Martes 16 de Abril de 2013
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Dos grandes bodegueros historicos de la Rioja, se engañaban más que los de la serie Gran Reserva de la 1 de tve y parece casi imposible...
Hablo por boca de un buen amigo y compañero de carrera y la historia es real como la vida misma. La historia me la contó hace más de 20 años y no la puede ratifica porque desafortunadamente falleció en un accidente de ocio.
Eran otros tiempos en los que apenas unos cuantos se repartian la "tarta" del mercado del vino.
Pues bien dos de estos grandes, tal vez los más grandes, tenian una afición casi enfermiza, pero que en aquel contexto comercial no era más que una "batallita" para reirse el uno del otro con ganas en la próxima comida de confraternidad.
Estos dos grandes del vino en España, tenian por costumbre, casi como tradición, quedar a comer juntos determinados días del año. Eran competencia directa uno del otro, pero qué más daba si no eran capaces de producir todo lo que el mercado demandaba.
Las comidas eran de las típicas de dos grandes trabajadores, que habian hecho y seguian amasando grandes fortunas con el vino. Estos días eran su válvula de escape por la que salia toda la presión que siempre conlleva la dirección de grandes (por el tamaño) empresas. En estas comidas se marcaban los faroles habidos y por haber. Y se contaban las cuitas y los enredos típicos de otras estrategias de aquel "marketing tan personal" de tiempos de bonanza. Siempre con la sana intencion de zancadillear un poquito al otro, pero haciendo un simil con el futbol, una zancadilla que no merecía ni tarjeta amarilla tan siquiera.
Y para no hacer la historia más larga llegaba la hora del postre, de los brindis y de la despedida. Y justo ya a la puerta del restaurante embarcando cada uno en su "haiga" como los toreros de antaño, a voces, se repartian fechas y zonas en las que cada un compraria la uva de otras zonas vinicolas como La Mancha, Utiel, Murcia (por citar algunas). Y se recalcaban a voces "acuerdate bien del día, la hora y el restaurante donde almozaremos para luego ir juntitos" a por las uvas. Todo acabado y cada "mochelo a su olivo".
Hasta aqui todo normal. Pero la sorpresa llegaba cuando Fulanito, tal y como habian pactado, llegaba a La Mancha el día que se habian comprometido y Citanito habia estado alli 48 horas antes y se habia llevado todo lo mejor. Pero claro, Citanito llegaba a su destino el día igualmente pactado en Jumilla (con los fajos de millones en los bolsillos) y Fulanito también se la había jugado...
¡Eran como niños!; y unos días más tarde se juntaban nuevamente para contarse como se la había jugado el uno al otro y "a celebrarlo". Y a seguir pensando qué faenita se podrían hacer en la próxima vendimia. (mas info, sin desvelar identidades: [email protected] - www.termometrosparavinos.com)
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