José Peñín
Viernes 28 de Julio de 2023
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Todos los años, se celebra en el primer fin de semana de agosto la fiesta del Albariño. Es el homenaje más antiguo que se hace a una uva en España y, posiblemente, en Europa. La celebración no es al modo que durante los años de Franco se exaltaba al vino, con las fiestas de la vendimia con elección de reina, damas de honor y otras liturgias.
Esta fecha, ya histórica, y tan distante de la vendimia anterior, marcaba el momento del embotellado. Dando la razón a la tradición de que un albariño de embotellado precoz por razones comerciales, presenta aromas de piña madura, plátano o pomelo. Rasgos producidos por la fermentación y muy alejado de la identificación varietal, por lo que resulta aconsejable esperar al menos siete meses después de la cosecha para la puesta en botella, con lo que el vino gana en complejidad. Esta tradición, fue vulnerada a principios de los años Noventa por las impaciencias de vender el vino nada más nacer, cuando se extendió la fiebre del vino nuevo a finales de los Ochenta, esto es, ocho meses antes de la trascendental fecha agosteña.
Es, sin duda, la más noble de la variedades gallegas de magnífico equilibrio y excelente sabor. La mejor concepción de un blanco atlántico, aunque no alcance las cotas de las Chardonnay o Riesling.
Las características generales de un albariño son de un color amarillo verdoso, con desprendimiento de elegantes aromas florales, salinos y especiados, frescos al paso por boca, con un tacto glicerinado y sabroso con una amplitud de matices. Cepa vigorosa que alcanzando rendimientos en torno a los 10.000 kilos por hectárea sigue manteniendo su identidad. La variedad albariño encuentra su hábitat natural en el ecoclima atlántico, prácticamente el único en el que puede cultivarse pues los intentos de aclimatarla en otros lugares de España con la excepción de Galicia, han resultado infructuosos. Temperaturas suaves propiciadas por la cercanía del mar, lluvias abundantes y ambiente soleado se unen para que la cepa alcance su mayor potencialidad cualitativa. Crece en terrenos arenosos y pizarrosos capaces de la menor retención del agua, poco profundos y ligeramente ácidos.
En los últimos años la albariño ha tenido una resonancia mundial cultivándose en todo el cono sur de América, California, Australia y Nueva Zelanda. He probado la de todos estos países, con notas algo más diluidas posiblemente por sus mayores rendimientos y en otros casos por una mayor maduración de sus uvas. Algo mejor me parecieron las uruguayas y neozelandesas, pero sin la complejidad de la gallega. Incluso en Burdeos, la albariño como la touriga nacional portuguesas son candidatas ibéricas de cultivarse en esta región francesa. Al otro lado del Miño, en Portugal, encontramos la cepa Alvarinho en la que se conoce como región de vinhos verdes. Vinos con un componente mineral de piedra seca, con mayor participación de la pizarra. Los mejores son los de Monçao.
No parece, pues, descabellado emparentarla con las vides germánicas, si se tiene en cuenta que este tipo de variedades blancas se adapta mejor a los climas relativamente frescos, con épocas cortas de gran insolación, muy propios de la zona del Rhin franco-germánica. Por otro lado, su tacto glicérico y sus rasgos florales, similares a los de aquellas, la sitúan a medio camino entre un riesling y un tokay alsaciano.
Esta clasificación ha salido hace unos días y que se plasma en la edición 2024 de la Guía Peñin. De 263 marcas univarietales de albariño estos son los 7 vinos que han obtenido las máximas puntuaciones entre 95 y 100 puntos. Todo un récord de marcas que garantiza una elección fiable. Como se puede comprobar el albariño se crece con el tiempo, con un ejemplar uso de las lías y una moderada crianza en roble.
Es el primer 100 de los blancos españoles. Es la sublimación de la crianza con lías en depósito de acero inoxidable y no en barrica. La complicidad de la lía y el vino es absoluta en los albariños y el reposo de 10 años cuenta a su favor. Pocas variedades en el mundo se transforma con la crianza adquiriendo las notas de hidrocarburo, hierbas silvestres y fruta madura.
El arte de una buena fermentación en barrica se ve en la evolución de las lías sin que se note la madera, pero sí su cremosidad. Toques de fruta escarchada y frutos secos
Como corresponde a la evolución de la albariño cuando pasan los años con la reducción marchita de las lías. Fruta madura y hierbas de monte.
Los 6 años de vida ha dado tiempo para los maravillosos cambios hacia la elegancia y complejidad. Matices especiados, flores marchitas.
Excelente combinación de la fruta blanca y la reducción de sus lías finas. Toques de piedra seca (mineral) y persistencia en boca.
Su juventud aparece en la evocación de hierbas aromáticas (menta, lavanda) con el elegante volumen de las lías. La complejidad de la identidad del albariño en el tiempo mínimo de consumo.
Excelente fermentación en barrica con sus leves notas cremosas sin empañar la complejidad frutal y herbal.
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