Belposto: Un pedazo auténtico de Italia en el corazón de Madrid

Un refugio de la cocina italiana en Madrid, donde tradición, calidad y calidez se combinan para ofrecer una experiencia gastronómica honesta y memorable, que invita a volver de nuevo

Jueves 22 de Mayo de 2025

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En plena calle Alcalá ha abierto recientemente —con menos de medio año de vida— una nueva pizzería que ya comienza a ganarse un lugar entre los amantes de la cocina italiana auténtica: Belposto. Con una propuesta que une la calidez del recetario tradicional de Italia, una ejecución cuidada y precios ajustados, este rincón recién llegado desde México con el respaldo del Grupo Posta promete ser un imprescindible para quienes buscan sabor, honestidad y un pedazo de Italia servido en plato caliente.

La decoración es sencilla pero funcional, con un aire desenfadado que no busca deslumbrar sino acompañar: el logotipo del restaurante preside la pared central con sobriedad, mientras que la amplia terraza se presenta como una excelente opción tanto para una comida al aire libre como para un picoteo más informal. El local también dispone de una planta baja pensada para eventos privados y corporativos. Pero antes incluso de entrar a valorar su propuesta culinaria, conviene detenerse en un detalle que marca la diferencia: la amabilidad y calidez de todo el equipo. En mi caso, fue Jéssica quien ofreció un servicio atento y cercano, al igual que E. Cilia, el Chef Ejecutivo, un afable italiano que recorre la sala con una sonrisa genuina, interesándose por cada mesa con un trato personalizado que recuerda al espíritu de las trattorias familiares. Ese cuidado humano, tan escaso como valioso, también deja sabor a hogar e invita, sin duda, a volver.

En el apartado de antipasti, Belposto despliega una selección pensada para abrir el apetito con sabores reconocibles y bien ejecutados. Desde el Carpaccio Savona con finas láminas de ternera realzadas por el toque cítrico del limón y la rúcula fresca, hasta los Carciofi Gratinati, unos corazones de alcachofa gratinados con mozzarella en una salsa blanca que resulta tan reconfortante como sabrosa. Destacan también clásicos como la Burrata, presentada con rúcula, tomate cherry y jamón serrano, y los Calamari Romana, fritura de potera con mayonesa de pesto, perfectos para compartir. Pero si hay un entrante que merece una mención especial es el Pasticcio di Melanzane, una deliciosa reinterpretación de la parmigiana que combina láminas de berenjenas rebozadas con una capa melosa de tomate San Marzano, queso mozzarella y grana padano. El conjunto resulta tan sabroso como equilibrado, con un sabor profundo a tomate que se impone con carácter y una textura que alterna la cremosidad con los matices crujientes de la berenjena. Está todo muy bien ligado, sin excesos, con contrastes que funcionan y una sensación de plato casero y reconfortante que revela oficio y respeto por la tradición. Un entrante que no busca fuegos artificiales, pero que deja huella.

La carta de también encuentra un interesante equilibrio en su apartado de insalate, donde se ofrece una variedad que va mucho más allá de la típica ensalada mixta. Aquí, las combinaciones están pensadas para aportar frescura, textura y matices que complementen o incluso protagonicen la comida. La Caprese, con mozzarella fresca y tomate aderezado con pesto, es un clásico infalible que funciona como punto de partida. A partir de ahí, la propuesta se enriquece con opciones como la Elisabetta, que incorpora manzana, arándano y queso gouda; la Di Pera, con brotes tiernos, pera, nuez y queso de cabra —un homenaje al gusto dulce-salado tan querido por la cocina del norte de Italia—; o la Antonella, con espinaca, canónigos, queso de cabra y pistacho, que suma pollo a la plancha y guacamole, en una combinación diferente pero bien resuelta. Son ensaladas con identidad propia, bien pensadas y nada accesorias: no están ahí solo para cumplir, sino para aportar carácter a la experiencia.

En Belposto, la pasta no es un mero trámite; es, sin duda, uno de los imprescindibles. El comensal puede elegir entre varios tipos de pasta —fusilli, fettuccine, spaghetti o pasta sin gluten—, lo que permite adaptar cada receta al gusto personal sin perder coherencia en el plato. La calidad de la elaboración es evidente tanto en la textura como en el sabor, y sorprende además la generosidad de las raciones, que están lejos de la timidez habitual en algunos locales italianos.

Entre las propuestas destaca la Carbonara, elaborada al estilo romano con yema, guanciale, queso y pimienta, sin concesiones a versiones edulcoradas. También resultan interesantes combinaciones como la Bárbara, con chipotle y queso de cabra, y la Mariana, una receta cremosa con nata, chipotle, champiñones y pollo que mezcla con acierto lo italiano y lo latino. En el apartado de risotti, el Risotto Funghi con boletus, nata y grana padano puede ser una excelente opción, aunque es el Belposto Tartufo el que se lleva la ovación: una pasta bañada en salsa cremosa de trufa con champiñones y grana padano que es, sencillamente, sensacional. El aroma envolvente del tartufo se despliega en boca con una intensidad elegante, sin saturar, y la untuosidad de la salsa lo convierte en un plato de culto para los amantes de los sabores intensos y bien estructurados. Es de esos bocados que se quedan en la memoria y que justifican, por sí solos, una segunda visita.

Otro de los imprescindibles en Belposto, como no podía ser de otra manera en un restaurante italiano con vocación auténtica, es la pizza. Aquí, la masa destaca por ser fina, crujiente en los bordes y equilibrada entre ligereza y firmeza, facilitando una experiencia agradable en cada bocado. La propuesta se organiza entre clásicos italianos bien ejecutados —como la Margherita, la Diavola con su toque picante, o la Capricciosa, generosa en ingredientes— y otras opciones más personales y creativas, con combinaciones que sorprenden sin perder autenticidad. Un buen ejemplo de esta segunda línea es la Emilia, que introduce jamón serrano e higos, o la 4 Formaggi, con queso de cabra, gorgonzola y grana padano para un perfil intenso y cremoso.

Especial mención merece la Chiara, una pizza bianca que combina mozzarella, mortadella, burrata y aceite de pistacho. Es una opción sofisticada, con un equilibrio elegante entre la untuosidad de los lácteos y el toque sutilmente tostado del pistacho. El conjunto es delicado, bien pensado y muy agradable al paladar, aunque se percibe que con un punto más de potencia —quizás en el contraste salino o un mayor protagonismo de la mortadella — podría convertirse en uno de los grandes éxitos de la casa. Aun así, es ya una de las elecciones más interesantes de la carta, perfecta para quienes buscan salir de lo habitual sin perder el alma italiana. En la carta, también incluye opciones de proteínas como el solomillo, el pollo en distintas versiones —entre ellas la milanesa— y el salmón, que complementan la oferta con alternativas que parecen equilibrar bien la variedad y la calidad.

El final dulce es tan cuidado como el resto de la carta. El tiramisú merece una mención especial: se deshace en la boca con una textura sedosa y la presencia delicada de pequeños granos de café que intensifican el sabor, logrando un equilibrio perfecto entre dulzura y amargor que resulta sencillamente sensacional. Junto a este clásico, la carta ofrece también cannolini crujientes rellenos de crema suave, helados artesanales frescos y cremosos, y una panna cotta delicada y ligera, todos ellos elaborados con el mimo que caracteriza al restaurante. Para quienes buscan un final más intenso, la Mousse di Nutella destaca por su cremosidad y su equilibrado sabor a chocolate, completando una selección de postres que redondea con acierto la experiencia en Belposto.

Un artículo de Alberto Sanz Blanco
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