Lunes 30 de Diciembre de 2024
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José María García, a sus 88 años, es un referente en la viticultura de Ribera del Duero y un ejemplo de perseverancia y visión. Su trayectoria, marcada por la conexión con la tierra y el cuidado de las viñas, ha sido una constante desde que, con apenas 15 años, plantara su primera viña junto a su hermano en el municipio de La Horra. Hoy, tras más de siete décadas dedicadas al cultivo de la vid, su legado perdura en la bodega FIGUERO, un proyecto que fundó junto a su esposa, Milagros, en un momento de la vida en el que muchos optan por el retiro.
Con una vida ligada al campo, José María aprendió los secretos de la viticultura en su entorno familiar. Su suegro, Venancio Figuero, le enseñó a podar, y desde entonces su dedicación ha sido inquebrantable. A lo largo de los años, ha mantenido viva la tradición del tinto fino autóctono, preservando las selecciones masales de las viñas que replantaron sus abuelos tras la crisis de la filoxera. Estas cepas, mimadas con paciencia y dedicación, han resistido el paso del tiempo gracias a su profundo conocimiento del viñedo y su habilidad para adaptarse a los cambios tecnológicos y climáticos.
El clima extremo de La Horra, con inviernos duros, heladas y granizadas frecuentes, ha sido un problema constante, pero también un aliado en la calidad del tinto fino. José María, con una visión clara, ha sabido aprovechar estas condiciones para obtener uvas de alta calidad, apostando siempre por la excelencia y el respeto a la naturaleza. Su filosofía de trabajo, basada en el esfuerzo y el cuidado, se refleja en cada cosecha y en su capacidad para transmitir estos valores a las generaciones siguientes.
La fundación de FIGUERO en su jubilación marcó un punto de inflexión en su vida. Durante décadas, había sido proveedor de algunas de las bodegas más reconocidas de Ribera del Duero, pero su inquietud lo llevó a emprender un nuevo camino. Con el apoyo de su familia, decidió elaborar sus propios vinos, poniendo en valor las uvas que él mismo cultivaba. Hoy, FIGUERO es un símbolo de tradición, familia y calidad, y sus vinos llevan impreso el carácter y la historia de José María.
El proyecto rinde homenaje no solo al saber hacer de José María, sino también a su esposa, Milagros, cuyo apellido da nombre a la bodega. La unión familiar se percibe en cada detalle, desde el diseño del logo, que representa el terruño y las parcelas familiares, hasta la firma de José María en las etiquetas, reflejo de un compromiso que trasciende generaciones.
FIGUERO, gestionada ahora por las generaciones más jóvenes de la familia, continúa siendo fiel a la visión de su fundador. Sus vinos son un testimonio vivo de la conexión entre la tierra y la familia, y una celebración de la sabiduría acumulada durante décadas. Con cada botella, la bodega perpetúa una historia que comenzó con la plantación de una vid a mano y que hoy se traduce en vinos reconocidos por su autenticidad y respeto al origen.
José María García, con más de 70 vendimias a sus espaldas, es un ejemplo de cómo la pasión y el esfuerzo pueden convertir el trabajo de toda una vida en un legado perdurable. Su historia, marcada por la perseverancia y el amor a la tierra, es la esencia de FIGUERO y un emblema de lo mejor que ofrece Ribera del Duero al mundo.
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