Jueves 03 de Julio de 2025
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La producción de vinos naranjas y blancos con maceración en pieles tiene sus raíces en Georgia y la región del Creciente Fértil hace unos 5.000 años. Aunque este tipo de vino, de color ámbar y sabor intenso, cuenta con una larga historia, no ha logrado captar la atención del consumidor moderno hasta fechas recientes. En Estados Unidos, varios productores han adaptado el método tradicional para crear una versión propia, más ligera en color y tanino, que recuerda a los rosados y busca atraer a un público más amplio.
Nicole Walsh, directora de enología en Warroom Cellars, comenzó a trabajar con vino naranja en 2021 tras conversar con el presidente de la bodega, Andrew Nelson. Decidieron elaborar un vino naranja dominado por Pinot Gris, limpio y afrutado, pensado para quienes no conocían este estilo. En su primer año produjeron solo unos miles de cajas, pero actualmente Walsh elabora unas 35.000 cajas anuales entre Bonny Doon y clientes privados. Según Walsh, la demanda creció especialmente en 2022 y 2023; aunque ahora el crecimiento se ha estabilizado, el vino naranja es mucho más conocido que antes. Si antes solo uno de cada diez consumidores estadounidenses sabía qué era el vino naranja, ahora la mitad de los aficionados al vino con los que habla Walsh lo conocen y lo consumen habitualmente.
En Field Recordings Winery, en Paso Robles (California), Andrew Jones atribuye su éxito a haber apostado pronto por este estilo. Empezó en 2017 con Skins, una mezcla de Chenin Blanc, Pinot Gris, Colombard y otras variedades blancas. Desde entonces, el vino naranja representa más de la mitad de la producción de la bodega y su crecimiento anual oscila entre el 15% y el 25%.
A pesar del interés, el vino naranja todavía soporta ciertas dificultades para llegar al gran público. Muchos consumidores asocian estos vinos con los llamados "vinos naturales", que suelen tener una imagen de ser turbios o presentar aromas poco habituales. Aaron Walker, director de operaciones enológicas en Pali Wine Company, reconoce que existe cierta desconfianza hacia los vinos naturales por parte del consumidor medio estadounidense. Sin embargo, desde que empezó a producir su serie Wild en 2021, el vino naranja ha sido su producto más vendido.
Keith Johnson, propietario de Devium Wine en Walla Walla (Washington), señala que este estilo genera opiniones muy divididas: hay quienes lo aprecian mucho y otros que no lo entienden. En regiones donde predominan otros estilos tradicionales —como los tintos potentes en Washington— los vinos naranjas tienen más dificultades para encontrar su espacio. Sin embargo, en grandes ciudades como Seattle han tenido mejor acogida.
El auge del vino naranja comenzó en tiendas especializadas y bares urbanos antes de extenderse a otros lugares. Los productores coinciden en que sería útil impulsar la educación sobre este tipo de vinos para superar las dudas del consumidor. Doreen Winkler, sumiller y fundadora de Orange Glou —una tienda neoyorquina dedicada exclusivamente al vino naranja— afirma que es uno de los estilos más versátiles para maridar con comida. Nicole Walsh coincide: gracias a los taninos presentes por la maceración con pieles, estos vinos combinan bien con platos picantes sin tener el peso o el alcohol elevado de un tinto. Otros elaboradores recomiendan acompañar estos vinos con cocina asiática o mexicana.
Erik Miller, propietario y enólogo de Kokomo Winery, produce un vino naranja llamado Marmalade bajo su marca Breaking Bread. En los últimos tres años ha experimentado un gran aumento en ventas y observa cómo cada vez más cartas de vinos incluyen secciones específicas para vinos naranjas junto a los rosados.
En cuanto al estilo propio estadounidense —conocido como New World orange wine— los productores buscan un perfil más fresco y limpio que sus equivalentes tradicionales del Viejo Mundo. El objetivo es lograr un vino con cuerpo pero refrescante; el tanino debe aportar estructura sin dominar sobre la fruta ni la acidez. Tom Caruso, propietario y enólogo de Pray Tell Wines, explica que ajusta cuidadosamente el tiempo de maceración para obtener el equilibrio deseado entre extracción y frescura.
La variedad utilizada varía mucho entre productores: desde Pinot Gris o Chardonnay hasta Muscat Blanc o Gewurztraminer. La acidez es fundamental para mantener el equilibrio del vino; muchos productores prefieren vendimiar antes para asegurar niveles adecuados de acidez natural y evitar añadirla posteriormente.
El proceso suele implicar despalillar las uvas blancas (salvo excepciones como Johnson) y dejar las pieles en contacto con el mosto durante periodos variables —desde dos semanas hasta dos meses— según la variedad y el resultado buscado. La fermentación suele realizarse con levaduras autóctonas y sin aditivos; algunos productores permiten también la fermentación maloláctica natural para mejorar la estabilidad del vino final.
El uso del azufre varía: algunos lo emplean mínimamente durante el proceso o solo al embotellar; otros prescinden completamente para mantener un enfoque naturalista. Nicole Walsh evita añadir azufre durante la maceración porque puede acentuar notas amargas.
El resultado final es un vino diferente a sus antecesores históricos pero adaptado al gusto actual: fresco, aromático y fácil de combinar con distintos tipos de cocina moderna. Muchos productores consideran que el vino naranja podría convertirse pronto en una categoría principal dentro del mercado estadounidense gracias a su versatilidad y atractivo para consumidores jóvenes y veteranos que buscan nuevas experiencias vinícolas.
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