La (dura) realidad de los colleiteiros del Ribeiro

Durante tres días pude visitar in situ el trabajo de algunos de esos colleiteiros

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Martes 07 de Mayo de 2024

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La naturaleza del ribeirao (oriundo del Ribeiro) tiende a ser pesimista. Son gentes comprometidas con su contorna, que se han quedado (o que han vuelto) para labrarse un futuro en una tierra a la que tanto aman. Gentes con conciencia social, que ven con preocupación como la despoblación del rural se ha convertido en un problema que les impide encontrar el relevo generacional que hace falta para continuar con su actividad productiva. Gentes que, a pesar de estar luchando por cambiar las cosas, ven justificadamente como el futuro pinta tan gris como las nubes que arreciaron con lluvias esta zona la semana pasada.

Llegué al Ribeiro invitado por la Asociación de Colleiteiros para dar una ponencia en las jornadas que organizaron en el Museo do Viño Galego bajo el nombre 'Hablemos del futuro de la viticultura' para hablar sobre el consumo de vino gallego en Reino Unido. Una charla en la que, tras desmigar diversas gráficas, puse de manifiesto las grandes oportunidades que existen para que las pequeñas bodegas compitan en el mercado británico si son capaces de desarrollar las estrategias de penetración adecuadas; terminando con una pequeña reflexión sobre la necesidad de zonificar para poder sostener su imagen de calidad.

Fueron 3 días intensos en los que pude sumergirme en la realidad que afecta a los colleiteiros del Ribeiro. Para quienes no estéis familiarizados con este término, un colleiteiro (o 'cosechero' si lo traducimos al castellano) es un bodeguero que no sólo elabora el vino en su adega ('bodega' en gallego), sino que también trabaja la viña.

Durante tres días pude visitar in situ el trabajo de algunos de esos colleiteiros, al igual que tuve la gran fortuna de ser partícipe de una mesa redonda formada por algunos de los miembros de la Asociación con quienes no sólo caté sus vinos, si no que me hicieron partícipes de su historia personal, su situación actual, sus preocupaciones y su guerra diaria por que se ponga en valor la riqueza de la contorna.

Relevancia histórica

Para quienes no estéis familiarizados con el Ribeiro, resumiendo muy mucho, cabe decir que ésta ha sido la gran región de España durante la época medieval. Sus vinos llenaban las grandes mesas inglesas (llegando a costar más que los vinos de Burdeos), también fueron los primeros vinos en desembarcar en el nuevo continente (lo que te habla de que tenían la capacidad de viajar y envejecer), tienen los reglamentos más antiguos del mundo (más incluso que los del Douro) y sus colinas se encontraban repletas de socalcos que abrazaban un monocultivo de innumerables castes (variedades) autóctonas.

Teniendo una identidad patrimonial tan potente, ¿cómo puede resultar que casi no se nos conozca? Es triste reconocerlo pero, lo que en su día fue esplendor, hoy son las cenizas de un mero recuerdo. No somos nadie en el panorama nacional y eso no es justo. Aunque se levante la voz para reclamar lo que por derecho nos corresponde, se nos ignora por ser una región microscópica, no sólo a nivel internacional, pero también dentro de nuestras fronteras. Se nos hace el mismo caso que a un niño pequeño cuando quiere interrumpir en un debate de adultos.

¿Qué le estamos contando al mundo?

Para reclamar lo que es nuestro no queda otra que competir por calidad, generando valor añadido. Y es esto justamente lo que no se está comunicando desde el Consejo Regulador. Ojo, hablo de Consejo Regulador en este caso y no de Denominación de Origen porque no son sinónimos aunque, por desgracia, se suelen usar equivalentemente. Una DO es una frontera que delimita un territorio (un origen) donde se producen, en este caso, vinos con una fuerte identidad territorial; mientras que el Consejo Regulador está formado por quiénes dirigen y regulan dicha DO.

Dese el Consejo Regulador establecen que la apuesta de valor añadido está en la ecuación 'Ribeiro = Treixadura'. Un mensaje equivocado con el que sólo se satisfacen intereses comerciales. Desde un punto de vista marketiniano resulta muy cómodo el equiparar un territorio a una sóla variedad, al fin y al cabo es lo que ha hecho Rías Baixas con el Albariño o lo que están haciendo Valdeorras y Monterrei con la Godello. De esta forma, al consumidor se le envía un mensaje muy simplista pero que activa ventas en los lineares de supermercado. Porque es precisamente esto lo que les interesa a los miembros de un Consejo Regulador apoltronado y anticuado, para quienes el éxito pasa por vender cuántas más botellas mejor y, así, hacer caja con las tirillas que garantizan el origen y que las bodegas ponen debajo de su contra-etiqueta.

No se dan cuenta de que esta filosofía no aporta nada. Al revés, con ella se están cargando la única posibilidad que tienen de generar valor añadido para poder posicionar los vinos del Ribeiro de nuevo en el Olimpo viticultural. Y es que el Ribeiro es ese minifundismo lleno de castes autóctonas (tanto tintas como blancas) que habitan co-plantadas en una suerte de poligamia viticultural en los maravillosos viñedos que dibujan su paisaje. Pero claro, esto molesta, no es fácil de comunicar y, por tanto, no vende. ¿Para que lo queremos entonces?

El colleiteiro lo tiene difícil

El papel que desempeña el colleiteiro es de vital importancia para la región porque son los guardianes de un patrimonio que, de otra forma, ya habría desaparecido.

de izquierda a derecha: Luis Anxo Rodríguez, Antonio Míguez, Xulia Bande & BeniCabe mencionar que su trabajo está regulado por los estatutos de la DO, estableciendo su producción máxima en 60.000 litros anuales (aunque muchos de ellos apenas alcanzan este límite) provenientes de viñedos propios. Cómo véis, los pequeños no se pueden centrar en producir cantidad, sino que no les queda más remedio que competir por calidad. Para ello basan todos sus esfuerzos por elaborar de manera más artesanal y sostenible para poder embotellar vinos que hablen de su origen. Lo que es irónico es que, a pesar de que su trabajo se legisle, no se les permita etiquetar algún distintivo especial que distinga su trabajo del de las demás bodegas de la zona para que el consumidor valore y sea consciente de que esos vinos cuestan lo que cuestan por todo el trabajo que hay detrás en pro de la calidad. Se ve que tampoco interesa.

Por si no fuese poco, desde el Consejo Regulador también quieren ampliar los límites de la DO con el fin de incluir tierras fértiles y llanas que puedan servir como marco de plantación para un océano de, presumiblemente, Treixadura. Una expansión que sólo se entiende si se mira con los ojos del tío Gilito porque, si de nuevo atendemos a la historia, las hectáreas de viñedo que se necesitan ya están ahí. Lo que pasa es que están comidas por el bosque. Se trata de los socalcos y demás viñedos históricos que, fruto de la despoblación y del envejecimiento de los labriegos locales, han quedado a merced de la naturaleza. Como es obvio, el coste de recuperar todo este patrimonio y de volverlo productivo es mucho más costoso que plantar en tierras de fácil acceso y mecanizables.

El futuro del Ribeiro pasa por hacer atractivo el rural a los más jóvenes mostrándoles que en la región no sólo hay algo por lo que luchar, si no que se puede vivir de ello dignamente. Si no nos preocupamos por recuperar lo que nos puede dar una ventaja competitiva en el mercado, entonces, es entendible el pesimismo del ribeirao. La recuperación de los viñedos históricos no sólo significa que vayamos a competir por calidad, si no que nos ayudará a reforzar el valor añadido (caminando hacia una zonificación del viñedo en el Ribeiro) y ayudará a desarrollar un enoturismo necesario para la prosperidad de todos los sectores productivos de la comarca.

¿Cuándo nos dejaremos de chantajismo?

Tristemente, la ampliación de los límites territoriales es la carta que los miembros del Consejo Regulador están usando como moneda de cambio con la que comprar el voto de los colleiteiros para, así, abrir el melón de la zonificación y llevarlo a debate (sin garantizar de que se empiece a trabajar en ello).

Os explico, estas jornadas se están organizando con el fin de pujar por la zonificación del Ribeiro y la clasificación de sus viñedos. Los colleiteiros llevan abogando desde un tiempo en pro de esta iniciativa y, como es lógico, quieren que el Consejo Regulador la tome en consideración para poder abrir una nueva vía para crear un valor diferenciador y reputacional para los vinos de la DO.

Hablando en plata, al Consejo Regulador, esto, se la trae al pairo ya que, en su mayoría, representan los intereses de las grandes bodegas, las cuales están muy cómodas compitiendo en un mercado que prima la gran tirada de litros en detrimento de la calidad y quienes no se dan cuenta de que los vinos que compiten por calidad son los que sostienen la reputación de la DO. No son capaces de ver que, si la zonificación llegase a buen puerto, esto les ayudaría también a ellos a competir con más entereza en el mercado.

En estas andamos. Espero que esta reflexión llegue a los oídos de quien tenga que llegar y que sirva para que se den cuenta de que es hora de ser más flexibles y mirar por el futuro de una Denominación de Origen que tiene mucho que contar y que está pidiendo a gritos que la dejen codearse con los más grandes. Mientras, desde este pequeño púlpito seguiré promoviendo los vinos colleiteiros del Ribeiro ya que, a pesar de hablar de su origen, ¡están del carajo!

Un artículo de Miguel Crunia
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