El vino es para disfrutarlo

Un día cualquiera, alrededor del mediodía, cuando ya han pasado horas des del desayuno y se acerca la hora de...

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Sábado 25 de Febrero de 2017

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Un día cualquiera, alrededor del mediodía, cuando ya han pasado horas des del desayuno y se acerca la hora de comer, el estómago ya empieza a quejarse y entramos en un bar cualquiera, de cualquier barrio e cualquier ciudad española. Tres opciones ante la pregunta: ¿Qué va a tomar? Un refresco lleno de azúcar o sustitutos del mismo, una cerveza o una copa de vino.

Un refresco: Bebida a base de agua, azúcar o edulcorantes sintéticos, extractos, aromas, acidulantes, y otros componentes de nombre indescifrable.

Una Cerveza: En pocos sitios encontraremos una cerveza distinta a las cervezas típicas que encontramos en cualquier lado y de nombres sobradamente conocidos, cervezas elaboradas en fábricas, a base de cebada o cereales de dudoso origen, sometidas a múltiples procesos de estabilización, esterilización, filtrados, etc… que dejan a todas las cervezas con sabores y aromas parecidos.

Una copa de Vino: Una copa de reducido tamaño, llenada hasta los topes de un líquido amarillo o rojo o incluso marrón y que en cuanto entra en la boca, produce un efecto parecido a sorber un trago de lejía combinada con amoniaco.

Obviamente, hay muchos locales a lo largo y ancho de nuestro país, donde sirven refrescos naturales y sabrosos a base de zumos de frutas, cervezas artesanas, o no, de altísima calidad y vinos de color adecuado, sabor placentero y calidad óptima, en copas adecuadas, pero no son la mayoría, sino la minoría.

¡En España tenemos un problema! España es el segundo productor mundial de vino, justo detrás de Italia, a 0,2 puntos porcentuales (Fuente:Vinetur) y el número 33 en consumo por cápita, a gran distancia de los primeros puestos, donde destacan países no productores y Francia. Hasta principio de los años 80 del pasado siglo, la bebida más habitual entre los españoles era el vino, pero a partir de esos años, el consumo empezó a disminuir, y no ha parado hasta nuestros días. Paradójicamente, la calidad y la cantidad de los vinos elaborados en España han aumentado significativamente, especialmente la calidad. Tanto es así que al mismo ritmo han aumentado las exportaciones a países donde se valora un producto de alta calidad a precios competitivos. Vistos todos estos datos, está claro que queda un largo camino por recorrer, hasta conseguir que una copa de vino blanco, fresco sea igual de atractiva en verano, que una cerveza fría. ¿Por qué es tarea casi imposible encontrar un lugar donde se pueda tomar una copa de vino decente? La respuesta es sencilla, porque cualquier local que pretenda servir copas de vino de calidad, vaciará la mayoría de botellas que descorche en el fregadero. ¡No es rentable! Y no lo es porque no hay demanda. Esta falta de demanda puede achacarse a muchos motivos, malas experiencias con vinos de dudosa calidad, o con recomendaciones que no han tenido en cuenta al consumidor, o con la inseguridad que produce a mucha gente el hecho de no saber analizar un vino. Hay una sensación bastante generalizada de que, cuando se tiene una copa de vino delante, hay que observar su color hasta que se sequen los ojos, olfatear hasta saturar la nariz de aromas y enjuagarlo durante una eternidad hasta encontrar todos esos aromas y sabores que pone en la etiqueta, y esto, hace que la mayoría de potenciales consumidores ni lo intenten. En www.wineisvino.com estamos convencidos de que el vino es para disfrutarlo, que habrá quién disfrute el vino analizándolo hasta la saciedad, pero igual que con cualquier comida u otra bebida, para la mayoría de gente, el vino debe ser una bebida que se tome simplemente porque gusta. Abrir una botella de vino debe ser un acto igual de normal que abrir una cerveza o cualquier otra bebida y, igual que cuando se bebe una cerveza, no hace falta opinar y juzgarlo a cada sorbo, lo que se debe hacer es disfrutarlo y evidentemente, beberlo con moderación. A todo el mundo le parecería extraño y casi surrealista ver a un grupo de personas, sentadas en la mesa de cualquier bar, con cuatro cañas, analizando la cerveza, oliéndola, enjuagándose la boca con ellas y haciendo notas de cata. Lo normal y habitual es ver a un grupo de personas con sus cañas, hablando de mil cosas y disfrutando del momento y la compañía, y con el vino no es diferente, sino todo lo contrario, una botella de vino entre amigos es una excusa como cualquier otra para pasar un buen rato con una bebida sabrosa y, generalmente, mucho mejor que la mayoría de cervezas que se sirven en los bares españoles

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