Ester Solà Melgosa Vinobouquet
Martes 18 de Noviembre de 2025
La Syrah es uno de los grandes símbolos del Valle del Ródano. En el norte, la variedad despliega todo su potencial: finura aromática, tensión, notas de violeta, pimienta negra y un frescor que sostiene vinos legendarios como Hermitage, Côte-Rôtie o Cornas. Sin embargo, cuando viajamos hacia el sur, la Syrah prácticamente desaparece del paisaje. ¿Qué ocurre? La respuesta está escrita en el clima.
La Syrah es hija del frescor. Necesita noches frías, contrastes térmicos marcados y una maduración progresiva para expresar su carácter más delicado. En el Ródano Sur, el sol es más intenso, las temperaturas más elevadas y el Mistral, aunque refrescante, no siempre compensa el calor acumulado durante el día. En estas condiciones, la Syrah madura demasiado rápido: pierde precisión, acidez y complejidad aromática. Los vinos se vuelven más cálidos, más amplios, menos definidos. La variedad no sufre... pero tampoco brilla.
Por eso el protagonismo lo toma la Garnacha, perfectamente adaptada al calor mediterráneo. Resiste sequías, soporta insolaciones extremas y sigue ofreciendo vinos equilibrados, expresivos y profundamente solares. Allí donde la Syrah pierde su magia, la Garnacha se expande con naturalidad.
Cada uva tiene su lugar. Cada clima, su voz. El vino —como siempre— solo nos pide que lo escuchemos.