Vilma Delgado
Viernes 05 de Diciembre de 2025
Nuestro cuerpo es una máquina biológica perfectamente sincronizada con la naturaleza. A lo largo del año experimentamos variaciones de luz, cambios de temperatura y modificaciones en nuestros hábitos diarios que repercuten en nuestra energía, estado de ánimo y calidad del sueño. El paso del invierno al verano —o viceversa— no es únicamente un fenómeno climático: es también un cambio fisiológico que exige adaptación. Comprender cómo afectan las estaciones a nuestro descanso es esencial para prepararnos mejor y evitar noches agitadas o despertares constantes.
Cuando llega el invierno, los días se acortan y el sol desaparece antes de lo habitual. Menos exposición a la luz solar significa un aumento en la producción de melatonina, la hormona encargada de regular el ritmo circadiano. Esto puede generar mayor somnolencia durante el día y una sensación constante de fatiga, incluso si hemos dormido varias horas.
Sin embargo, dormir más no siempre significa dormir mejor. La calefacción elevada, la falta de ventilación o el exceso de mantas pueden elevar la temperatura corporal durante la noche, impidiendo alcanzar las fases profundas del sueño. Quienes viven en zonas húmedas suelen experimentar también congestión nasal, piel reseca o dificultades respiratorias que interrumpen el descanso. Por eso, el invierno puede convertirse en un periodo de sueño fragmentado, ligero y poco reparador.
Dormir bien en los meses fríos implica crear un ambiente cálido pero equilibrado. Algunos consejos útiles son:
Controlar la temperatura del dormitorio
La temperatura ideal para dormir oscila entre 17°C y 19°C. Mantener un espacio demasiado calefaccionado puede dificultar el sueño profundo.
Textiles adecuados para el clima
Mantas térmicas, fundas transpirables y un colchón que conserve el calor ayudan a mantener una sensación de confort sin necesidad de subir la calefacción.
Aprovechar la luz natural
Salir a la luz del día, incluso durante breves momentos, regula la producción hormonal y mejora el estado de ánimo.
Mantener una rutina de movimiento
Caminatas, estiramientos o ejercicios suaves activan la circulación y facilitan la relajación nocturna.
Estos pequeños ajustes pueden marcar una gran diferencia, especialmente para quienes sienten que en invierno el sueño se vuelve más pesado y menos reparador.
Con la llegada del verano, el ritmo se invierte. Los días más largos nos mantienen activos, pero el calor nocturno puede dificultar la caída de temperatura corporal necesaria para dormir profundamente. El cuerpo necesita descender ligeramente su temperatura interna para entrar en fases de sueño profundo; sin embargo, en noches tropicales esto resulta complicado. Por ello, es habitual experimentar sudoración, sed, incomodidad y despertares repetidos.
El ruido exterior aumenta —ventanas abiertas, vida nocturna, turismo— y la luz temprana puede despertar al cuerpo antes de tiempo. En consecuencia, el verano suele asociarse con un sueño más corto, ligero y menos reparador que el invernal.
Para ayudar al organismo a descansar adecuadamente durante los meses cálidos, es recomendable:
Ventilar la habitación al amanecer y al anochecer para renovar el aire.
Elegir ropa de cama ligera, preferiblemente algodón o lino.
Evitar cenas copiosas o bebidas estimulantes antes de dormir.
Oscurecer el dormitorio con cortinas opacas o antifaz para favorecer la melatonina.
Considerar un colchón transpirable que facilite la regulación térmica.
Cuando encontramos el equilibrio entre frescor, ventilación y confort corporal, el sueño mejora de forma notable.
Las estaciones cambian, pero el objetivo permanece: descansar profundamente. La clave está en adaptar los hábitos a las condiciones climáticas y conocer las necesidades del cuerpo. Un buen colchón, textiles adaptados, hidratación adecuada y una habitación equilibrada en temperatura y luz pueden transformar nuestro descanso tanto en invierno como en verano.
Si bien los factores externos influyen, también podemos apoyarnos en marcas especializadas en descanso que comprenden la importancia del confort térmico y del soporte corporal. Por ejemplo, optar por productos diseñados para mantener la ventilación y la estabilidad del cuerpo puede facilitar un descanso continuo sin importar el clima. Para quienes buscan mejorar la calidad de su sueño, recomiendo descubrir cómo se puede dormir mejor con Hypnia, una referencia en el universo del descanso consciente y adaptado a las necesidades reales del cuerpo.