El futuro del vino está en nuestras manos

Cataluña atraviesa uno de los periodos más secos de su historia reciente, un desafío especialmente agudo para un sector tan vital como el vitivinícola. El impacto de la sequía no solo pone a prueba la resiliencia de los viticultores y bodegueros, sino que también cataliza innovaciones en la gestión del agua, la viticultura y la enología, adaptándose a una nueva realidad climática que podría ser un adelanto de lo que está por venir a nivel global.

La importancia del sector agroalimentario en Cataluña es indiscutible, siendo uno de los pilares económicos y culturales de la región. La vitivinicultura, en particular, representa no solo una tradición arraigada sino también una fuente significativa de ingresos y empleo. Sin embargo, la persistente escasez de agua amenaza con socavar estos cimientos, obligando a los productores a buscar soluciones creativas y sostenibles.

Entre los afectados por la sequía se encuentra Familia Torres, un nombre emblemático en el paisaje vitivinícola español, con una presencia notable en el DO Penedès. Mireia Torres, encargada de innovación y conocimiento en la empresa, describe cómo la región, históricamente dependiente de las lluvias para la viticultura, ha visto disminuir drásticamente sus precipitaciones en los últimos años. La situación ha alcanzado un punto crítico, con una disminución notable en la producción y la vitalidad de las vides, algunas de las cuales ya no logran sobrevivir a la falta de agua.

Este escenario desafiante ha llevado a Familia Torres a implementar estrategias de gestión de viñedos y enología adaptadas a estas condiciones extremas. Desde la anticipación de la vendimia hasta la adopción de prácticas de vinificación que modulan aspectos físicos como la maceración de la piel o la temperatura de fermentación, la bodega busca preservar las características organolépticas de sus vinos frente a los cambios inducidos por la sequía y las altas temperaturas.

La innovación se extiende más allá de la vendimia y la bodega, abarcando también la gestión del agua y la regeneración del suelo. La adopción de prácticas agrícolas regenerativas, como el uso de cultivos de cobertura y la fertilización exclusiva con productos orgánicos, busca transformar los viñedos en ecosistemas naturales, mejorando la capacidad del suelo para retener agua y promoviendo la biodiversidad. Además, el enfoque en portainjertos y clones más tolerantes a la sequía, así como en técnicas de formación de vides como el gobelet, demuestra un compromiso con la sostenibilidad y la adaptación al cambio climático.

Por otro lado, Freixenet, otro gigante de la industria, enfrenta el desafío de la sequía con un enfoque diferente. La disminución en la cosecha de uva ha llevado a la empresa a lanzar una nueva gama de vinos espumosos premium en los mercados de DACH (Alemania, Austria y Suiza), que, aunque no se clasifican como Cava, buscan mantener altos estándares de calidad y satisfacer la demanda del consumidor. Este movimiento refleja no solo una respuesta creativa a la escasez de uvas inducida por la sequía, sino también un esfuerzo por explorar nuevas oportunidades y adaptarse a las regulaciones y condiciones del mercado.

La situación en Cataluña es un microcosmos de los desafíos que enfrenta la industria vitivinícola a nivel mundial en la era del cambio climático. La sequía, junto con temperaturas más altas y patrones climáticos impredecibles, exige un replanteamiento de las prácticas vitivinícolas, desde el campo hasta la copa. Las innovaciones en la gestión del agua, la adaptación de las prácticas de cultivo y la exploración de nuevas variedades y técnicas de vinificación son esenciales para asegurar la sostenibilidad y la resiliencia del sector. La experiencia de Cataluña ofrece valiosas lecciones sobre la capacidad de adaptación y la innovación necesarias para enfrentar un futuro incierto.