Danielasquez
Miércoles 03 de Diciembre de 2025
El retroceso de los glaciares andinos y el avance de la megaminería en zonas periglaciares ponen en jaque la seguridad hídrica, la credibilidad ESG y el prestigio internacional del principal destino vitivinícola y enoturístico de Argentina.
Mendoza, capital mundial del vino y reconocida por sus "viñedos de montaña", atraviesa hoy una encrucijada crítica. El posicionamiento global de su industria vitivinícola y enoturística –pilar de la economía provincial y de su atractivo turístico– depende de ecosistemas de alta montaña extremadamente frágiles y del aporte de agua de origen glaciar. La presión creciente sobre estos recursos amenaza no solo la capacidad productiva, sino también la reputación de la marca territorio, generando una tensión cada vez más visible entre desarrollo económico y sostenibilidad ambiental.
El documento "Glacial Retreat in the Andes – A Triple Threat to Water, Energy, and Food Security" advierte que el retroceso de los glaciares andinos no es un fenómeno meramente paisajístico, sino un riesgo estructural para la seguridad hídrica, energética y alimentaria de millones de personas. Los glaciares funcionan como verdaderas "torres de agua": acumulan nieve y hielo en temporada húmeda y liberan caudales en la estación seca, sosteniendo ríos que abastecen a ciudades, agricultura, generación hidroeléctrica y ecosistemas. Cuando pierden masa, se observa primero un incremento transitorio de caudal por deshielo acelerado, seguido por una caída sostenida en los flujos, con mayor probabilidad de escasez crónica, conflictos por el agua y vulnerabilidad frente a sequías prolongadas.
En este contexto, la combinación entre retroceso glaciar y expansión de la megaminería extractiva en la alta cordillera se convierte en un factor de riesgo reputacional para el vino y el turismo mendocinos. La minería metalífera a gran escala despierta preocupación por la posible contaminación de fuentes de agua, la alteración de paisajes icónicos y el incremento de pasivos ambientales en cuencas que son la base del enoturismo y de la agricultura de regadío. Al mismo tiempo, la pérdida de reservas de hielo compromete la disponibilidad futura de agua para viñedos, otros cultivos, consumo humano y mantenimiento de los ecosistemas que dan soporte al destino Eno / Eco turístico.
La presión se intensifica en un mercado global donde consumidores, distribuidores e inversores incorporan criterios ESG en sus decisiones. Los mercados responsables penalizan los conflictos socioambientales, exigen trazabilidad y esperan coherencia entre el relato de sostenibilidad y las políticas territoriales. En este escenario, la imagen de Mendoza como productor de vinos de alta gama y destino enoturístico de referencia queda en entredicho si no se abordan de forma creíble los riesgos ambientales asociados a la crisis hídrica y al avance de la minería en áreas sensibles.
A nivel normativo, la Resolución OIV‑VITI 641‑2020 ("Guide for the Implementation of Principles of Sustainable Vitiviniculture") establece ejes claros para el sector: acción climática y adaptación, reducción de gases de efecto invernadero y fomento de sumideros de carbono, uso responsable de insumos en el viñedo, mejora de envases y logística, y sostenibilidad social y económica. En paralelo, análisis recientes de la regulación internacional subrayan que los indicadores ESG se han transformado en estándar para la industria del vino: las bodegas que no reporten de manera transparente su huella de carbono y de agua, las condiciones laborales, la gobernanza y la gestión de su cadena de suministro verán crecientes barreras de acceso a distribuidores, minoristas y capital de inversión.
Los marcos de "Sustainable Wine Production" integran explícitamente los tres pilares ESG: desempeño ambiental (clima, biodiversidad, insumos y residuos), viabilidad económica y responsabilidad social (trabajo decente, vínculo con comunidades, educación al consumidor). Esto sitúa al agua de origen glaciar y a la integridad de los ecosistemas andinos en el corazón del modelo de negocio vitivinícola de largo plazo.
Por el lado extractivo, los estándares internacionales de sostenibilidad para minería –incluidos los lineamientos sectoriales de organismos de reporte y las guías para empresas responsables– reconocen que no existen proyectos exentos de impactos negativos. El estándar GRI para el sector minero (GRI 2024) identifica 25 temas materiales que deben ser reportados: emisiones, uso y contaminación del agua, biodiversidad, gestión de residuos, cierre de minas, derechos humanos y relaciones con comunidades, entre otros. En el caso de los proyectos cupríferos planteados en Mendoza, surge la duda razonable de que puedan cumplir, en la práctica, con estos requerimientos en un territorio ya sometido a estrés hídrico y con ecosistemas de montaña catalogados como críticos.
Diversos informes sobre minerales críticos y transición energética coinciden en que los compromisos ESG obligan a elevar los estándares de sostenibilidad, transparencia y participación comunitaria en América Latina, especialmente en proyectos ubicados en los Andes.
En paralelo, documentos de organismos internacionales y regionales reconocen a los glaciares andinos como "torres de agua" y como ecosistemas esenciales para la seguridad hídrica. La articulación de estos diagnósticos con los marcos de referencia de IFC, OCDE, GRI e ICMM permite sostener que la minería en cuencas glaciares difícilmente puede considerarse compatible con los principios de no degradación, gestión responsable del agua y protección de hábitats críticos que demanda el ESG contemporáneo.
En síntesis, el futuro del enoturismo y de la vitivinicultura de Mendoza dependerá de la capacidad colectiva de proteger sus reservas hídricas de alta montaña y de alinear las decisiones productivas con las exigencias ESG globales.
"Si los glaciares andinos desaparecen, no solo perdemos hielo; perdemos agua, energía, alimentos y futuro. Lo que se derrite hoy será la sed de las próximas generaciones"