Finca La Mejorada: Un vino con historia

Mañana fría de invierno, de esas castellanas de viento cortante que cala hasta los huesos. Para llegar a Finca La Mejorada,...

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Martes 25 de Febrero de 2020

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Mañana fría de invierno, de esas castellanas de viento cortante que cala hasta los huesos. Para llegar a Finca La Mejorada, hay que dejar la carretera comarcal para seguir un camino de tierra que cruza por encima de las vías del AVE y que de sopetón se adentra en un bello paisaje de pinares y viñas hasta llegar a la cerca de la finca, en donde una pequeña entrada arqueada te da la bienvenida y te sumerge de pronto en un paraje de siglos atrás. Parece mentira que entre esas vías de tren de progreso y fugacidad del tiempo y la calma y la quietud propia de una historia congelada en otro tiempo, exista tan sólo unos cientos de metros.

Allí me recibe Paloma, una persona que desde el principio se revela cercana y que enseguida se mostrará como una excelente anfitriona, gran conocedora del lugar a juzgar por la pasión con la que habla de las historias y los hechos que allí acontecieron.

Mientras paseamos me cuenta que el origen de esta finca se remonta al siglo XIV  cuando María Pérez, vecina de Olmedo, es mejorada en su herencia y por su gran devoción decide levantar una humilde ermita en estas tierras. Más adelante, ya en el siglo XV, los monjes jerónimos atraídos por el magnetismo del lugar deciden establecerse en el paraje y construyen un monasterio bajo el patrocinio de Fernando de Antequera, quien más tarde pasará a ser Fernando I de Aragón. El contador de éste, Velasco Hernández Becerra será quien construya una pequeña capilla de estilo mudéjar, que servirá como panteón familiar y que a pesar del tiempo aún conserva vestigios de la época y sucesivas modificaciones. De hecho, el retablo de esta capilla, realizado por el genial Berruguete, puede visitarse en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid. El singular edificio es declarado monumento nacional en 1931. Durante siglos, la finca se convierte en lugar obligado de paso y por ella transitan personajes tan ilustres como los Reyes Católicos, Carlos I o el mismo Cristobal Colón. En la finca, los monjes, austeros y fieles al voto de pobreza, cultivan las vides con mimo. Después de siglos de apacible existencia, en el siglo XIX, el monasterio es saqueado por las tropas francesas y décadas después vendido por la desamortización de Mendizábal para más tarde caer en manos de la orden de los Dominicos en 1892 que explotarán las instalaciones como colegio además de con fines religiosos.

Los religiosos abandonan el  Monasterio en 1984 y comienza la decadencia de las instalaciones que por falta de conservación sufren un considerable deterioro.

Será en el año 2000 cuando el arquitecto Rafael Moneo, atraído por el magnetismo del lugar y la belleza oculta pero no perdida de las instalaciones emprende las tareas de restauración y transformación en bodega, respetando el origen de los edificios y dándoles un estilo funcional.

Aprovechando el amplio espacio alrededor de las dependencias y al otro lado de las cercas del recinto deciden plantar las variedades que formarán parte de las elaboraciones de la bodega, a saber: Tempranillo, Syrah, Merlot, Cabernet Sauvignon y una pequeña parte de Malbec. Diferentes tipos de suelo e inclinaciones en un corto radio de distancia permiten que se puedan realizar vinos de corte bastante diferente, vino que bien puede llamarse de parcela.

Con unos rendimientos de unos 2200 kilogramos por hectárea y una producción de entre 60.000 y 80.000 botellas por añada, los vinos de Finca La Mejorada aseguran unos estándares de calidad gracias también al trato que se le da a la uva. Mínima intervención química, vendimia manual y seleccionada al máximo, uso del pie de cuba en la fermentación alcohólica y uso de levaduras indígenas.

La crianza se realiza en barricas secadas a la intemperie durante 36 meses y de tostado medio, todo ello para darle el toque justo de madera y que la carga frutal y la expresión del terruño no se pierda por el camino. El resultado son 4 vinos que expresan cada uno en su contexto la filosofía del terroir y la conjunción de suelo, clima y variedad.

Villalar, su vino más joven con 6 meses de barrica y de la variedad Tempranillo. Un vino fresco, con buena carga frutal y que es sorprendentemente largo para ser un vino de sus características.Las Norias, llamado así por estar plantado en el pago donde se encuentran las norias que abastecían de agua al monasterio. Un 100% Tempranillo con mucha fruta roja y negra, tostados y especiados. En boca es equilibrado y de tanino sedoso.Las Cercas, llamado así por las tapias que rodean el monasterio, posee la fuerza de la Tempranillo y la finura y la elegancia frutal de la Syrah. Un vino que expresa a la perfección el terroir de la finca. Mineral, balsámico y con buena carga de fruta negra. En boca es carnoso, equilibrado  y de final largo.

Realizo la cata de estos vinos hablando distendidamente con Paloma cuando aparece Rafael que, después de saludarme con amabilidad, se sienta a la mesa con nosotros para acompañarnos. Durante unos minutos charlamos al abrigo del vino más especial de la bodega, Tiento, un coupage que solo ve la luz en los años inesperados, cuando las mejores uvas han alcanzado su madurez. Un vino de gran finura y equilibrio que se muestra poderoso en boca mostrando en su máximo esplendor el sentido del terruño de La Mejorada.

Una charla amable y pausada en donde encuentro una persona con la mirada curiosa, más propia de un zagal que de un reconocido arquitecto curtido en mil batallas. Un apasionado del vino que ha sabido integrar a la perfección viticultura y arquitectura como se integra la finca y sus viñas en la soñolienta y fría tierra de pinares y que bien merece una visita para sentir el peso de la historia y el sentido del vino.

Un artículo de Jorge Pérez
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