Redacción
Jueves 20 de Marzo de 2014
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La mayoría de la gente, tanto profesionales del sector como aficionados, se sienten intimidados por los especialistas de vinos. Su lenguaje propio y su arrogancia los distancian del consumidor habitual de vinos, cuyos juicios desde su olimpo nos dicen a los simples mortales lo que debemos beber para formar parte de la élite de los entendidos. Toman un sorbo de vino, y declaran que tienen aromas de madera con un toque de regaliz y recuerdos minerales. ¿Pero saben realmente los expertos de vino de que están hablando? En este artículo vamos a examinar a los expertos del vino y comprobar hasta qué punto son fiables.
Un buen lugar para averiguarlo es Francia, en el valle del Loira. Frédéric Brochet empezó a tratar con vinos en la bodega de su padre cuando sólo tenía 11 años. Hoy en día produce un millón de botellas al año en Chateau Domaine Ampelidae.
Pero Brochet también es profesor de enología, la ciencia del vino, en la Universidad de Burdeos. Él afirma que la mayoría de los expertos en vino son incapaces de distinguir un gran vino de uno normal, y lo ha demostrado con numerosos experimentos.
En un estudio, Brochet pidió a 56 de estos eruditos que probaran dos botellas de burdeos. Una etiquetada como un selecto gran vino, y la otra como un vino de mesa cualquiera. En realidad las dos botellas contenían el mismo vino, pero todos los expertos se confiaron por lo que esperaban saborear.
Brochet: "De los 56 sujetos, sólo dos sospecharon que el vino de la etiqueta prestigiosa no era un gran vino, a todos los demás, ese vino de la etiqueta famosa les pareció un vino de gran calidad. Y de ese mismo vino, presentado con una etiqueta cualquiera dijeron que tenía un aroma poco interesante, que estaba avinagrado. En el caso de los expertos, cuando prueban un vino de calidad buscan sus virtudes, pero cuando prueban un vino barato, buscan sus defectos".
En su tiempo libre Brochet también ejerce de especialista en una prestigiosa tienda de vinos de París (Cave Fauchon). Organiza catas ciegas informales para clientes de paso y profesionales, y en más de una ocasión ha cambiado una botella por otra. En una ocasión Brochet intercambió un Chateau Chamirey de 20 euros por un Nuits St Georges de 400. ¿Notará alguien el cambio?
A diferencia de sus experimentos más formales, aquí los asistentes pudieron comentar los vinos y ayudarse unos a otros en el trabajo 'detectivesco', pero a pesar de todo la mayoría no notó el cambio. En el experimento, varios degustadores de vino dictaminaron que el Chateau Chamirey de 20 euros era superior al Nuits St Georges de 400, entre ellos el propio sumiller de la tienda que declara que el falso Nuits St Georges "es mejor, más complejo y apreciado por los catadores, pero no por los aficionados".
Los expertos no distinguen un vino blanco de uno tinto
En un famoso estudio Brochet demostró que los expertos ni siquiera pueden distinguir un vino blanco de uno tinto. Sirvió a otros 54 profesionales un vino blanco y uno tinto para compararlos. Pero en realidad eran el mismo vino, sólo que uno se había teñido de rojo con una gota de colorante. Ni un solo experto se dio cuenta.
Brochet dice que la clave es lo que uno espera de la uva. "Los especialistas creyeron que el vino blanco coloreado era un vino tinto. Los únicos que notaron que era el mismo vino no eran técnicos, precisamente porque no entendían estaban menos atentos a los olores del vino tinto, de hecho se trata de aquellos que nunca habían bebido vino", afirma el enólogo.
Brochet afirma que ninguna botella de vino cuesta más de 15 euros de producción, y que en gran medida el alto precio de los vinos sólo es mitología y marketing. "Son los propios catadores los que crean las diferencias entre los vinos. Así que tenemos que confiar en nosotros mismos, es decir en nuestro gusto".
La influencia del precio
Otro popular estudio llevado a cabo por Antonio Rangel, director del laboratorio de Neuroeconomía Rangel del Instituto de Tecnología de California, en Pasadena (Los Ángeles), concluye que un precio más elevado en una botella de vino no sólo influye en el sabor que percibimos del vino, sino que también aumenta nuestro placer.
En esta investigación se estudió el comportamiento del cerebro humano cuando bebemos vino de diferentes precios. Para este estudio el equipo de Rangel realizó dos pruebas con consumidores (hombres y mujeres) aficionados al vino. En la primera se les dio de beber un vino tinto de la variedad Cabernet Sauvignon mientras se sometían a una resonancia magnética. En la segunda prueba se les indica que beberán otro vino tinto, pero también de la variedad Cabernet Sauvignon.
Con cada sorbo de Cabernet Sauvignon, a los catadores de vino aficionados se les dice el precio de la botella. Sin embargo el equipo de investigadores les está dando el mismo vino dos veces. Una vez como si costase 70 euros, y la otra como si fuera un vino de 7 euros.
Tras las pruebas, la resonancia magnética determina que con un precio de 70 euros, el mismo Cabernet Saugvinon activa la región del placer del córtex cerebral. Pero con un vino de 7 euros, el cerebro se divierte mucho menos. Es decir, nuestro cerebro consciente toma nota del precio, y ya sólo eso influye en el sabor, al margen de la calidad del vino.
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