La calidad del vino a través de cuatro tipos de consumidores diferentes

La calidad no es una, son muchas y dependen de las prioridades de cada tipo de consumidor

Úrsula Marcos

Viernes 19 de Enero de 2024

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El mundo del vino ha experimentado una evolución notable en los últimos años, con una tendencia creciente hacia la búsqueda de calidad. Sin embargo, definir qué constituye la calidad en el vino sigue siendo un desafío a día de hoy, sobre todo dada su naturaleza multifacética y subjetiva. Con todo, son muchos los expertos que en sus guías y manuales recogen un compendio de este análisis que pretende explorar las diversas dimensiones que componen la calidad del vino, proporcionando una comprensión integral de lo que realmente implica. Pero vayamos por partes, como diría Jack el Destripador.

Inicialmente, la calidad sensorial es quizás el aspecto más referenciado al hablar de calidad en el vino. Se relaciona con la experiencia durante la cata, involucrando no solo las características inherentes del vino, sino también la influencia de factores externos como el marketing.

Esta calidad es inherentemente subjetiva y difícil de cuantificar, ya que los gustos personales varían enormemente. Lo que un consumidor puede considerar un vino de alta calidad, otro podría percibirlo de calidad media. Factores como el precio, la marca, la imagen del producto y el contexto en el que se consume el vino también pueden afectar significativamente la calidad sensorial percibida. Por lo tanto, la calidad sensorial es un concepto multifacético y subjetivo, que varía entre tipos de vino, niveles y percepciones individuales.

Los consumidores más experimentados, que aprecian los matices del vino y reconocen las diferencias organolépticas del vino, anteponen este tipo de calidad. Para ellos el sabor es lo primero.

Por otro lado, la calidad nutricional se relaciona con los aspectos de salud del vino, dependiendo en gran medida de cómo los consumidores ven el vino como alimento. Objetivamente, el vino consumido con moderación (una o dos copas de 125 ml al día) puede considerarse un alimento nutritivo, ofreciendo macronutrientes y micronutrientes, contenido mínimo (o nulo) de azúcar y antioxidantes beneficiosos como los polifenoles. El alcohol en el vino se deriva naturalmente de la fermentación, a diferencia de los destilados como el whisky o el vodka.

La calidad del vino en este aspecto también depende de la presencia de sustancias naturales frente a las exógenas añadidas durante la producción o resultantes de prácticas vitivinícolas. Los vinos de mayor calidad generalmente están asociados con una mínima intervención de sustancias añadidas, mientras que los vinos de menor calidad a menudo contienen aditivos para modificar el aroma, ocultar sabores indeseables o crear sabores artificiales. Por lo tanto, la calidad nutricional depende tanto del conocimiento del consumidor como de sus hábitos de consumo.

Los consumidores que se centran más en los "orígenes" del vino y su elaboración, rechazando la industrialización del sector, valoran sobre todo este tipo de calidad, para ellos como se hace el vino es lo primero. Además, en este grupo existe una nueva corriente de consumidores al alza en los últimos tiempos que buscan vinos naturales y ecológicos, que también persiguen este tipo de calidad. Para ellos la salud es lo primero.

Si hablamos de la calidad formal nos referimos a los estándares de calidad colectivos establecidos para un grupo de vinos, que abarcan la región, la trazabilidad, la higiene y las normas sanitarias. Esta calidad se ejemplifica en marcas colectivas o "sellos de calidad" como las Denominaciones de Origen, Vinos de la Tierra o IGP, reguladas por leyes y normativas nacionales y supranacionales.

Estos sellos de calidad certifican que las condiciones de producción han sido formalmente documentadas y aplicadas. La calidad percibida en estos casos es el resultado directo de la adhesión a estos estándares y regulaciones establecidos.

En este grupo también están las puntuaciones de guías, los premios en concursos e incluso los artículos y noticias en los medios.

La mayor parte de consumidores del planeta tierra pertenecen a este grupo, ya que a falta de conocimientos, que no de información, acuden por la vía rápida a estos reclamos en busca de calidad. Para ellos los sellos de calidad, los puntos y los premios son lo primero.

Por último, la calidad cultural del vino proviene de sus orígenes históricos, religiosos y mitológicos. Profundamente integrado en las culturas mediterráneas, occidentales y cada vez más globales (con la notable excepción de la mayoría de las culturas musulmanas), el vino es más que un simple alimento o bebida. Su papel central en diversos eventos, desde liturgias cristianas y viajes tempranos a América hasta su historia de más de 2.000 años, subraya su importancia cultural.

En este contexto, la calidad se percibe a través del prisma de la historia y la tradición, priorizando los valores del terroir, la viticultura, la variedad de uva y los métodos de producción como elementos fundamentales en la definición de la calidad del vino.

Los consumidores comprometidos con el vino, lo que representa, su tradición, cultura e historia, así como su función social y económica, anteponen este tipo de calidad. Para ellos el vino es lo primero.

En definitiva, la calidad del vino es un concepto complejo y multifacético, influenciado por factores sensoriales, nutricionales, formales y culturales. Comprender estas dimensiones permite una apreciación más completa de lo que constituye la calidad en el vino, yendo más allá del mero sabor y abarcando una gama más amplia de atributos y valores.

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