Impuesto para los ricos

Impuestos para los ricos. Ese mantra, nunca desaparecido, vuelve a ser la guía espiritual de nuestra medrosa clase política. Machacona,...

Carlos Lamoca Pérez

Miércoles 29 de Mayo de 2019

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Impuestos para los ricos. Ese mantra, nunca desaparecido, vuelve a ser la guía espiritual de nuestra medrosa clase política. Machacona, cargante esta oxidada demagogia que una vez más, vuelve a decir que es amor, cuando lo que quieren decir es sexo: Costes sociales, efecto invernadero y como no, redistribución de la riqueza... en fin, lo de siempre. Demagogia en estado puro en algo que tanto se presta a ello como es el ámbito tributario. En cualquier caso, todo apunta a que, más pronto que tarde y como muy tarde, luego de vacaciones, nos encontremos con la inevitable subida que demanda el desbordado y desbordante déficit público.

Claro que clama al cielo la escandalosa regresividad de unos impuestos indirectos abocados en períodos de crisis a gravar consumos de subsistencia. Claro que clama al cielo la tremenda hipocresía formal de unos impuestos sobre la renta de las personas físicas que nacieron para progresivizar y redistribuir y han terminado acogotando a los trabajadores en nómina y redistribuyendo entre iguales lo poco que va quedando.

Junto a esos clamores de justicia redistributiva que llenan la boca de tantos y tantos apóstoles de la reforma, tenemos otros no menos clamorosos aunque, eso sí, cuidadosamente impostados. Unos clamores que siguen abogando en el desierto de la incomprensión de nuestra clase política por la igualdad de presión fiscal territorial, por la necesidad de una acción decidida sobre las sociedades pantalla, las sociedades interpuestas, los productos financieros "ad hoc", los gravámenes livianos de plusvalías especulativas, por la penalización tributaria de las deslocalizaciones "legales" a territorios fiscales bonancibles... en fin: por una reforma fiscal integral que, de verdad, acometa la tarea de construir un barco nuevo y dejar de calafetear las vías de agua que este cascarón ya tiene. Solo así, podremos remediar los efectos perniciosos que para todos los ciudadanos tienen, los tantos y tan variados remansos fiscales que han venido a procurar los sucesivos parches con los que se adorna nuestro sistema tributario: Ingeniería fiscal, regímenes tributarios foralizados, deslealtad territorial propiciada por lo que se ha dado en llamar ingenuamente "sana competencia fiscal" olvidando que de esa bandeja solo se sirve quien puede, que no quien quiere...

Todo ello no son sino frutos inevitables de esa irrefrenable tentación que siente el político de turno de dejar su huella en una normativa en la que, lo mejor que puede suceder, es que no se toque. Que si quieren hacer políticas sociales que las hagan, pero donde corresponde: En el gasto. Dejemos tranquilo el sistema fiscal. Dejemos tranquilo el IRPF que lo tenemos convertido ya en una especie de Monte de Piedad o Caja de Auxilio social donde todo cabe.  Claro está que, dejemos quieto el sistema pero, luego de meter el bisturí a fondo. Muy a fondo. Luego de estructurarlo, ordenarlo, coordinarlo, centralizarlo y....simplificarlo. Sobre todo simplificarlo.

Se reúne el G-20 para luchar contra los paraísos fiscales olvidando los variados limbos que existen en nuestro entorno. Se proclama que la crisis la paguen los ricos, los que se beneficiaron de las sucesivas burbujas. Bien. La voluntad es buena. Los hechos, ya no tanto. Mientras no se armonicen en profundidad los sistemas impositivos con base en la lealtad tributaria entre Estados, la cosa no marchará. Ya no digamos si esa lealtad está lejos de conseguirse entre Comunidades Autónomas por mor del eufemismo de la "sana competencia fiscal territorial" o lo que es más grave aún, por supremacistas "hechos diferenciales" y/o "derechos históricos". Armonización, transparencia, lealtad e igualdad de presión fiscal territorial y habremos conseguido, quizá no hacer desaparecer todos los paraísos fiscales pero, al menos borraríamos los limbos y purgatorios, cuando no los infiernos tributarios actuales. Y puede que, al final, sean los ricos los que paguen. Pero los ricos, no los de siempre.

Carlos Lamoca Pérez
Inspector de Hacienda del Estado.
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