Viernes 10 de Enero de 2014
En la ladera sur sureste de la Sierra de Francia hay unos pueblecitos encantadores aunque toda la fama de la zona se la lleven La Alberca y Miranda del Castañar(*).
En estos pueblos que disfrutan de un microclima muy especial aún quedan paisanos que hacen su vino con sus propias uvas, para el consumo propio y algunos regalos a parientes y familiares.
Ya hace unos años nos fuimos con unos amigos a uno de estos pueblos -que prefiero dejar en el anonimato- y después de dar una vuelta por el pueblo - puedes saludar a todos los paisanos de la cuerda (solo hay dos cuerdas) en menos de 5 minutos- fuimos de cabeza a la bodega de la familia de mi amigo.
Mi amigo y todos sus familiares nos advirtieron muy seriamente que deberíamos tener cuidado que el vino entraba muy bien pero que pegaba como un rayo.
Pero estas advertencias parecía que eran para que no acabásemos con aquel maravilloso queso de oveja y aquellos embutidos y jamón caseros, amén de otras delicias culinarias de la zona.
Y entre aquel queso de oveja y el resto de acompañamientos me di cuenta de que me estaba pillando el toro. Una vez que me di cuenta de la cornada que tenía encima disimulé con la excusa de ir a hacer un pis para tomar las de Villadiego.
Las de Villadiego en este caso fue alejarme a una distancia prudencial y buscar un frondoso castaño (por cierto en esa zona los hay hermosísimos) para dormir la siesta (**) de una forma honrosa y volver fresco como una rosa más tarde.
Hasta aquí el planteamiento correcto. Pero –mira tu por donde- que mi maravillosa siesta se vio truncada por un tañido de campanas que no dejaban de dar vueltas en la torre de la iglesia y el pregonero que tocaba a todo pulmón un silbato inmundo y pronuncia mi nombre. A lo que se unían otras voces que también pronunciaban mi nombre mis amigos incluidos. Por cierto estos añadían algunas coletillas no reproducibles.
Afortunadamente al cabo de un buen rato las voces que se acercaban y se alejaban dejaron de sonar y me dejaron terminar de dormir la siesta.
Y lo más curioso del caso es que me encontró “San No-se-quién”, que era el santo favorito de la tía de mi amigo, ella y el santo fueron los que organizaron el toque de campanas.
(*) ¡Que ruta tan extraordinaria para disfrutar de la naturaleza, del vino, del queso, del cerdo entero –andares incluidos- y de la buena comida castellana con un cierto y acusado toque extremeño!
(**) Siesta en este caso está claro que quiere decir “mona”, “moña”, “borrachera” “trompa”…
Por achoig@gmail.com – www.termometrosparavinos.com