Bolivia: entre variedades criollas y europeas

Bolivia es un país muy rico y diverso en culturas, climas, culinaria y el vino por su puesto no es...

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Jueves 30 de Abril de 2020

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Bolivia es un país muy rico y diverso en culturas, climas, culinaria y el vino por su puesto no es excepción. En el país podemos encontrar tanto vinos de un perfil más tradicional hasta otros que hoy resultan innovadores.

Entre las diferentes variedades de vid que nos dan una uva de alta calidad enológica podemos encontrar a las variedades europeas que son las más difundidas y las que con mayor frecuencia encontramos en todos los puntos de venta como la cabernet sauvignon, malbec, chardonnay, etc., pero también existe el conjunto de las llamadas variedades criollas, cepas que fueron implantadas en territorio americano con la llegada de los colonos europeos; puesto que los misioneros religiosos trajeron a América plantas de "Vitis vinífera" para poder obtener de estas el vino necesario para la misa.

Las cepas que ellos traían eran plantas que daban vinos sencillos y que producían mucha cantidad. Al ser utilizado el vino para la misa no se buscaba tener un vino de máxima calidad, sino que lo requerido era que no les faltará nunca ya que sin vino no se puede celebrar el sacramento de la eucaristía.

Ángel Ramos (@angelyvino) escribe muy extensamente sobre las uvas criollas en su blog Ángel y Vino de donde extraigo el siguiente párrafo:

"Hasta la introducción de las uvas francesas, la antiguamente llamada "uva negra" fue la variedad más importante en América en general, y en Cuyo y Chile en particular. A fines del siglo XIX comenzó a denominarse uva País en Chile y Criolla chica en Argentina, siendo "Criolla" un término dado a los individuos nacidos en América descendientes de padres europeos.

Dieron en llamarse "criollas" por su antigüedad en la región y en toda el área colonial americana, por la diversidad de formas en que se encuentran y por la desconexión con determinados cepajes europeos que, sin embargo, les dieron origen."

Con el paso del tiempo las variedades criollas en buena medida se han mantenido en el territorio donde han sido implantadas originalmente e incluso se han ido modificando, cruzando entre sí y entre otras cepas de vitis vinifera para dar origen a nuevas variedades, algunas de ellas muy aptas para la elaboración de vinos de calidad. Es el caso por ejemplo de la Vischoqueña única variedad originaria de Bolivia; se cree que está cepa nace a partir del cruce natural de la negra criolla y la moscatel de Alejandría, una cepa de alta calidad enológica reconocida mundialmente.

Ahora bien, en Bolivia como en muchos otros países de la región en los últimos años se ha ido desarrollando un movimiento de revalorización de la cultura gastronómica que va desde el rescate de la cocina ancestral hasta el sentimiento de orgullo por lo local. Es así como nos encontramos con un público consumidor que se inclina por los vinos elaborados por pequeños productores con variedades criollas.

Debo mencionar que Bolivia no está sólo en este camino sino que también países vecinos como Chile y Argentina desde hace muchos años trabajan en esta misma línea desarrollando cada vez más nuevas etiquetas que rescatan a las criollas, pero que ni de lejos son el motor que impulsa a sendas industrias vitvinícolas.

En el caso particular de Bolivia, un país con una tradición en la elaboración de vinos de más de 500 años, pero que es en la última década en que se lo reconoce como productor de vino de calidad internacional gracias a sus vinos elaborados con gran maestría a partir de cepas europeas como la tannat, malbec, petit verdot, etc., no estamos en condiciones de soltarles la mano; sino todo lo contrario, debemos lograr mantener viva la diversidad que hemos cultivado en este tiempo.

Considero muy bueno el rescate de las variedades locales puesto que nos dan un vino con gran identidad sin embargo no debemos mostrarnos como un país productor de excentricidades, ya que es cierto que el consumidor de vinos puede ser muy curioso y le gusta probar cosas nuevas, diferentes, pero el consumidor que "prueba" generalmente lo hace una, dos o máximo tres veces luego su curiosidad lo lleva a otros destinos y tener un publico consumidor que no se fideliza no sería bueno para nuestra industria que está en plena etapa de crecimiento. Por ende, la moraleja es que no seamos extremistas, no cerremos nuestras mentes y sigamos llevando bien alto el orgullo por el vino boliviano sea de la región que sea, después de todo somos un país de pequeños productores por excelencia.

Este post se publicó originalmente en laumalbec.com

Un artículo de Lau Malbec
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