultados en principio destinados a resolver las debilidades detectadas en el Sector. Sin embargo, al leer el texto de este último Real Decreto con el detenimiento que el caso requiere, uno tiene la impresión que, más que resolver estas debilidades, lo que se ha perseguido es aumentarlas, desarrollando barreras legales e intensificando cargas administrativas, en un contexto en el que parecen primar por encima de cualquier otra consideración aspectos tales como el cambio climático, el medio ambiente y la sostenibilidad, importantes, sí, pero no suficientes.
Con todo, el Real Decreto en cuestión hace hincapié en algo que es clave para nuestras empresas, sobre todo en un momento como el actual, en el que el comercio internacional oscila entre la imposición de aranceles (Estados Unidos) y la desaparición de los mismos (UE-Mercosur), como es "intensificar las promociones de los productos vitícolas españoles en terceros países", "focalizar los esfuerzos en (estas) promociones" y "concentrar promociones y esfuerzos en intervenciones e inversiones", algo que es absolutamente necesario. A tal efecto, regula en diversos Anexos, desde el XX hasta el XXVIII, las acciones y subacciones de promoción, los modelos de formularios en la intervención de promoción en terceros países, los criterios de priorización de programas en la intervención de la promoción o las condiciones para la subvencionalidad de los costes de personal, gastos administrativos y otros.
Entre estos terceros países cuya potencialidad merece la pena explorar se encuentran los que están situados en el Sudeste Asiático y que en conjunto constituyen un mercado compuesto por más de 672 millones de consumidores, un mercado que, a pesar de las crisis y recesiones mundiales de estos últimos años, está creciendo a un promedio anual del 5%, en parte gracias a la emergencia de una clase media-alta con creciente capacidad adquisitiva, a las preferencias occidentalizadas de una población joven y al persistente incremento del turismo. Todas estas circunstancias contribuyen a que el consumo del vino crezca de modo gradual en cada uno de ellos, a mayor o menor ritmo, pero en cualquier caso de forma sostenida, de acuerdo con las singularidades culturales y/ o religiosas de cada uno de ellos, según se trate de países de mayoría católica -Filipinas-, budista -Tailandia o Vietnam- o musulmana -Indonesia o Malasia-.
Empezando por el primero de ellos, Filipinas, en el que nuestro Despacho cuenta con oficina y empleados propios desde el mes de noviembre del año pasado, es importante destacar las características del mismo (oferta, perfil y tendencia de los consumidores), actores (importadores y distribuidores) y regulaciones (principalmente arancelarias y fiscales), con objeto de poder calibrar las posibilidades de entrar en él. En cuanto a las características, conviene recordar que el mercado filipino del vino es un mercado en plena expansión tanto en valor como en volumen, con una tasa de crecimiento anual compuesto (CAGR) del 3,5% entre 2018 y 2022 y -esperado- del 5,4% entre 2023 y 2027, así como con un notable cambio de tendencia hacia vinos de calidad importados, tintos más que blancos, procedentes de determinados países productores, como Estados Unidos, España, Francia, Italia y Australia, consecuencia de una mayor sofisticación en los gustos del consumidor local.
Con relación a los actores, hay que subrayar el papel de los importadores, sujetos a la obtención de un certificado de registro de producto, que sólo puede ser solicitado por quien esté en posesión de una licencia para operar, para lo que la colaboración con el exportador es esencial. También el de los distribuidores, en concreto hoteles, restaurantes y cafeterías -canal HORECA-, junto con el de otros negocios de hostelería y restauración, como hipermercados, supermercados, tiendas de conveniencia o de proximidad y bares especializados. Y, en fin, en estos últimos años, sobre todo a partir del COVID-19, el de los canales digitales y el comercio electrónico, impulsados por la comodidad de las compras en línea, la conexión directa del consumidor con el importador y la oferta de amplias selecciones de vinos, en el que destacan mercados especializados y plataformas electrónicas, como Winery.ph y Boozy.pf, entre otros.
Respecto a las regulaciones vigentes, en particular las que se refieren a aranceles e impuestos, hay que señalar que mientras que los primeros ascienden a un 7% del precio CIF, los segundos, si son especiales, se fijan por graduación alcohólica y por litro importado: en el primer caso, el incremento anual es de aproximadamente un 4%, por lo que para un vino cuya graduación sea igual o inferior al 14% este impuesto ascendería, salvo error u omisión, a unos 33 pesos filipinos (PHP) -unos € 0,5- por litro; y, en el segundo, de un 12% del precio CIF, a lo que habría que añadir, en su caso, los márgenes comerciales de la correspondiente cadena de distribución. Por ello, el precio medio varia enormemente, dependiendo, entre otros factores, de si el vino es tinto o blanco, o, por ejemplo, americano o español, pues mientras que un vino tinto americano del Valle de Napa puede llegar a € 41, uno español de La Rioja de igual o superior calidad, salvo determinadas añadas, no alcanza en cambio los € 23.
Con una economía en crecimiento y un mercado del vino en expansión, todo parece indicar que el consumo seguirá en auge, circunstancia que las bodegas españolas deberían aprovechar para desarrollar en Filipinas estrategias individualizadas, aprovechando, por un lado, las oportunidades de promoción o inversión establecidas por la Intervención Sectorial Vitivinícola (ISV); y, por otro, los objetivos fijados por la Estrategia de Acción Exterior de España 2025-2028 en Asia-Pacífico, entre los que sobresalen, con carácter prioritario, los que estén relacionados con Filipinas -junto con Indonesia y Vietnam-. Cada una de estas estrategias, ya sean de apertura, diversificación -tal vez estimuladas por una caída de las exportaciones a China superiores al 30% en 2024- o consolidación, exige, al menos en los dos primeros casos, un conocimiento del mercado filipino lo más detallado posible, para lo cual la colaboración de consultores, importadores o distribuidores es esencial, ya que sin ella convertir expectativas en realidades será poco menos que imposible.
Más información |
---|
El sector del vino en el Sudeste Asiático: (II) Indonesia |