Sinuhé el egipcio y el primer vino catado en España

Escrito porLuis Congil

Jueves 07 de Mayo de 2020

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Los vinos de Biblos y Tiro "marcaron tendencia" durante buena parte de la edad antigua, y trazaron el patrón de gusto a seguir por todas las culturas al oeste de su territorio. En contra de la extendida creencia de que el vino llegó a Iberia desde Roma, el vino fenicio fue el primero en fluir a la Península en manos de estos precoces comerciantes que fundaron desde el siglo VIII a. C. colonias o núcleos de intercambio desde Gadir (Cádiz) hasta A Lanzada (Pontevedra), y desde Malaka (Málaga) hasta la Isla de Toralla  y la Punta do Muíño do vento (Vigo).

¿Y como eran estos primeros vinos que hicieron las delicias de nuestros sorprendidos antepasados? Pues muy fuertes, densos y especiados.  En el superclásico de la novela histórica "Sinuhé el egipcio" los encontramos profusamente descritos en una  escena que transcurre en una taberna siria.  Cuando Sinuhé encuentra a su amigo el artista Thotmés en un antro llamado "La jarra siria",  con la puerta adornada con" inscripciones de alabanza de las viñas de Amón" es atendido por un  tabernero solícito que les sirve "vinos de Sidón y de Biblos, cuyos sellos están todavía intactos y que han sido endulzados con mirra".

También les ofrece  "vinos mezclados en copas de colores, que se  suben a la cabeza",  y una amplia variedad de formas de consumo que dan idea de la popularidad del vino en el "País de Kemi", el egipto de la época de Tutankamón.

Los fenicios ya comerciaban con vino en la Península desde al menos el siglo VIII antes de Cristo, y seguramente como un bien de lujo para las élites, que intercambiaban por nuestro preciado estaño.  Desde Gadir y Malaka hasta la isla de Toralla, el Castro de Punta do Muíño do Vento y la playa de A Lanzada  (en las Rías Baixas) toda la costa estuvo expuesta a la primera llegada del delicioso néctar de las uvas. De las uvas al más puro estilo de Biblo y Tiro, aromatizadas con especias, como en la taberna "La jarra alegre", que marcaron los gustos  en la antigüedad.

En la época de Sinuhé, Biblos y Tiro acababan de pasar por manos sirias, aunque Biblos ostenta aún hoy el título de ciudad más antigua de la Humanidad poblada en la actualidad. Es la Gebal de la Biblia (libro al que acabaría dando nombre, igual que al conjunto de libros: la biblioteca) y casi desde el primero de sus 5.000 años de historia comerció con vinos y madera de cedro para abastecer los lujos del vecino Egipto.

Cuando Biblos y Tiro cayeron en manos de Babilonia, Cartago tomó el relevo de sus parientes cananeos semitas y, para entonces, casi diez siglos después de Sinuhé, el vino ya estaba introducido en "Ispanya", como demuestran los complejos espacios para la elaboración de vino en el poblado  de Benimaquia, del 650 a.C., en Dénia, Alicante.

"Sinué, el egipcio" es una encantadora ocasión de conocer e imaginar cómo fueron los vinos de la antigüedad, especialmente los que llegaban desde Fenicia para abastecer los refinados gustos de los egipcios, y que tras la debacle de sus faraones tras el paso de Alejandro Magno, mudarían su rumbo hacia el este del Mediterráneo y vendrían a ser consumidos por nuestros antepasados,  que acabarían por plantar sus propios viñedos.

La peste en "Sinuhé el egipcio"

La novela histórica "Sinuhé, el egipcio", del elegante e intimista finés  Mika Waltari, no es propiamente una historia de plagas. Sin embargo, a lo largo del pormenorizado y extenso lienzo en que traza la historia del  faraón apóstata Akenatón, padre de Tutankamon, el vino y la peste tienen una importante presencia, hasta el punto en que los caldos de distintas regiones de la antigüedad aparecen mencionados casi 400 veces, y la peste protagoniza el capítulo de la victoria del general Horemheb sobre Siria.   ¡Ah!, y como siempre tratamos de desvelar desde estas lecturas desde el Museo del Viño de Galicia, en el libro se oculta una  clave sobre la historia del vino en España, bueno, mejor dicho en Iberia (nombre griego) o "Ishephanim" (tierra de los conejos) o "Ispanya" (tierra del norte) que es como la conocían los cartagineses.

"El tercer año se declaró la peste en Siria, porque la peste sigue siempre los rastros de la guerra y nace en cuanto un número suficiente de cadáveres se pudre en un mismo lugar", da cuenta el solitario médico Sinuhé, que relata descarnadamente algo que ha sido una constante en la historia de la Humanidad:  "la peste alcanzó a aquellos a quienes la guerra había perdonado y en los dos ejércitos mató tantos hombres que las operaciones fueron interrumpidas". Casi parece un relato de algún epiosodio de la "gripe española" durante la primera guerra mundial.

Como médico, los tratamientos de Sinuhé eran algo expeditivos, y sólo serían aprobados hoy en día por algún preclaro líder mundial con gran querencia  por el desinfectante. "Al cuidar a los apestados los sangraba lo más posible para debilitarlos, y les prohibía todo alimento durante la enfermedad".

"Los navíos llevaron la peste a Egipto, pero no mató allí a tanta gente como en Siria, porque era más débil y el número de curaciones fue superior al de defunciones. Con la crecida, la peste desapareció de Egipto, y el invierno la suprimió en Siria", nos cuenta Sinuhé.

Referencias pandémicas y aberraciones médicas al margen, Sinuhé es un humanista desencantado al borde del existencialismo, pero una buena persona que llora desde su vejez solitaria  los errores de su vida, una vida, eso sí, regada con vino.

Pese a que el País de Kemi (Egipto) era el pueblo de la cerveza, el vino era la bebida que tomaban las élites -las lágrimas de Orus- y que codiciaba todo el mundo. El viaje de Sinuhé por las culturas adyacentes – Babilonia, Creta, imperio Hitita- está plagada, literalmente, de referencias a distintos tipos de vino y una variada forma de consumirlo.

Los vinos de las élites egipcias que todos deseaban (y consumían en cuanto podían) tenían "denominación de origen" toponímica, concepto de marca,  "packaging"  y ficha de cata.  Dice Sinuhé:  "he aquí el verdadero vino de Menfis (DO), el vino de las pirámides que se paga a precio de oro (concepto de marca) fuerte, sabroso y embriagador (ficha de cata) sin igual en el mundo (marketing)". Además, para darle más gracia, nos cuenta que se mezclaba con mirra, tras sacudir "la jarra y romper el precinto (packaging).

"Sinuhé el egipcio" merece  la pena ya solo por las prolijas y pormenorizadas (prodigiosas, incluso) descripciones de la vida cotidiana del antiguo País de Kemi del 1.500 a.C., hechas por más mérito en el slglo XX  por un... finlandés.  Muchas universidades y arqueólogos lo ponen como ejemplo, y de hacerle caso, concluiremos que el vino era un "bien posicional" caro y codiciado, frente a la cerveza como bebida universal de las clases trabajadoras.

Así, "... los sacerdotes de Sekhmet prosperaron y engordaron, tanto abundaba el vino y la carne en el templo...",  a dónde eran portados como ofrenda, señal de su calidad. En otro capítulo Sinuhé agracede que, tras su caída en desgracia, su antiguo y fiel criado Kaptáh le ofrecía "platos exquisitos y vino de las pirámides".

El vino era objeto de exportación y de codicia comercial, como revela que "... en la casa de comercio del templo de Babilonia, y en cada villa, se puede comprar  vino de la procedencia más lejana, y en las villas sirias se subasta sobre todo el vino de las colinas de Babilobia, mientras los babilonios compran a precio de oro el vino de Siria".

El vino en egipto tenía aparejados, como en otras culturas, usos terapéuticos y consejos de salud. "Bebía vino con moderación, cuidando de mi bienestar y de mi sueño", nos cuenta un anciano Sinuhé, mientras que de niño, al aprender la profesión de médico "le tendía ungüentos o vino a mi padre". También mantenía un curioso uso taumatúrgico o, en todo caso, sanador: "... vertió aceite y vino en una taza e hizo macerar el papel (que contenía ensalmos)  hasta que la tinta se hubo disuelto en el vino", dándoselo a beber a una enferma.

Vinos de Biblos y Tiro

Mucho más tarde de la época descrita en la novela de Waltari, en el año 227 a.C. el cartaginés Asdrúbal "El Bello", yerno de Amilcar Barca y cuñado de   Aníbal  se estableció en la Península, en un posible intento de crear un reino independiente de su matriz colonial, Cartago. Construyó para ello todo lo necesario: una capital (Qart-Hadast, Cartago Nova, actual Catagena), alianzas (se casó con una princesa ibera)  y  un ejército, junto a una extensa red comercial (minerales, salazones) que funcionaba exportando riqueza desde los pueblos  nativos hasta el Mediterráneo, recogida desde las costas de Levante hasta las rías gallegas.

Y esta maquinaria comercial, heredera de sus antepasados de Biblos y Tiro, engrasaba sus eslabones con vino, uno de los medios de pago más valorados por los nativos, ansiosos de trocar por él su estaño y su oro. Según nos cuenta Javier Negrete  en "La conquista romana de hispania",  Asdrúbal "El bello" generó una agricultura propia, con una importante producción de vino, posiblemente la primera de la piel de toro . "De los fértiles valles del río Guadalquivir los cartagineses obtenían abundantes cosechas de olivas y vides", gracias entre otras innovaciones, a " los métodos avanzados de cultivo que se habían desarrollado en la propia Cartago. Magón, un autor púnico, escribió una tratado Sobre Agricultura en 28 volúmenes".

Esto en cuanto a producción completa del proceso del vino, de la viña a la boca.  Pero en cuanto a simple consumo, a los verdaderos "primeros contactos" con el vino, fueron sin duda los caldos de Biblos y Tiro, vinos de Fenicia, como los de Sinuhé, los primeros en llegar a la Península. No en vano fueron los fenicios, más de cinco siglos antes de las viñas de Asdrúbal "El bello" los que establecieron sus delegaciones comerciales en Malaka (Málaga), Sexi (Almuñécar), Abdera (Adra) y Gadir (Cádiz), emporios que tras la caída de las ciudades estado de los fenicios (VI a.C.) en manos de los babilonios, acabarían en la órbita cartaginesa.

Pero, como dijo Horemheb al despedir a su amigo Sinuhé, "las ideas peligrosas son contagiosas como la peste", y el vino llegó a Ispanya desde Biblos, pero para quedarse.

En fin, la novela "Sinuhé el egipcio" nos permite imaginar y disfrutar de todo un alarde de la cultura del vino que, como un caldo primordial, llegó hasta nuestros antepasados a lo largo del primer milenio antes de cristo, propiciando que el zumo fermentado de la uva entrase por las venas de nuestra cultura, regando y dando vida a toda una forma de ser que llegaría hasta nosotros.

Y es que ya lo decía el padre de Sinuhé: "El vino es un don de los diores si se usa con moderación. Un vaso no hace daño a nadie, dos hacen un charlatán, pero quien vacía la jarra entera se despierta en el arroyo desnudo y lleno de contusiones".

Salud y viejas historias.

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