Asociaciones clásicas, parejas insólitas, mezclas inesperadas… gracias a un buen maridaje, los vinos se asocian a los platos para sacar lo mejor de ambos. La regla de oro es mantener un correcto equilibrio, de forma que ninguno tape al otro y, en cambio, potencie su sabor.
- El exceso de sabores no es lo mejor, así que no conviene servir muchos vinos diferentes en la misma comida.
- Si solo se va a servir un vino, es preferible que sea sencillo y esté acorde con el plato principal
- Los vinos ligeros deben tomarse antes que los vinos con cuerpo.
- Los vinos frescos (blancos, rosados, espumosos) deben tomarse antes que los que se consumen a temperatura ambiente (crianzas, reservas).
- El vino seco se toma al principio de la comida, como aperitivo, mientras que los abocados o dulces van mejor al final.