5 cosas que hacen las bodegas y los turistas detestan

¿Cuáles son las cosas muchas bodegas hacen cuando las visitas y que la mayoría de turistas odian?

Miércoles 28 de Septiembre de 2016

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Comienza el inicio de la nueva temporada y las bodegas se convierten en un foco de atracción muy sugerente para los turistas.

En otoño las bodegas se convierten en un destino muy turístico que cuentan con muchísimos atractivos para ser visitadas, parte por la frenética actividad que viven las bodegas en estas fechas desde el inicio de la vendimia hasta los preparativos para el vino nuevo, parte por la llegada de la temporada baja y el desplazamiento hacia turismo alternativo al del sol y playa.

Sea como fuere, la llegada de turistas se hace patente en otoño. Es el momento en que las bodegas abren sus puertas para recibir a los visitantes y mostrar todos sus secretos... ¿Todos?

Con la ayuda de los técnicos de Pagos del Rey Museo del Vino, uno de los centros referencia del turismo del vino en España con mayor afluencia de visitantes y un amplio catálogo de actividades a lo largo del año, hemos recopilado aquellas actividades que a los turistas les parece menos interesante y que valoran menos:

1. Visitas guiadas

Es posible que inicialmente recorrer las instalaciones de una bodega fuese apasionante, y hasta cierto punto conocer la bodega puede ser interesante, pero basar la mayor parte de la visita en recorrer pasillos entre cubas de acero inoxidable puede ser contraproducente. El turista busca interacción cuando visita una bodega, por tanto una buena idea sería poder abrir una llave y probar directamente el vino de ella.

2. Clases de química

El turista no quiere conocer cuáles son los enlaces covalentes que se producen durante la fermentación maloláctica del vino, prefiere sentir la experiencia de elaborar él mismo el vino. Lo importante es la anécdota que conecte con el viajero, que cree un vínculo emocional que convierte al vino y a su cultura en un elemento social.

3 Hablar en otro idioma

Nada gusta más que comprobar la pasión con la que se vive una bodega, pero eso no quiere decir que haya que crear una barrera con el turista que probablemente no tenga los mismos conocimientos. Hablar con un léxico complejo no es comunicar, y no sirve para otra cosa que alejar al turista. Saber empatizar con el turista y transmitir en su lenguaje la información es igual de importante (o más) que el mejor vino.

4. Menos arquitectura

Las bodegas de nueva construcción son fantásticas, pero el visitante no viene a comprar la bodega. A veces las visitas a las instalaciones de las bodegas se convierten en citas propias de agencias inmobiliarias. La bodega es mucho más que ladrillo, el entorno, la historia, la tradición y la cultura, resulta fundamental y más atractiva para el turista. Las bodegas tienen alma y su importancia radica en que sirven como catalizadores de la zona en la que están para que entender la importancia de su trabajo en el contexto en el que se ubican.

5. Clases de sumillería

El visitante a una bodega no viene a clases de sumillería. Si ya hemos hablado largo y tendido en otras ocasiones sobre el parapeto que origina el excesivo tecnicismo del lenguaje de cata, durante una visita a la bodega puede resultar nefasto. El problema de usar un lenguaje excesivamente técnico es que se aleja de su objetivo original -comunicar- convirtiéndolo en un lenguaje arrogante, exagerado, incomprensible e inaccesible para el aficionado. En lugar de ello, es mucho más gratificante para el turista probar el vino como una degustación acompañada con una buena tapa, comentando alguna anécdota de la bodega. Al fin y al cabo el buen vino lo hace el momento, y sobre todo la compañía.

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