La producción vitivinícola global ante su mayor desafío en décadas

Los retos climáticos reducen la producción de vino a mínimos históricos

Martes 07 de Noviembre de 2023

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El sector vinícola enfrenta un escenario desalentador este año, con una disminución proyectada del 7% en la producción global de vino en comparación con el año anterior, lo que representa el registro más bajo desde 1961. Este retroceso, según la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), se debe en gran medida a una serie de condiciones climáticas desfavorables que han afectado a las principales naciones productoras de vino.

La OIV, en un comunicado de este martes, 7 de noviembre, ha proporcionado una estimación que sitúa la producción en un intervalo de entre 241,7 y 246,6 millones de hectolitros. Giorgio Delgrosso, jefe del servicio estadístico de la OIV, ha destacado que, desde la mitad del siglo pasado, solo en dos ocasiones se han registrado cifras inferiores: en 1961, con 214 millones de hectolitros, y en 1957, con 174 millones.

Gráfica proporcionada por la OIV

Europa, el bastión tradicional del vino, ha visto cómo las inclemencias del tiempo han mermado su producción en un 7%, esperando cosechar alrededor de 150 millones de hectolitros. España y Italia, dos gigantes en la viticultura, no son la excepción. España, en particular, se enfrenta a una disminución del 14% (un 19% en comparación con la media de los últimos cinco años) debido a una sequía severa y olas de calor sin precedentes, lo que se traduce en una producción de solo 30,7 millones de hectolitros, marcando el peor año en términos de volumen desde hace veinte años. Italia, por su parte, proyecta un descenso del 12% a 43,9 millones de hectolitros, el menor desde 2017, principalmente a causa de las lluvias torrenciales que propiciaron la aparición de mildiu en zonas centrales y meridionales del país.

Francia, por otro lado, emerge como un caso especial, con una vendimia que se estima se mantendrá en niveles similares a los de 2022, alcanzando los 45,8 millones de hectolitros. Esto le permitirá posicionarse como el líder mundial en producción de vino para este año.

A pesar de este contexto, algunos países europeos prevén cifras positivas. Alemania espera un leve aumento del 1%, llegando a 9 millones de hectolitros. Portugal y Rumanía también anticipan incrementos del 8% y del 15%, respectivamente.

En el hemisferio sur, la situación es aún más preocupante. La producción ha caído un 19% con respecto al año pasado y un 18% en comparación con el promedio de los últimos cinco años, situándose en 45 millones de hectolitros. Chile, el líder del hemisferio, proyecta una caída del 20% hasta los 10 millones de hectolitros, impactado por la sequía y los incendios forestales. Argentina, afectada por heladas y granizadas, anticipa un desplome del 23% hasta 8,8 millones de hectolitros, lo que podría resultar en el peor año de su historia en términos de producción vinícola. En Brasil y Uruguay, las cifras son igualmente sombrías, con descensos del 30% y del 34%, respectivamente.

La producción en Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda también experimenta reducciones significativas, con decrementos del 10%, 24% y 6% respectivamente.

No obstante, Estados Unidos emerge como la excepción notable entre los grandes productores, con un incremento proyectado del 12% respecto al año anterior, alcanzando los 25,2 millones de hectolitros. Este auge se atribuye a las condiciones climáticas más benévolas y a las precipitaciones invernales en áreas como Napa y Sonoma en California, que venían sufriendo de sequía en los últimos años.

Delgrosso recalca que "las anomalías climáticas se están convirtiendo en la norma", y advierte que el consumo mundial de vino ha estado en descenso durante los últimos tres años, influenciado por la crisis de la covid-19, problemas en las cadenas de suministro y la inflación. A esto se suma la influencia de campañas de salud que promueven cambios en los hábitos de vida y la presión de otras bebidas alcohólicas, como la cerveza.

El mercado vinícola se encuentra, por tanto, en un punto de inflexión, donde la demanda decreciente podría ajustarse si las crisis actuales se disipan, pero existe el riesgo de que esta tendencia se convierta en una característica permanente si las condiciones adversas persisten.

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