Reivindicando la variedad Monastrell

La variedad tinta autóctona del Levante lleva ya unos cuantos años reivindicando su capacidad para dar lugar a tintos de...

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Jueves 26 de Noviembre de 2015

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La variedad tinta autóctona del Levante lleva ya unos cuantos años reivindicando su capacidad para dar lugar a tintos de gran calidad, amén de rosados, dulces y espumosos. Con los "alias" de mourvèdre y mataró, también ha colonizado viñedos en Provenza, Australia y California.

Como otras variedades autóctonas del viñedo español, la monastrell ha tenido que esperar a que llegara la hora de la reivindicación de las uvas vernáculas para que se la dejase de considerar como materia prima sólo apta para vinos menores, carnosos pero también cabezones y con una longevidad más bien escasa.

Ni siquiera se le valoraba el prestigio alcanzado entre los siglos XV y XVII, cuando los comerciantes franceses, que suspiraban por los vinos generosos de Murivedro (Sagunto), se la llevaron al otro lado de los Pirineos para cultivarla en la Provenza y el Languedoc-Roussillon, rebautizándola mourvèdre.

Por fortuna, en las últimas dos décadas, la monastrell ha vuelto a sacar pecho gracias a los tintos suculentos, carnosos y bendecidos por el sol del Mediterráneo que con ella se producen en las denominaciones murcianas (Jumilla, Yecla y Bullas), así como en la D.O. Alicante.

Ahora bien, no son muchos los aficionados que saben que con esta uva se elaboran también otros tipos de vinos, como el histórico fondillón –el dulce de crianza oxidativa que sedujo al mismísimo William Shakespeare y que a punto ha estado de caer en el cajón del olvido–, espumosos, rosados y dulces naturales.

Además de aquellos tintos que se producen con esta variedad allende las fronteras españolas, con la sinonimia de mourvèdre y mataró...

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