A Costiña, esencia de lo autóctono

La Brancellao es una cepa que precisa unas condiciones climáticas y de suelo muy concretas para ofrecer lo mejor de sí misma

Daniel Marin

Jueves 23 de Febrero de 2012

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La Brancellao es una cepa que precisa unas condiciones climáticas y de suelo muy concretas para ofrecer lo mejor de sí misma

Galicia, tierra de una tradición vinícola milenaria, en sus valles y laderas se encuentran las más diversas variedades autóctonas, una de ellas es la Brancellao de la cual conocen bien en la bodega Alan De Val que desde hace unos años apostaron por elaborar un vino monovarietal Brancellao, A Costiña cuyo nombre hace honor a la parcela de donde se extraen sus uvas.

Era una apuesta un poco arriesgada pero estaban convencidos del gran potencial de esta uva que expresaría todo el carácter y personalidad de esta tierra.

Esta variedad también es conocida con los nombres de Alvarello y Brancello la que en el siglo XVIII era una de las tintas más cultivadas, que después de la catástrofe de la plaga del oidio del año 1850 casi desapareció y como tantas otras fue quedando olvidada y perdida.

Sin embargo gracias al esfuerzo y esmero de los viticultores gallegos por salvaguardar estas variedades autóctonas podemos decir que en la actualidad existen unos magníficos vinos elaborados con ésta vid, claro ejemplo de ello es “A Costiña”.

La Brancellao es una cepa que precisa unas condiciones climáticas y de suelo muy concretas para ofrecer lo mejor de sí misma. Es muy sensible a enfermedades como el oidio o los ácaros y resistente al mildiu y a la brotritis.

Los racimos son de tamaño pequeño de forma cónica no muy compactos. Sus bayas son de forma elíptica corta, de color azul tirando a negro de pepitas alargadas.

Su ciclo de maduración es medio tardío, de brotación temprana, sus vinos poseen una elevada acidez, buena intensidad de color y excelente graduación alcohólica.

De A Costiña brancellao tan sólo se elaboran 1,100 botellas con una crianza en barrica de roble francés de 500 litros que ronda entre los 9 meses. Es sin duda un ejemplo de consolidación de esta noble variedad en la que se fusionan a la perfección el clima y el suelo pizarrozo con el buen trabajo en el viñedo de los hermanos Sánchez Rodríguez que han creado un vino con un estilo y personalidad única, con una excelente intensidad de aromas de frutos rojos como la frambuesa, mora o violeta envuelto de especias de orégano y cedro, frutos secos, cacao y avellana.

En boca es fresco donde se perciben los aromas de fruta y balsámico, denota finura y equilibrio con un final armonioso e infinito.

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