Vino y calentamiento global

Lunes 14 de Noviembre de 2016

 

 

 

Desde hace millones de años antes de la reciente aparición de la vid (entre 7 y 8.000 años), el clima en la Tierra ha venido cambiando tal y como dan fe de ellotodos los registros geológicos y huellas fósiles. Sin embargo, a partir de la revolución industrial en el siglo XIX y, muy considerablemente en los últimos 50 años, la generación de dióxido de carbono (CO2) como principal responsable del efecto invernadero sobre nuestra atmósfera, unido a la emisión de otros fluidos y gases, están contribuyendo decisivamente a la elevación de la temperatura del planeta y a la destrucción de la capa de ozono.


Aunque la temperatura media del planeta no ha sido nunca la misma, oscilando, entre otros factores, en función de los períodos de glaciación, resulta un hecho contrastado el incremento de la temperatura media del mismo esperándose, según gran parte de las proyecciones y cálculos científicos, un aumento medio de la misma temperatura de 2º a 3º C hacia finales del siglo XXI, si bien este ciclo o cambio de clima del calentamiento no sería homogéneo y uniforme en los dos hemisferios debido, fundamentalmente, a la mayor presencia de masas de agua en el hemisferio Sur.


Este aumento de temperatura supondría graves perjuicios para la viticultura en particular y el sector del vino en general (afectando a la fotosíntesis de la planta, la acidez y concentración de azúcar, el grado alcohólico y de forma generalizada a su crecimiento y las distintas fases de su ciclo biológico.....).


El calentamiento global del planeta traerá consigo, entre otras múltiples consecuencias en todos los órdenes, y ya circunscritos al territorio español, una modificación de la actual distribución de los viñedos que afectará a las actuales Denominaciones de Origen y, desde luego, a la propia fisiología de la vid. Así nos encontramos ya con que algunas Comunidades del Norte de España como Asturias o Cantabria ya están desarrollando una interesante actividad vitivinícola que ya están deparando notables sorpresas con sus producciones. Y esto, sólo es el principio.


Por el contrario, en zonas más meridionales ya se ha iniciado por los viticultores y bodegueros más adelantados una modificación y/o adaptación de las técnicas vitivinícolas al cambio del clima, siendo aquí factores limitantes las elevadas temperaturas y la escasez de agua, pudiendo producirse situaciones de cierto estrés hídrico en la viña que vendrán acompañadas de desajustes en la viña (menor estabilidad del vino debido al pH alto, adelanto de maduraciones como al efecto ya se vienen dando, maduraciones no uniformes a nivel espacial, pérdidas de frescor y aromas, etcétera).


Si nos hacemos eco del estudio del Laboratorio Internacional en Cambio Global (LINCGlobal), perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), sus conclusiones son preocupantes pues, por una parte, abunda en los importantescambios y reducciones de cultivos vitivinícolas que sufrirían las Denominaciones de Origen y Vinos de la Tierra para 2050, así como posibles desequilibrios entre aumento de la temperatura y  disminución de las lluvias con el consiguiente efecto directo en la humedad, aspectos claves para el cultivo y producción de uva de calidad.

Este escenario para la viticultura y la industria del vino resulta, ciertamente, desolador y son numerosas las bodegas, industriales y profesionales del sector del vino español en general los que ya han tomado conciencia de la situación y, lo que resulta más importante, de las medidas que pudieran tomarse al respecto para minimizar su impacto ya que no parece posible su total desaparición.


En definitiva, será absolutamente necesario adaptar la viticultura a las nuevas circunstancias del clima, cambiando la forma y/o técnica de cultivo para retrasar la maduración de la uva, desplazando también algunos viñedos a zonas más septentrionales para buscar mayor altitud y temperaturas más frescas si fuera posible, actividades que, actualmente, ya algunas bodegas vienen efectuando con la adquisición de terrenos en altitudes superiores a 1000 msnm que aun cuando ahora no sean cultivables lo serán en un futuro muy próximo, así como sustituir algunas variedades por otras que sean más resistentes a la sequía (caso de la variedad Monastrell).


Por último, y como parte integrante de ello, toda la actividad de viticultores y bodegas ha de enmarcarse en una clara tendencia hacia criterios de sostenibilidad, reduciendo al máximo las emisiones de CO2, utilizando energías renovables, reduciendo el peso de las botellas, reutilizando restos de poda y forestales para alimentar la caldera de biomasa, suprimiendo o disminuyendo sustancialmente la utilización de herbicidas y pesticidas.

En suma, desarrollando la actividad vitivinícola de forma responsable desde la tierra y la cepa, así como en cada fase de todo el proceso de elaboración en la bodega. Y todo ello, sabiendo que para alcanzar el mayor desarrollo inteligente y sostenible de forma global es necesario concitar acuerdos a distintos niveles económicos, sociales, políticos.... y en distintos ámbitos geográficos desde el nivel local más reducido al nivel de varios países, instituciones u organizaciones supranacionales y de Naciones Unidas. Y es mucho lo que nos va en ello.

Publicado en www.Enominer.com 

Un artículo de Alfredo Gómez Pascual

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