Martes 19 de Noviembre de 2024
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La Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV) está de cumpleaños y no un cumpleaños cualquiera. Celebra su centenario, una trayectoria marcada por momentos de crisis y adaptación constante. Desde su fundación en 1924, la institución ha superado todo tipo de incidentes, como la Prohibición en Estados Unidos, plagas devastadoras como la filoxera, guerras mundiales y la evolución de los mercados vinícolas. La OIV, con sede desde este año 2024 en Dijon, acogió allí su centenario en el marco del 45º congreso el pasado mes de octubre, un evento que reunió a especialistas para discutir temas actuales y vitales para el sector.
Hoy los problemas son otros, el cambio climático y la evolución de las preferencias de los consumidores son los principales asuntos que afectan al sector. El pasado año 2023 ha sido especialmente difícil: la producción mundial de vino cayó a su nivel más bajo desde 1961 debido a condiciones meteorológicas adversas, mientras que el consumo internacional retrocedió un 3%. Pese a ello, John Barker, director de la OIV, mantiene un enfoque optimista, señalando durante el congreso que el sector ha demostrado ser resiliente en varias ocasiones.
La OIV nació en un momento de crisis vitivinícola internacional. Europa sufría las consecuencias de la filoxera, y el auge de productos adulterados amenazaba la integridad del mercado. Para resolver esos problemas, ocho países fundadores (España, Francia, Grecia, Hungría, Italia, Luxemburgo, Portugal y Túnez) se unieron para crear un organismo que armonizara las normas y promoviera la investigación científica sobre la vid y el vino. Actualmente, 50 Estados forman parte de la OIV, y se espera la incorporación de China como el 51º miembro este noviembre. Organizaciones como la Unión Europea y regiones productoras como Ningxia en China o Texas también colaboran con la OIV, aunque Estados Unidos abandonó la organización en 2001.
La misión de la OIV es técnica y científica, no política. Su labor consiste en desarrollar y unificar normativas, facilitar la investigación y ofrecer estadísticas detalladas. "No gestionamos los aspectos promocionales del vino", aclara Barker, quien destaca la importancia de la colaboración internacional para abordar las dificultades del sector, como el calentamiento mundial. "El cambio climático es uno de nuestros problemas más grandes", afirma Barker. "La vid es una planta perenne que crece en zonas vulnerables, y observamos los efectos del cambio climático de manera evidente". El enfoque sostenible es clave, ya que no solo responde a la necesidad de adaptarse al calentamiento global, sino también a la demanda del mercado.
La diversidad genética de la vid, con sus 13.000 variedades, representa una oportunidad. Barker señala que esta riqueza podría permitir encontrar uvas mejor adaptadas a las condiciones climáticas o simplemente más adecuadas a las tendencias contemporáneas de consumo. La adaptabilidad de las variedades es un punto central en los esfuerzos de la OIV por garantizar la viabilidad del sector.
En cuanto a los hábitos de los consumidores, el panorama también está cambiando. La demanda de vinos tintos ha disminuido en mercados tradicionales como Francia e Italia, y en China ha caído desde la pandemia. Sin embargo, el vino espumoso, el vino blanco y el rosado se mantienen mejor frente a la inflación. Además, la industria está apostando por productos con menos alcohol, o sin alcohol, que serán objeto de debate durante el congreso de la OIV en Dijon. Se espera que cientos de expertos contribuyan a estas discusiones.
Barker subraya que hay motivos para el optimismo. "Si miramos la historia del sector, siempre ha sido extremadamente resiliente", destaca. La calidad del vino en todo el planeta nunca ha sido tan alta, y se valora su autenticidad y capacidad de innovación. A pesar de la situación actual, la industria del vino ha sabido adaptarse y evolucionar, y según Barker, existe un margen significativo para que continúe haciéndolo en el futuro.
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