Borgoña ante una de las cosechas más complicadas de las últimas décadas

El clima extremo pone en jaque a uno de los grandes terroirs del mundo

Jueves 03 de Octubre de 2024

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Viñedo de Borgoña

La región de Borgoña se encuentra ante una de las añadas más complicadas de las últimas décadas, tras una temporada de crecimiento marcada por condiciones meteorológicas difíciles que han dado lugar a racimos más pequeños y un aumento de la presión de enfermedades como el mildiu. El Bureau Interprofessionnel des Vins de Bourgogne (BIVB) ha informado de que las condiciones climáticas desde abril han reducido los rendimientos, que podrían ser hasta un 25% menores en algunas áreas de Borgoña y Beaujolais, según informes oficiales. Sin embargo, la organización señaló que "es difícil de estimar en este momento dependiendo del sector", y en algunos pueblos esta cifra podría ser incluso una estimación conservadora, lo que exigirá una recolección meticulosa para preservar la calidad prometedora de la cosecha.

Durante la temporada de crecimiento, la región ha experimentado un clima inusual, con precipitaciones muy por encima de lo normal, hasta un 50% más que la media habitual, acompañadas de heladas y granizo localizados pero intensos. Este escenario ha provocado una alta presión de enfermedades, obligando a los viticultores a realizar trabajos adicionales en los viñedos a lo largo de la temporada para proteger las vides. Entre las medidas tomadas para mitigar estos efectos, se ha incrementado la poda para mejorar la circulación de aire y reducir así el riesgo de propagación de enfermedades en las plantas.

A pesar de las dificultades, el BIVB mantiene el optimismo en cuanto a la calidad de las uvas, debido a las condiciones cálidas y relativamente secas registradas durante agosto, que han favorecido la maduración de los racimos. Sin embargo, la llegada de un clima más característico del otoño al inicio de la vendimia ha complicado la planificación de la recolección en el momento óptimo. Florent Latour, director general de Maison Louis Latour, declaró al medio especializado The Robb Report que ha sido "la temporada más complicada que ha visto en casi 50 años".

El BIVB subrayó que solo una evaluación cuidadosa permitirá determinar la fecha ideal para la cosecha con el fin de asegurar la mejor calidad posible. Según la organización, este año se requiere un cuidado extremo tanto en el viñedo como en la bodega, con una selección estricta de las uvas como factor indispensable. No obstante, hay señales positivas que respaldan estas expectativas: el monitoreo del Observatorio de la Añada del BIVB ha revelado un equilibrio prometedor de azúcares y acidez en las uvas, y las condiciones secas a partir del 12 de septiembre han permitido que continúe la maduración del fruto.

La vendimia de las variedades Pinot Noir y Chardonnay destinadas al Crémant de Bourgogne comenzó el 2 de septiembre, seguida por la recolección del Pinot Noir destinado a los vinos tranquilos durante la segunda semana de septiembre. Los viticultores están ajustando cuidadosamente el momento de la recolección para conseguir el punto óptimo de madurez y garantizar que las características típicas de la región se reflejen en los vinos de esta añada. Aunque la campaña ha exigido un esfuerzo adicional en los viñedos, el potencial de calidad todavía está presente, siempre y cuando se mantenga una gestión meticulosa durante las próximas semanas de vendimia y posterior vinificación.

Las condiciones climáticas adversas, como la lluvia excesiva y las temperaturas fluctuantes, han sido el principal reto durante el ciclo vegetativo. Las heladas registradas en primavera causaron daños significativos en algunas zonas, limitando el crecimiento temprano de las plantas. Posteriormente, las tormentas de granizo en verano agravaron la situación en sectores específicos, causando la pérdida de parte de la cosecha y debilitando aún más las vides. Además, la alta humedad ha propiciado un entorno favorable para la proliferación de hongos como el mildiu y el oídio, lo que ha requerido intervenciones constantes para proteger la integridad del cultivo.

En contraste, el cambio hacia un clima más seco en las semanas previas a la vendimia ha sido una nota positiva en un año caracterizado por la incertidumbre. Los productores han tenido que adaptarse rápidamente a las condiciones cambiantes, utilizando técnicas agronómicas específicas para fomentar la aireación de los racimos y minimizar el riesgo de infecciones. Esta adaptación ha incluido la realización de deshojados y ajustes en la carga de los viñedos, buscando maximizar la exposición al sol y favorecer una maduración equilibrada.

A los problemas de la temporada se suman un contexto de cambio climático que ha afectado a la viticultura en Borgoña durante la última década. La región está viviendo un aumento en la frecuencia de eventos meteorológicos extremos, lo que ha obligado a los productores a replantearse las prácticas de manejo y a buscar nuevas estrategias de adaptación. La capacidad de respuesta de los viticultores y su experiencia en la gestión de viñedos han sido fundamentales para mantener la calidad en un entorno cada vez más incierto.

A pesar de las dificultades, la reputación de Borgoña como productor de vinos de alta calidad no parece estar en riesgo, ya que los productores siguen comprometidos con el mantenimiento de los estándares enológicos que caracterizan a la región. Aunque la reducción de rendimientos representa un reto económico, muchos esperan que la cosecha refleje la resistencia y el esfuerzo de la comunidad vitivinícola local. Los resultados finales dependerán de las decisiones que se tomen en los próximos días, así como de la capacidad de seleccionar cuidadosamente las uvas y manejar el proceso de vinificación para preservar las características de la añada.

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