Manuel Rivera
Viernes 15 de Marzo de 2024
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El mundo del vino nos ofrece una paleta de sabores, aromas y texturas que pueden complementar y realzar una variedad de alimentos, incluidas las frutas. El arte de combinar vinos con frutas puede parecer menos tradicional que el maridaje con quesos, embutidos, platos calientes, carnes..., pero no por ello es menos interesante o menos capaz de despertar nuestros sentidos. En este viaje por los maridajes entre vinos y frutas, exploraremos cómo estas combinaciones pueden abrirnos la puerta a experiencias gastronómicas únicas y memorables.
Para empezar, entendamos que la clave de un buen maridaje reside en el equilibrio. Buscamos que el vino y la fruta se complementen mutuamente sin que ninguno sobrepase al otro. La acidez, dulzura, y aromas de ambos componentes deben armonizar para crear una experiencia gustativa equilibrada.
Comencemos con los vinos blancos jóvenes y secos, que suelen ser frescos y ligeros. Un blanco joven que aporte su acidez y notas herbáceas, va de maravilla con frutas cítricas como la naranja, la lima o el pomelo. Este maridaje resalta la frescura y puede ser un excelente comienzo para una comida de verano.
Por otro lado, un blanco con cuerpo, con crianza y matices de mantequilla y roble, se lleva estupendamente con frutas de hueso como melocotones, nectarinas o albaricoques. La riqueza del vino complementa la dulzura jugosa de estas frutas, creando un contraste delicioso que acaricia el paladar.
Suena a topicazo, pero maridan de maravilla. Los vinos rosados, con su versatilidad y frescura, son ideales para acompañar fresas. La combinación de un rosado ligeramente afrutado y la dulzura natural de las fresas maduras puede ser simple pero extraordinariamente placentera, ideal para una tarde de primavera o un picnic al aire libre.
Un blanco muy joven y frutal, ya sea seco o avocado, pero en cualquier caso con su acidez punzante y notas frutales, hace maravillas con manzanas verdes. La acidez de ambos crea un equilibrio perfecto, mientras que la dulzura inherente de la manzana se complementa con el fresco sabor del vino.
Los vinos tintos jóvenes, sin ningún tipo de madera ni crianza, con sus notas sutiles de frutas rojas y toque de acidez, casan bien con frutos rojos como arándano, cerezas, frambuesas o moras. Este maridaje resalta las notas frutales del vino y ofrece una experiencia gustativa redonda y satisfactoria.
Antes de continuar, diremos que el espumoso es el rey de la fruta. Los vinos espumosos suelen maridar a la perfección con casi cualquier fruta fresca. No obstante, para un toque especial, los vinos espumosos son excelentes con frutas tropicales como el plátano, mango, la papaya o el kiwi, también con melón y sandía. Las burbujas y la acidez del vino limpia los excesos de azúcar de estas frutas y cortan su pastosidad, creando un maridaje refrescante y alegre.
Si estás pensando en un generoso o vino de licor, entonces de cabeza vete a frutas pasificadas. Dátiles, pasas, ciruelas o higos, harán las delicias de este tipo de vinos.
Experimentar con maridajes de vinos y frutas no solo es una oportunidad para disfrutar de combinaciones deliciosas, sino también para explorar y ampliar nuestros horizontes culinarios. Cada fruta y cada vino tiene su personalidad, y el desafío de encontrar su pareja perfecta es una aventura en sí misma.
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