Jueves 18 de Agosto de 2016
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VINOS Y LA SENDA DEL PLACER... La buena noticia -de la que hablábamos al final de la primera entrega de este tutorial- era la plasticidad cerebral.
El cerebro es un músculo que también se ejercita, crece y por ende amplía el espectro de sus prestaciones. Por lo tanto, la próxima vez que vayas a catar un vino o a refocilarte con tu compañer@ plantéate con qué mentalidad abordas el asunto: con la mentalidad fija, estática, que constriñe o con la mentalidad de crecimiento que enriquece y genera nuevas posibilidades.
Los estímulos sensitivos se generan a través de los terminales sensoriales, provocando sensaciones, que son impresiones sensoriales inmediatas. Las percepciones son impresiones sensoriales interpretadas; y de ahí emanan las emociones –que no tienen receptores especiales- pero sí están conectadas con diferentes percepciones sensoriales, con sus consecuentes reacciones fisiológicas – que se manifiestan en el rostro y en el lenguaje corporal-.
Solo nos interesan las impresiones positivas, pues mientras estas entran a través de nuestros canales sensitivos, son evaluadas, registradas inconscientemente y se perciben involucrándose como emociones... el asunto de vivir, de amar, de tomar una copa de vino, es divertido. La velocidad idónea de una caricia (siempre dependiendo de variables y de la circunstancia en que se da) es de 5 cm por segundo. Ojo a la temperatura (estudios efectuados dicen que para sentirse felices la temperatura óptima sería de 13.9º) Casualidad! Similar a la temperatura adecuada para degustar grandes vinos.
¿Cuál es entonces la temperatura ambiental/corporal para disfrutar cuando tomamos vino con algún alimento apetecido en compañía e intimidad?
Ahora, ya puestos en faena, ¿qué hay de los vinos que nos colocan en la senda del placer? El vino, como otra expresión posibilista de la naturaleza, nos sirve de un modo fantástico para continuar explorando formas de vivir, de disfrutar. Las sensaciones que nos procura el tomarlo contribuyen poderosamente a facilitar el juego inestimable que conforma el sentido de la vida, el cual no es otro que el constante trabajo de nuestras percepciones sensoriales procesando todo tipo de estímulos que continuamente nos llegan.
El vino, los vinos, en todas sus elaboraciones y con sus distintas prestaciones organolépticas que se recrean cada cosecha, en cada pago y en cada elaboración como forma genuina de reinterpretación de la naturaleza -que cede sustancias para que nos beneficiemos de ellas- los vinos, decimos, sirven estupendamente en esas experiencias que las personas necesitamos para sentirnos vivos.
El vino –sobre todo los tintos y espumosos- actúan de modo similar a como lo hace la grelina -una hormona que segrega el estómago vacío- la cual estimula el apetito y hace que aumente la captación de efluvios de los alimentos (o los olores corporales). Continuará...
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