Martes 01 de Julio de 2025
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Tras consolidarse en Valencia como un pequeño templo para los amantes de la pasta fresca, Hasta la Pasta da el salto a Madrid con una reciente apertura en la Calle Galileo, en pleno corazón de Chamberí. Lo hace con una propuesta que escapa del cliché italo-español de trattoria decorativa para centrarse en lo esencial: elaboraciones artesanales, producto bien tratado y recetas que apuestan por la frescura y el sabor por encima del artificio. En una ciudad saturada de conceptos italianos, este nuevo local busca diferenciarse sin estridencias, apoyándose en la honestidad de su cocina y en una carta pensada para disfrutar sin pretensiones, pero con fundamento.
El concepto remite inevitablemente a esos pequeños locales italianos donde la pasta se recoge en caja para llevar, recién hecha, aún humeante, con esa calidez inconfundible del producto casero. En una ciudad como Madrid, tan acelerada como turística, Hasta la Pasta acierta al ofrecer una opción rápida pero auténtica, sin renunciar a la calidad ni al detalle. El espacio es reducido, sí, pero está cuidadosamente diseñado: sorprende el techo decorado con tiras de luz que evocan espaguetis colgando y frente a una barra con taburetes, una cocina vista actúa casi como escaparate del alma del local, donde se trabaja a la vista del comensal con masa fresca y producción manual.
Antes de lanzarnos a la pasta, tuvimos la suerte de ser guiados por Gianfranco, parte del equipo y alma divulgadora del proyecto, que nos explicó con entusiasmo los fundamentos de la carta: tres tipos de pasta base —casarecce, spaghetti y fusilli— y ocho salsas entre las que elegir, configurando un menú modular que apuesta por la sencillez bien pensada. Como aperitivo, la propuesta comienza con clásicos de picoteo italoamericano que cumplen su cometido con soltura: los raviolis fritos de ricotta y espinaca, de masa crujiente y relleno suave, resultan un bocado simpático. A su lado, los fingers de mozzarella no sorprenden, pero aportan ese punto reconfortante que se busca en una entrada pensada para compartir o simplemente abrir apetito.
En el corazón de la propuesta se encuentran las combinaciones de pasta y salsa, que permiten al comensal jugar con distintas fórmulas sin traicionar la esencia italiana. Entre todas, hay tres que destacan por técnica, intensidad y equilibrio: la Carbonara, fiel a la receta romana, llega con una emulsión sedosa de yema, queso y pimienta negra, bien ligada, con el guanciale crujiente aportando profundidad y contraste; nada que ver con las versiones domesticadas que tanto abundan. La Cacio e Pepe convence por su sencillez bien ejecutada y, sobre todo, por su generosa cantidad de queso pecorino, que envuelve la pasta con una cremosidad intensa y adictiva. El Ragù alla Bolognese seduce por su aroma de fondo casero y el sabor redondo de su salsa, aunque agradecería una proporción más generosa de carne para redondear el conjunto.
Más allá de estos tres imprescindibles, la carta ofrece otras combinaciones que van desde la clásica Pomodoro & Basilico, fresca y sencilla, hasta propuestas como la Amatriciana, con guanciale y tomate, o el Pesto alla Genovese, donde el uso de almendras aporta un toque distinto a la receta tradicional. También hay opciones más creativas, como la Pollo & Pesto, con queso de cabra, menta y alcaparras, o la Gricia, con guanciale y pecorino, para quienes buscan sabores más complejos. Una carta bien equilibrada entre tradición y guiños personales, que invita a repetir con distintas combinaciones.
No podíamos irnos sin probar un clásico entre los clásicos: el tiramisú, presentado en versión individual, con un aspecto cuidado y apetecible. La base resulta especialmente esponjosa, casi aérea, aunque tiende a deshacerse en exceso, lo que le resta algo de estructura. El sabor es amable, menos intenso de lo habitual en lo que respecta al café, lo que lo hace más accesible para todos los paladares. Un final dulce y ligero, pensado para dejar un buen recuerdo sin resultar pesado.
Hasta la Pasta llega a Madrid con una propuesta honesta y bien definida que encaja a la perfección en el ritmo urbano del barrio de Chamberí: pasta fresca, elaboraciones artesanales y una carta breve pero bien pensada, que permite jugar con combinaciones sin perder el hilo conductor de la cocina italiana tradicional. El formato, ágil pero cuidado, recuerda a esos pequeños locales de barrio donde la comida para llevar no está reñida con la calidad y lo hace con personalidad propia, atención al detalle y una ejecución sólida. En una ciudad saturada de italianos de fórmula repetida, esta casa ofrece algo distinto: cercanía, autenticidad y sabor. Un lugar al que volver, ya sea para una comida rápida entre semana o para reencontrarse, plato en mano, con el placer sencillo de una buena pasta.
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