Cristina Gómez López transforma el pox en un destilado de alta gama

En las montañas de Chiapas, el pox ha sido un elixir sagrado durante siglos. No es solo una bebida, sino un espíritu que conecta lo terrenal con lo divino. Cristina Gómez López, originaria de San Juan Chamula, ha transformado el pox, manteniendo su esencia y llevándolo a un nuevo nivel. En su comunidad, el pox se destilaba para ceremonias y curaciones. Cristina, tras viajar y aprender, regresó a su tierra para redescubrir este destilado.

Cristina no buscó reinventar el pox, sino mostrar su verdadero potencial. Estudió los ingredientes locales, como hierbas y frutos, que su familia recolectaba. En su coctelería, cada elemento tiene un propósito y cuenta una historia. En Tarumba, su espacio creativo, ha refinado el pox sin traicionar su esencia. Ha explorado sus matices, combinándolo con cacao, miel silvestre, cítricos y especias. Sus cócteles transportan a los bosques de Chiapas, evocando la suavidad de una oración.

Sus creaciones han sido reconocidas por expertos y han sorprendido a quienes no esperaban encontrar tanta complejidad en un destilado subestimado. Cristina honra el pox, permitiéndole hablar por sí mismo. Su coctelería es una ceremonia, un arte de combinar elementos con respeto y precisión. Equilibra lo ahumado con lo dulce, lo ácido con lo terroso. Es un acto de gratitud hacia su tierra y sus ancestros, que siguen susurrando secretos a quienes saben escuchar.

Cristina también ha llevado el pox a escenarios internacionales, donde ha sido aclamado como un destilado digno de las mejores cartas de coctelería. Su objetivo no es solo compartir su herencia, sino abrir caminos para que futuras generaciones de su comunidad exploren su identidad a través de este líquido ancestral. El pox, que antes se reservaba para los altares, ahora encuentra un nuevo lugar en las barras donde Cristina extiende su legado.

La transformación del pox en una bebida de alta gama no es un capricho moderno, sino una evolución natural de su historia. No se trata de convertir el pox en un lujo, sino de hacer del lujo un acto de conciencia e identidad. Cada trago que lleva la firma de Cristina es más que una bebida: es un eco de la montaña, un rezo líquido, un puente entre mundos. En cada copa de pox transformada por Cristina Gómez López, se saborea el espíritu de una cultura que sigue viva. Es la reivindicación de un pueblo, de un linaje, de una esencia que nunca dejó de latir.