Chateau dYquem 1806, una botella recorchada de 300000 euros

Solo la pasión por el vino, el conocimiento y entendimiento del buen hacer, pueden explicar el incesante entusiasmo de José...

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Miércoles 07 de Octubre de 2015

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Solo la pasión por el vino, el conocimiento y entendimiento del buen hacer, pueden explicar el incesante entusiasmo de José Polo y Toño Pérez por los vinos de Château d'Yquem, capaces de demostrar hasta dónde pueden llegar por el amor a sus caldos. Esta es una historia basada en hechos reales, digna de ser contada.

Botella del Chateau d'Yquem 1806 con las características perlitas de cristal

Nos trasladamos a la glamurosa casa de subastas Christie's, en Londres, una de las más prestigiosas del mundo, en la cual, nuestros protagonistas adquirieron en el año 2000, una extraordinaria colección de 24 botellas antiguas. Entre estas joyas, se encontraba una botella de Château d’Yquem del año 1806, adquirida por 20.000 euros.

Un auténtico elixir de vino blanco dulce y uno de los vinos del mundo más longevos. Superior en todos los aspectos a cualquier otro de sus semejantes en Sauternes, Burdeos. El estricto sentido en el cuidado y la elaboración de la casa Yquem (cuenta la leyenda que solamente producen una copa de vino por cada vid), ya en tiempos, le valió el reconocimiento de ser el único vino Premier Grand Cru Supérieur de 1855.

Entre los amantes de este vino se encuentran personajes tan variopintos como Thomas Jefferson, embajador en Francia y más tarde presidente de los Estado Unidos, el emperador de Japón, Charles de Gaulle o Stalin, que pidió plantas a la bodega para intentar aclimatarlas en Ucrania, parece que sin demasiado éxito.

Después de conseguir semejantes tesoros, podemos imaginar el entusiasmo que compartían José y Toño de regreso a su restaurante Atrio, en Cáceres. Allí, comenzarían los preparativos para incluir las nuevas piezas en su colección, su adecuada conservación y custodia. Una impresionante bodega con todos los requisitos imprescindibles para hacer tales honores. Sin embargo, el entusiasmo de ambos se vio truncado por un infortunio.

Nada más llegar a Cáceres, los dueños se dispusieron a colocar la botella de Château d’Yquem del año 1806 en una caja de madera. En esa época las botellas de vino se hacían manualmente y por lo tanto tenían distintos tamaños.

La botella de Yquem era la más grande y al meterla quedó enganchada, rompiéndose por la zona final del cuello. Fue entonces cuando comenzó la aventura.

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