Vinos andorranos: elaboraciones rozando el cielo pirenaico

Cuatro pequeñas bodegas unen fuerzas por sacar adelante micro producciones marcadas por la búsqueda de la calidad en un cultivo complejo, familiar y respetuoso con el entorno

Carmen Fernández

Miércoles 04 de Diciembre de 2013

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Andorra ha sido siempre sinónimo de deportes invernales, balnearios y turismo de compras. Ir a Andorra a visitar bodegas y probar sus vinos parecía algo impensable hasta hace bien poco. Pero a comienzos del 2000 el pequeño país pirenaico puso sus miras en la diversificación de su riqueza agrícola y en la recuperación de una tradición vitivinícola abandonada desde hace más de un siglo.

A partir de documentos que hablan de vides situadas alrededor de iglesias desde el siglo XI comenzó el camino de recuperación de este tipo de cultivos, aún cuando apenas quedan registros y no se conocen cuales eran las variedades plantadas. Hoy cuatro son las bodegas andorranas implicadas en este proceso de recuperación, todas ellas micro productoras embarcadas en proyectos muy jóvenes que han centrado sus esfuerzos en un cultivo respetuoso con el entorno, minucioso y entusiasta. Las especiales condiciones de estos vinos de alta montaña y sus vinificaciones tardías, prácticamente invernales, hacen que nos encontremos frente a vinos cuyas características van inextricablemente unidas a historias familiares y a elaboraciones artesanales.

De todas ellas, Casa Beal ha sido la pionera en Andorra en volver a hacer vino gracias a un largo proceso de experimentación que comenzó con las primeras replantaciones en 1984 y que permitió la observación de las variedades que mejor se adaptan al microclima que propicia la privilegiada situación del viñedo, con plantaciones entre 1050 y 1100 metros en San Julián de Lória. La compleja variedad gewüerztraminer fue finalmente la elegida para la elaboración del Cim de Cell, cuya primera cosecha salía al mercado en 2006. Su responsable, Toni Colom cuenta que "vamos al límite que nos permite esta variedad, buscando elaborar unos vinos blancos de alta gama con la mayor calidad siguiendo las prácticas de la viticultura biodinámica", lo que supone que el viticultor hace una intervención mínima, eliminando completamente los pesticidas, puesto que lo que se persigue es descubrir la verdadera naturaleza del terruño y una correcta maduración equilibrada entre el fruto y la planta.

Singularidad en pequeñas producciones

La aplicación de este tipo de viticultura une Casa Beal y la Borda Sabaté, regentada por la familia del mismo nombre vinculada a la agricultura y ganadería tradicional desde 1944. En 2009 Borda Sabaté dio el paso hacia la explotación de las viñas de altitud con la producción de su primer vino, Escol, con el asesoramiento del prestigioso enólogo francés y firme defensor de la viticultura biodinámica Alain Graillot. Con la aplicación de estos principios biodinámicos esta bodega se encuentra inmersa en la búsqueda de la excelencia en los procesos de vinificación para elaborar sus dos vinos orgánicos, Escol y Torb.

En este sentido, Graillot, que tomaba parte en la conferencia inaugural del I Encuentro de Micro productores de Vino que tuvo lugar el 30 de noviembre en Andorra, afirmó que "la carrera por la montaña está aún en los inicios", tanto en Andorra como en Francia. El prestigioso enólogo abordó durante su intervención los problemas que se planteaban los micro productores en la aplicación de la viticultura biodinámica en alta montaña, algo que afirmó, "es posible, solo hay que tener la voluntad de hacerlo". Graillot, quien también asesora a una bodega en Venencia, al borde del mar, afirmó que sería lógico pensar que "si queremos seguir haciendo vinos para las generaciones futuras tendremos que plantar viñas de altura; en un contexto de calentamiento global como el que tenemos la altitud puede ser una respuesta eficaz para luchar contra los vinos demasiado alcohólicos, aunque la altura no sea la solución para todo".

Singularidad, paisaje, historia... el Encuentro sirvió para intercambiar contactos y experiencias con 44 bodegas de Andorra, España y Francia que trabajan en micro producción, poniendo sobre la mesa las dificultades que estos productores encuentran en la comercialización de vinos artesanales con precios bastante elevados de media y pequeñísimas producciones, lo que les dificulta su distribución.

Y es que si Borda Sabaté elabora aproximadamente 2500 botellas de su blanco y 1700 del tinto, y Casa Beal tampoco supera las 2000, no muy diferente es el caso de las otras dos bodegas del Principado. Casa Auvinyá, la primera en lanzar un vino tinto en el Principado, tiene 5.000 cepas plantadas, entre variedades blancas y tintas, con una producción de 1500 botellas entre los dos vinos tintos, Evolució Pinot y Evolució Syrah y el vino blanco de nieve, Imagine mientras que Mas Berenguer alcanza las 1900 para su Tancat Rocafort, al que se unirá su espumoso aún sin nombre y del que han elaborado 1300 botellas de ¾ y 200 magnum que podremos disfrutar en la Pascua de 2015.

Apuesta por el enoturismo

Muy pocas hectáreas plantadas en pequeñas parcelas, años de observación y estudio para determinar qué variedades eran las que mejor se adaptaban a la zona, vendimias complejas, en difíciles condiciones y una elaboración prácticamente familiar son características comunes a las cuatro bodegas que se han convertido en las abanderadas de esta recuperación. Pero hay algo más que las une: su apuesta por el enoturismo.

Casa Auvinyá comenzará con las visitas guiadas con grupos de escolares y adultos a sus instalaciones en enero, según nos explica una de sus responsables, Cristina Tor, explotando sus particulares condiciones puesto que estamos ante una empresa que sigue adelante con su explotación de carne, cabras y miel, una producción ecológica que comulga perfectamente con las plantaciones de viña que hicieron hace 8 años de diversas variedades blancas y tintas.

Mas Berenguer y Casa Beal poseen también unas condiciones únicas para el desarrollo de este tipo de actividad, con una capilla en el caso de Mas Berenguer cuyos registros datan del año 902 y que ha quedado bañada por las parras que circundan la propiedad. Sin embargo, el referente del enoturismo en el Principado de Andorra es Borda Sabaté que ha desarrollado un paquete turístico que incluye el desplazamiento en 4x4 para conocer los viñedos, la vista a la borda y se completa con el restaurante Le Domaine, situado en pleno viñedo y disponible previa reserva. Arroces de montaña, catas de vino y cocina de mercado lista para contentar los paladares de quien suba hasta los 1.100 metros de las cuestas de la solana de Muxella, donde se encuentran repartidas las doce terrazas que conforman la bodega. Solo queda alargar la mano y rozar el cielo.

Carmen Fernández
Licenciada en CC de la Información y especializada en enogastronomía y turismo
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