El vino de nunca acabar

Erase una vez, un racimo de uva que crecía en una cepa en un pago muy lejano en lo más...

Javier Campo

Lunes 27 de Abril de 2020

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Erase una vez, un racimo de uva que crecía en una cepa en un pago muy lejano en lo más alto de la montaña. Bolitas, que era como se llamaba el racimo, un día le preguntó al racimo de al lado:

- Oye vecino, ¿Por qué aun no nos han venido a recoger como a los racimos del valle?

El racimo vecino se quedó pensativo durante un rato y le contesto:

- Aun no es el momento.

Bolitas no entendió muy bien porqué. Veía desde allí arriba como otros racimos eran recogidos por aquellos seres mecánicos a los que los lugareños llamaban tractores. Se decía, que llegaban a la bodega y las prensas sacaban lo mejor de ellos y se los llevaban a vivir a Villa Depósito con todos los gastos pagados durante unos días.

Jacuzzi burbujeante con sales de levadura... Tratamiento para eliminar impurezas... La temperatura siempre era la óptima para estar a gustito... y luego ¡a la botella! ¿Qué más puede pedir un racimo?

Al día siguiente bolitas volvió a preguntar:

- ¿Hoy tampoco vienen a recogernos? A ver si nos vamos a pasar...

A lo que su amigo contestó:

- Aun no es el momento.

Las horas se hacían eternas en la espera y, el hermano sol se puso, dando paso a la hermana luna. Bolitas se durmió.

De madrugada, Bolitas oyó unos ruidos de tijeras y, de pronto, noto como unas manos fuertes lo tomaban y con enorme cuidado y delicadeza lo colocaban junto a sus hermanos racimos en una caja. Estaba tan bien, que volvió a dormirse.

Cuando despertó, no sabía que había pasado. Se notaba distinto. En sueños, le pareció ver y notar la magia del Hada Barrica, pero, volvió a dormirse. A pesar de la oscuridad y el silencio, pudo sentir como su amigo estaba cerca y le preguntó:

- ¿Ya estamos en la botella?

Y su amigo respondió:

- Aun no es el momento.

Y volvió a dormirse. Y cuando más plácidamente estaba, un ruido le despertó. Había luz y se oían risas. Empezó a caer como si de un parque de atracciones se tratase y resbalaba suavemente por una pared de cristal brillante.

¡Que bien se sentía! ¡Y que rico huele todo! Y cuando entre divertidos giros notó que era bebido escucho desde dentro:

- Éste, era el momento...

Y como pasa casi siempre en los cuentos de vino, y colorín colorado, la botella se ha acabado.

Javier Campo
Sumiller y escritor de vinos
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