Viernes 19 de Junio de 2020
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Familia uno de los "Caio Vettio", el de la Porta Nuova de Milán.
Cayo Vettio Felicio fue un romano que en el siglo I de nuestra era erigió un altar a Liber Pater, ancestral dios romano del vino y las cosechas, predecesor de Baco, y lo dejó para la posteridad en la tierra de los gigurros, una tribu nativa que habitaba el actual territorio de la DO Valdeorras. Su dedicatoria a este dios, de carácter gremial entre los vinateros, lo sitúa como uno de los primeros nombres conocidos del vino en España.
Esta interpretación epigráfica fue dada a conocer el pasado mes de diciembre por Isidro García Tato, investigador del CSIC, en las jornadas "Do Viño 2019" del Museo do Viño de Galicia. La marcada influencia de Liber Pater en el imaginario del vino, del cual determinaba hasta el calendario, retratan a Cayo Vettio como un viticultor o un comerciante de vinos agradeciendo a esta deidad una buena cosecha, en el primero de los supuestos, o un buen trato, en el segundo. La epigrafía permanece encastrada en la iglesia de Santurxo, en O Barco.
Los primeros viticultores hispanorromanos fueron, con mucha probabilidad, los veteranos de las legiones que se establecieron en terrenos otorgados como recompensa, como es el caso de los de Augusto tras las Guerras Cántabras (25 a.C.) en Emérita Augusta, Mérida, o antes aún, los de Décimo Junio Bruto (conquistador también de los territorios de los galaicos del sur) en Valentia Edetanorum, Valencia.
Los comerciantes latinos que trataban con el vino en Hispania siguieron a las legiones primero, y a las colonias y primeras villae después. Eran los "negotiatores", tratantes de vino en el sentido más actual del término que comezaron trayendo su mercancía a la Península, para acabar, tras el siglo II de nuestra era, realizando el recorrido contrario. Ellos tenían a Liber Pater como patrón, como demuestran numerosas epigrafías, entre ellas una muy curiosa con Trajano por el medio, de la que hablaremos otro día.
Ara funeraria en forma de cupa (cuba) expuesta en Évora.
Y es que si bien el vino fluyó primero a Hispania (de ahí la prohibición de Domiciano a finales del siglo I d.C. de que se plantara uva aquí, para garantizar que se comprara en Roma) a finales del siglo II d.C. las tornas se invirtieron, y llegó la gran eclosión de la viña en Hispania. El motivo: una peste desconocida había arrasado las viñas latinas. Como prueba está que en la colina del Testaccio, en esa época, la mayor parte de los restos de ánforas que levantan sus 45 metros de altura proceden del levante español. Un negotiatiore hispano sería también, presumiblemente, el que dejó esta magnífica dedicatoria funeraria a Julio Polibio en un ara de piedra con forma una cuba (cupa) que hoy alberga un museo en Évora (Portugal).
En todo caso, ¿quién pudo ser nuestro Cayo Vettio Felicio?. Lo más probable es que nunca lleguemos a saberlo con certeza, pero sí que podemos apuntar algunos detalles para aproximarnos a su famiia y a su procedencia.
Fuese un comerciante de vinos o un viticultor, su apellido nos da muchas pistas, al ser uno de los más antigos de Roma. Hubo un Cayo Vettio que fue panadero en Mediolanum (Milán) y que dejó constancia de su rostro y el de sus familiares en una magnífica escultura que hoy está encajada en la Puerta Nuova de esta villa (ver ilustración) y que supone lo más aproximado que tenemos de un "retrato robot" de un posible familiar de nuestro hombre. Sin embargo, el Vettio que más fama alcanzó fue otro.
Se trata de Cayo Vettio Aquilino Juvenco, inspirado poeta cristiano que, en tiempos del emperador Constantino, concretamente hacia el 330 d.C, publicó el primer poema épico del cristianismo... en verso. Especialmente celebradas fueron las composiciones que realizó del Evangelio de San Mateo, con ni más ni menos que 3.219 hexámetros y cuatro libros.
Y decimos épica cristiana no por la enorme magnitud de este tipo de obras (que ni más ni menos dejaron la frase de "la Biblia en verso" como imagen de lo prolijo) sino porque construye una idea combativa y estoica de un Cristo triunfante, al estilo de los héroes de Virgilio en la Eneida, que lo delata como muy culto y con una formación propia de una familia de rancio abolengo.
Vinatero de Emérita Agusta, Mérida.
En suma, la "gens" Vettia tuvo una destacada presencia en la época imperial, pese a haber nacido como plebeya a fines de la República. Hay Vettios en la localidad de Vezza d´Alba (de los que toma el nombre) en la ciudad de Teramo (Gaius Vetttius C.F), en la ciudad de Avenzzano, e incluso en Pompeya, dónde esta familia era de las más potentes cuando el Vesubio estalló en el 79 d.C. y de cuyas propiedades quedan restos arqueológicos.
Y, quién sabe, todo este abolengo de época imperial, tras el salto de plebeyos a la clase senatorial, pudo haberse forjado desde Hispania con las primeras fortunas del negocio del vino en la piel de toro. Y no sería la última.
Salud y viejas historias.
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