El día después

Arrecia la destrucción de empleo. No valen ya las frases hechas, los pronósticos voluntaristas, la vida en colores que nos...

Carlos Lamoca Pérez

Viernes 19 de Marzo de 2021

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Arrecia la destrucción de empleo. No valen ya las frases hechas, los pronósticos voluntaristas, la vida en colores que nos prometieron y que, dependientes,  nos prometimos. La tremenda realidad de cada día se impone. El barco feliz del crecimiento eterno se hunde en la mar de sus propias contradicciones. Con una tripulación escandalosamente incompetente, como la que, abúlicos, contratamos para este viaje, resulta, en este momento, imposible evitar el naufragio.  Y no hay botes para todos.

Quizá sea uno de los signos más evidentes de la fragilidad del discurso oficial, la frivolidad con la que se tratan los desgarros de la crisis. Nadie se va a quedar atrás. Hemos vencido. Estamos al final de la curva.  Mientras, cada veinticuatro horas, miles de ciudadanos más al paro. A la miseria. A la desesperación.  Día a día, el huracán arranca ramas a este árbol deshojado en que se ha convertido nuestra economía y a esta gente, solo se le ocurre hablar de optimismo, confianza y esperanza en el futuro. Patético.

Regeneración, reconstrucción ética de la sociedad. Solo así podremos llegar al día después de la crisis, sabiendo que es lo que hubo detrás de las tinieblas. De esas tinieblas que, hoy, siguen insistiendo en aplacar con velas y linternas de tiempos pasados. Y es que no es el modelo económico exactamente lo que ha muerto. Es más bien, lo que subyace en él, las fuerzas que lo han movido, las leyes que lo han permitido, los adalides que lo han sostenido, lo que ha periclitado. Y eso, no puede volver. No podemos entubar y alargar más la agonía de un sistema de sin-vivencia egoísta e insolidario que se basó exclusivamente en la obtención del máximo lucro personal, a costa de lo que fuera. Eutanasia. Aquí sí. Desconectemos la respiración asistida. Aquí sí. Dejemos que la naturaleza siga su curso y acabe con esta patética puesta en escena que nos brinda la clase política a diario. No nos hace falta ya el equipo médico habitual para saber que esto no tiene vuelta atrás. Que solo empujando entre todos,  podremos volver a mirarnos a los ojos.

Un nuevo modelo de convivencia, económico, social, económico-social, lo que se prefiera, pero basado en el ahorro, en el esfuerzo, en el sacrificio, en el mérito. En la austeridad, en la producción limitada a cubrir necesidades, en la  limitación y control de los créditos al consumo, en el rigor presupuestario, en la reducción drástica, mejor muy drástica, mejor extremadamente drástica, del gasto inútil que propicia la existencia de lo público. Un modelo nuevo basado en el mercado, pero en un mercado sin costes políticos, en un mercado sin concesiones públicas, en un mercado donde quede abolida la caja administrativa fuente de tantas y tantas distorsiones y de tanta y tanta corrupción. Un modelo levantado sobre una profunda reforma de nuestro sistema fiscal, en unos impuestos sobre la renta progresivos y redistributivos, en unos exigentes impuestos sobre el consumo frívolo, en la solidaridad, en la unicidad del espacio fiscal, en la igualdad de presión fiscal individual con independencia de los territorios...Un modelo de convivencia basado, en suma, en la credibilidad del sistema democrático. En la democracia real. En el Estado de Derecho. Y luego de que metamos estos clavos en el armazón, hablemos de lo que se quiera: De la derogación de la reforma laboral, de la banca pública o de la refinanciación de las entidades de crédito. Que a lo mejor ya no hace falta.

De nosotros y solo de nosotros depende el que este barco sea Titanic o Bounty. De nosotros y solo de nosotros dependen que, este viaje sea el último o el primero. Porque solo nosotros, solo los ciudadanos y no una clase política aparcada en la lucha electoral,  podremos frenar el escándalo, la obscenidad  que significa seguir durmiendo apaciblemente mientras millones de españoles se mueren de hambre. Es cosa nuestra, no lo dudemos. Mientras el equipo directivo de esta farsa de tiempos siga dando bandazos a las agujas de marear, poniendo hoy un parche aquí, mañana otro allá y pasado otro acullá, será inútil la espera. Remamos en direcciones distintas. Unos para ya mismo, para llegar al titular mediático. Otros, para sacar la familia adelante.

Carlos Lamoca Pérez
Inspector de Hacienda del Estado.
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