Sábado 10 de Octubre de 2020
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Cueva de Melillas (Valdeorras).
Una de romanos
La historia de Valdeorras es la historia de la presencia de Roma en Hispania. Minas de oro que nutrieron el despegue del imperio, importantes vías de comunicación entre capitales (la XVIII, entre Bracara y Asturica Augusta) y la precoz integración militar de sus nativos en las legiones (nuestro protagonista, el pretoriano Lucio Pompeyo será un buen ejemplo de ello) hicieron de Valdeorras y su comarca limítrofe berciana una esponja de las costumbres romanas. Y si hubo una máquina eficaz de extender los hábitos latinos, ésa fue el ejército romano. Especialmente la de plantar viñas, no en vano cada día una legión consumía 12.000 litros de vino, preferentemente de las cercanías de dónde estuviese acantonada.
No hay mayor prueba de la importancia de Valdeorras para Roma que la intervención personal y directa del emperador Augusto en los asuntos de la zona. El 14 de febrero del año 15 a.C., cuatro años tras la pacificación del noroeste peninsular, el césar dictó en Narbona uno de los escasos edictos imperiales que se conservan de su largo mandato. En su texto, reorganizaba una ciudad del pueblo de los gigurrorum , concretamente la de los alobriecinos, y daba instrucciones personales para su gestión. Este hecho singular se descubrió hace dos décadas, gracias al hallazgo en 1999 del llamado "bronce de Bembibre", que hoy se conserva en el Museo de León.
Pero, ¿quién era este pueblo tan importante para merecer la atención del propio César Augusto, y posteriormente la de Plinio en su "Naturalis Historia", donde los llamó "gigurri" (Nat. Tu, 4, 28) o la de Ptolomeo que los menciona como "egurrion" (Ptol. ll, 6, 37)?
Los gigurri eran un pueblo astur que habitaba la actual comarca de Valdeorras, con una ciudad destacada, Calubriga, y una capital, el Forum Gigurrorum, mencionado por varios autores. Jugaron un importante papel en la conquista y asimilación romana por su presencia central en el tablero de operaciones de las campañas de Augusto –a las que asistió personalmente- y luego por la enorme riqueza aurífera de las cercanas y famosas Médulas (Plinio el viejo, que las conoció personalmente, cifró su producción en 20.000 libras al año), así como también de las de As Barreiras, Valdegodos, A Pala o A Cova dos Mouros.
La historia del vino en Valdeorras es la historia de la romanización. Y ha llegado hasta nosotros el nombre de dos de los que pudieron sus sus protagonistas: Lucio Pompeyo y Gaio Vettio, militar el primero y comerciante de vinos el segundo, que a caballo de los siglos I y II d.C. son el ejemplo perfecto de como llegó la vid al amplio y fértil valle moldeado geológicamente entre los picos de Trevinca (2.124 m) Montouto (1.572 m) e Manzaneda (1.778 m).
Como en muchos territorios de Europa occidental, el vino llegó de manos de los primeros campamentos romanos, que plantaban en sus inmediaciones para reducir los costes de transporte. Valdeorras tuvo hasta su propio cuerpo militar, la "Ala I Gigurrorum", con presencia en conflictos en varias zonas del imperio y compuesta de 500 jinetes gigurros, a los que hemos de presumir entusiastas consumidores de vino.
Un militar valdeorrés destacado fue Lucio Pompeyo Reburro Fabro, que la a luz de la intensa romanización del territorio bajo los emperadores flavios (Trajano, Tito y Domiciano) tuvo una carrera militar fulgurante, llegó a formar parte de la guarda pretoriana del emperador.
Dedicatoria a Libero Patri de Santurxo, en O Barco.
Su vida la conocemos por la epigrafía de la "Lápida de la Cigarrosa", hallada en A Rúa en 1680 cerca del puente del mismo nombre y actualmente conservada en una fachada, frente a la iglesia de San Estevo de A Rúa. El padre de la arqueología ourensana, Florentino López Cuevillas, atribuyó a este calubrigense ser el introductor del cultivo en la comarca, y recientemente Lucio Pompeio ha sido hasta protagonista de una novela, "A boca do monte", de Celia Díaz Núñez (Galaxia, 2016).
El primer nombre propio del vino en Galicia
Mención aparte merece el caso de Gyio Vettio Felicio. Su nombre aparece en la dedicatoria al dios romano del vino, Liber Pater, que se conserva en la iglesia de Santurxo, en O Barco: "Libero Patri/Gaius Vettius/Felicio" (Gayo Vettio Felicio mandó erigir este altar a Liber Pater). Según el profesor del CSIC Isidro García Tato, esta podría ser la primera alusión a la cultura del vino en Galicia, puesto que Liber Pater es la deidad tradicional –luego asimilada por Baco- para los romanos, y Gayo Vettio, el primer viticultor o tratante de vinos que conocemos.
Se trata de una deidad propiciatoria, muy específica del mundo agrario relacionado con el vino, que señala directamente a su oferente, según García Tato, como viticultor o comerciante. La vinculación directa entre el Liber Pater y el vino está profusamente explicada en el artículo de Carmen Santapau "La impronta simbólica de Liber Pater en los rituales y el consumo de vino en Hispania Romana" (2005).
A Liber Pater, "el Libre", se dedicaban las festividades de las "liberalia", el 17 de marzo, en las que además de festejar la salud de los viñedos, se exaltaba la llegada a la adolescencia de los niños púberes. El vino producido bajo su protección era considerado un regalo a la humanidad, y durante la fiesta existía una libertad total de expresión, reflejo inspirador del adagio "in vino veritas".
Fuese un comerciante de vinos o un viticultor, su apellido nos da muchas pistas sobre la identidad de su "gens", su familia extensa, una de las más antigas de Roma. Hubo un Cayo Vettio que fue panadero en Mediolanum (Milán) y que dejó constancia de su rostro y el de sus familiares en una magnífica escultura que hoy está encajada en la Porta Nuova de esta villa, y que supone lo más aproximado que tenemos de un "retrato robot" de un posible familiar de nuestro hombre. Sin embargo, el Vettio que más fama alcanzó fue otro.
Se trata de Cayo Vettio Aquilino Juvenco, inspirado poeta cristiano que, en tiempos del emperador Constantino, concretamente hacia el 330 d.C, publicó el primer poema épico del cristianismo... en verso. Especialmente celebradas fueron las composiciones que realizó del Evangelio de San Mateo, con ni más ni menos que 3.219 hexámetros y cuatro libros. Literalmente, la Biblia en verso.
Lagares rupestres
Las evidencias materiales directas de la elaboración directa llegan con los lagares petreos y rupestres. Aunque siempre es difícil su datación entre la esfera tardorromana y la medieval, para Antonio Castro Voces es de origen romano el del pueblo de Fontei, a Rúa ("Antecedentes Históricos da Valdeorras vinícola", 2006) en el paraje de Viñas da Santa, contextualizado por Fernández Pérez ("Un lagar de época romana en Fontei", 1993) gracias a los grandes trozos de tégula, huesos y carbón vegetal.
Lagar rupestre en Larouco.
Mucho más recientemente, en verano de 2020, el agricultor Mario Yáñez halló dos nuevos lagares en sus tierras en Larouco, durante un laboreo, y dio cuenta rápidamente de sus hallazgos a la Sección de Arqueología del Instituto de Estudios Valdeorreses. A falta de una prospección detallada, los lagares también parecen estar acompañados de abundantes restos de teja romana, lo que podría ser concluyente para demostrar la romanidad de la presencia del vino en Valdeorras.
Tras el desmantelamiento del imperio romano, suevos y visigodos dieron la entrada a la edad media y el patronímico gigurri fue evolucionando a "giorres", "eurres", "iorres" y, ya en la alta edad media, como topónimo a Val de Iorres y Valdiorres, que llegaría hasta el siglo XIX.
Precisamente en la alta edad media, el 19 de octubre de 940, encontramos la primera referencia directa al vino, una descripción en el cartulario del Tumbo de San Martiño de Castañeda: "Adicimus etim vila de Vico ad integro per suis términis sive terra vel vineas que sunt in Iorres", es decir, el documento enumera unas " ...viñas que están en Valdeorras".
Viñedos de Rafael Palacios en Valeorras.
Muy interesante es, precisamente por su referencia a los lagares, otro documento del año 953 por el que, según trascripción de Castro Voces, un hombre llamado Juan y su familia donan al obispo Rosendo y al monasterio de Celanova sus bienes en Petín y Santoaia, igual que su sobrino Eudus, que regala a San Rosendo "casas, vineas,..., lagares con intrinsicis suis, domus, cupos, cupas...", es decir, los lagares y sus herramientas intrínsecas: cubos y cubas.
Las fundaciones religiosas fueron también en Valdeorras promotoras de grandes plantaciones medievales. Solamente los benedictinos de San Pedro de Montes, en el Bierzo, citan en 40 documentos sus posesiones en Valdeorras, lo que para Castro Voces es "muestra clara de la importancia que este cultivo adquirió en el valle", y que ha sabido pervivir hasta nuestros días.
(Continuará)
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